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Bonhome

Por Alvargonzález; 10 de marzo del 2004

No creas que entiendo mucho eso del “¡felicidades!” cuando los cumpleaños ni tampoco a aquellos que en el radio, y para oír su nombre, hablan ‘felicitando al programa’. ¿Felicidades? ¿De cuántas está hecha esa sustancia gelatinosa y tan necesaria llamada simplemente ‘felicidad’? Ya lo averiguarán especialistas en la materia, porque simplemente hoy quiero que la fecha del nacimiento de un gran felicitante no se nos quede muy atrás. Sí, de un gran felicitante o felicitador de otros, porque una cosa es la vacua expresión del “muchas felicidades”, y otra el dedicar la vida a tratar de que otros sean felices. ¿Te imaginas que los políticos fueran eso: felicitantes activos del prójimo? Qué utopía…

Allá en su pueblo natal frente al ayuntamiento hay un busto donado por Guadalajara en reconocimiento a la huella que dejó en la lejana ciudad en donde culminó su vida. Sabes, claro, a quien me refiero: al Fraile de la Calavera quien nació en Cigales, Valladolid, el 4 de marzo de 1701. Eso de pervivir a lo largo de siglos gracias a su enorme bonhomía –buen hombre fue–, nomás lo logra un ser de la calidad de Antonio Alcalde y Barriga a quien el rey Carlos III encontrara en su celda del monasterio de Jesús María en Valverde, España, con una calavera; recordatorio de lo poco que somos bajo la piel más o menos tersa o hermosa. Pasajeros en el tiempo somos, pero hay quienes aprovechan mejor que otros la velocidad mortal del calendario. El fraile dominico es ejemplo de buen uso de la vida.

No llegó a la ciudad siendo precisamente un joven. Tenía setenta cumplidos, pero no vino en plan vacacional ni burocrático (porque también hay burócratas eclesiásticos). ¿Que se requería aquí una universidad? Se pone a descifrar el arduo laberinto palaciego del imperio decadente, para crearla. ¿Que en Guadalajara no existía esa herramienta genial de comunicación que es la imprenta? Tal vez advirtió que es muy peligroso un pueblo pensante, pero lo es más uno imbécil; se trajo a Téllez Girón con todo e imprenta. Lo del hospital que ahora lleva su nombre y que civil sigue siendo, era una urgencia en el siglo 18 para la ciudadanía doliente, y ahí lo tienes trabajando y muy bien. Para educar mujeres les hizo escuela; para conocer su diócesis se puso en marcha a lomo de buen caballo (te aseguro que cualquiera que sea tu edad no aguantas un día a caballo). Bonhome magnífico.

HIZO EN SU ALMA, LA PIEDAD/ UN SANTUARIO A LA VIRTUD;/ SU CULTO, LA CARIDAD/ QUE INCIENSA CON GRATITUD/ LA DOLIENTE HUMANIDAD. Así dice esa especie de cenotafio en honor de Alcalde en el atrio del Santuario de Guadalupe. Tres siglos después de su nacimiento el felicitador aún vive.

Más de Alvargonzález aquí: http://gatofuentess.com/gusa

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