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¡Aguas!

Por Alvargonzález; 16 de junio del 2003

¡Aguas con la lengua! ¿Qué te quiero decir con eso? A quien bien entiende, como tú, pocas letras; y en no pocas ocasiones, te consta, la ley del menor esfuerzo y el bien entender priva también en el lenguaje. Eso va para quien me acusa de ‘arbitrariamente’ juntar palabras, lo cual no es asunto mío sino del habla común –arbitraje comunitario–, que se culteraniza falsariamente (a veces) en la letra impresa. Y para entrar en materia un ejemplo ancestral: ‘tiempodeaguas’, tal cual y porque así como una sola expresión siempre se dijo. ¡Ya viene el tiempodeaguas! O si prefieres decirlo también en forma atávica o ‘abuélica’ (‘ataves’ en latín significa ‘abuelos’) podemos simplificar y decir que “parece ya llegaron las aguas”. ¿Entiendes? Claro, por eso converso así y aquí contigo…

Verás esa poderosa y portentosa imagen. Con todo respeto respecto a tus creencias, espero que la identifiques como la de San Miguel Arcángel, feroz pateador del demonio. Y con el mismo respectivo respeto te notifico que los fundadores de esta fiera –ahora–, y leal –no sé cuándo–, ciudad –hoy, porque antes fue una pueblita (sic)–, decidieron nombrar patrón de la misma al mismo San Miguel; algo así como padrino celeste y protector porque el poderosísimo personaje entre sus características curriculares posee una nada despreciable: capacidad para proteger a los comunes mortales contra relámpagos, truenos y centellas, lo cual resulta sumamente apropiado para el tronante Valle de Atemajac. Por cierto la imagen que aparece con nuestras líneas es la que está en el templo dieciochesco y maravilloso de San Miguel de Mezquitán. ¿Lo conoces? Búscalo, vale la pena que reverente entres en él.

Ignoro las causas electromagnéticas –venid investigadores en mi auxilio–, por las que el valle es tan propicio a tormentas eléctricas. Llegan las aguas y tiembla, truena, trepida, además de relampaguear (los rayos tienen la característica añadida de que confunden o que funden-con sus descargas todo tipo de aparatos eléctricos)… Temor no poco justificado, y te lo expreso en términos estadísticos o de probabilidades: calculando, calculando matemáticamente, es más probable caer fulminado por un rayo que ganarse la lotería, y eso acéptalo como un cachito de advertencia fundamentada científicamente por si quieres insistirle al ‘gordo’. ¡San Miguel ampárame contra los rayos pero que me caiga el ‘melate’! (y mira que no solamente yo junto palabras ‘sintonison’).

¡Aguas con las aguas! No es reduplicación sino advertencia. Ya vendrán las quejas comunitarias por las lluvias –‘tiempodeaguas’–, porque acabadas las calores de algo tendremos que seguirnos quejando. Que San Miguel Arcángel nos cuide contra los relámpagos y si no cabe dentro de tu cuadro básico de creencias pos de todos modos que los rayos no te caigan. Amén.

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1 comentario en «¡Aguas!»

  1. Álvar también nos habló de las ¡aguas! pero sucias.
    A mí me gustan las lluvias fuertes relampagueantes, siempre que no causen mucho problema, me imagino (o acuerdo) como si fuera época cavernícola, y si es como dice Álvar, las divinidades son muy solícitas de encargos por millares de que las construcciones resistan, sobre todo las de la orilla de la ciudad o las que bordean los cerros.
    Ca construcción según sus propiedades y lugar en donde estén resistirá, pero yo también deseo que los poquísimos árboles que quedan aún “¡resistan!”, pues hace unos años en la colonia Seatle hubo una tempestad tipo huracán que eliminó (literalmente) la mayor cantidad de árboles que en 30 años antes al menos (según mis cálculos, pues no muchos se fijan en los árboles, como los gigantes eucaliptos que aún quedan muy pocos allí).
    Por cierto el sábado pasado asistí a La Casa del Mezquite y el propietario Raúl nos hizo una exquisita reseña del lugar “Atemajac”, que entre otras cosas contó con el tranvía de mulitas que circulaba por lo que hoy es el camellón de la Av. Aurelio Ortega, donde quedan algunos gigantes árboles eucaliptos.
    ¡Suerte para todos los árboles de nuestra ciudad, que aguanten toda tempestad!

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