Saltar al contenido

Chata identidad

Por Alvargonzález; 28 de mayo del 2003

Oír hablar a la Sra. Esmeralda –Doña Esmeralda– es un privilegio placentero; conversar con ella es enriquecedor y sustancioso. Ella, por circunstancias familiares y (si no te molesta que lo diga así) por su estirpe, es un dechado de conocimientos históricos recibidos por tradición oral. Ella vio desde lugar preferente el escenario de las decisiones gubernamentales que transformaron radicalmente a la ciudad el siglo pasado, cuando picos, palas y azadones demolieron los restos de la ciudad colonial y sin entender más razones que la pretendida modernidad. Fue hija de un notable ingeniero –estoy seguro que identificas la llamada ‘Casa de los Perros’, construida por el papá de Doña Esmeralda– y esposa de un verdadero genio en el campo constructivo, y sabe ella no poco de hechuras y des-hechuras arquitectónicas.Alguna vez que nos invitó a su grata casa, nos dijo con toda naturalidad: “el proyecto básico fue de mi marido… pero yo se lo corregí”. Asimismo en varias ocasiones nos ha contado cómo desde niña acompañaba a su padre a las obras que realizaba, de donde su temprano aprendizaje en la materia. Por cierto, a mí no me parece muy bien logrado el homenaje urbano-escultórico al esposo de tan sonriente y luminosa dama, pero los que deciden, deciden, y así podrás ver una estatua apoyada al edificio de la vieja Telefónica que ingeniosamente desplazó para que no estorbara la ampliación de la avenida Juárez. ¿La has visto? El Ing. Matute fue el esposo de mi luminosa amiga.

Todo ello viene a cuento porque una tarde dominical –en no pocas ocasiones me echo a caminar pensando en qué te podrá interesar saber de nuestra casa común citadina–, y viendo esas fincas simétricas advertí que tal vez haya tenido razón el Ingeniero Villaseñor: “mi papá decía –recordó Doña Esmeralda–, que en Guadalajara había una sola forma de hacer casas: a un cajón se le abrían dos espacios, para puerta y ventana, y ya estaba”. Una solución, podrás ver, muy simétrica pero mostrativa de una gran falta de imaginación. Sabes dónde están esas seculares casas ¿no? Muy cerca de la Huerta de Los Pericos, en las proximidades del barrio de La Canela, a poca distancia de la Ermita de los Tatas y no lejos de la Penitenciaría. ¿Las ubicas con tales señas? Como todo eso ha desaparecido creo debo decírtelo en forma cruda y actual: Miguel Blanco y Federalismo, ‘ahitán’. ¡Se esfumó el encanto!

Casas que cuando fueron construidas estaban muy lejos del centro urbano y que con toda su cuadriculada forma eran mucho más amplias que su equivalente actual: las llamadas de interés social. La ciudad de entonces tenía mucho más espacio para sus ciudadanos, aunque los constructores no hayan sido un dechado de imaginación. Ni modo, pero ni duda cabe, era una forma de armonía e identidad. ¿Tiene ‘hoyendía’ una identidad propia Guadalajara? Si lo averiguas me avisas.

Comparte si te ha gustado

2 comentarios en «Chata identidad»

  1. Siguen volando las palabras del amigo Alvar a través de la telaraña cibernética. Es un placer leerle.

    Saludos a todos, especialmente a los “Mártires del Herzio”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.