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Beaterio

Por Alvargonzález: 2 de febrero del 2004

Soy feliz. ¿Por qué? Porque tú lees estas líneas y así acaso te enteras de que eso significan tanto ‘beata’ como ‘beatriz’: feliz, y que me leas hace que me sienta muy bien. Pero ya no te diré más de mí, porque lo que pretendo es contarte de algo que estuvo allí y ya no está. ¿Oíste hablar del Beaterio Nuevo? Otra pregunta: ¿tendrán algo que ver la educación y la felicidad? No más cuestiones y enfilemos hacia Alcalde con una breve escala en Parroquia.

La calle que se llamó así, Parroquia, ahora se apellida González Martínez. Allí y a mediados del siglo 18 se fundó lo que tuvo por elegante nombre “Congregación de Maestras de la Caridad y Enseñanza” que no era otra cosa que un colegio de niñas. Algo muy avanzado para unas épocas cuando no se creía que las niñas debían ser sujetas u objeto de educación ni primaria ni de índole alguna. Cosas del tiempo, como cosas también del tiempo presente es que las ruinas de aquel colegio que luego fue prisión femenina –Casa de Recogidas, su nombre oficial–, ahora sirvan como destartalado patio de estacionamiento. Pero avanzando el mismo siglo, Guadalajara tuvo la suerte de recibir a un verdadero revolucionario, modificador de conceptos urbanos y humanos, quien advirtió que aquel colegio que también recibía el nombre de Beaterio, era demasiado estrecho para cumplir con su función. Así, mandó construir uno más amplio y apropiado en la proximidad del Santuario.

Fue idea del muy revolucionario Fray Antonio Alcalde la edificación de la Casa de Enseñanza de Niñas, al que también se le conocía como Beaterio Nuevo: edificio con capacidad suficiente para recibir al creciente número de niñas –300 en sus inicios–, cuyas circunstancias les permitían advertir la validez del binomio educación-felicidad, y espero creas en él. También espero que eso de ‘beaterio’, al desentrañar su significado íntimo, no te ‘malsuene’; así, durante buen tiempo, le llamó la boca popular al edificio de Alcalde.

El siglo 19 transformó el uso de edificios vinculados con la clerecía, y entrado el 20 aquel vetusto claustro educativo derivó en hospital. Sí, yo lo conocí cuando mi padre iba a atender pacientes allí al Hospital Militar. Pero las funciones hospitalarias de la añeja cantera cesaron cuando –¡oh genialidad arquitectónica!–, se decidió construir allí mismo ¡el Palacio Federal! ¿Lo ves? Hermoso ¿no? Hasta vino el presidente GDO a inaugurarlo (y lo ocurrido durante la tan federalista ceremonia algún día te lo contaré), luego de levantarlo donde el Beaterio estuvo.

Lo bueno es que las viejas arcadas del edificio de Alcalde, ‘piedrapiedra’ trasladadas, adornan el jardín de una potentada y alcurne residencia tapatía. Digo: menos mal… Hermoso Palacio Federal. ¿Te gusta? A mí me produce un poco de lo mismo que tiraron para hacerlo: arcadas.

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