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“¡Hasta Agotar…

Por Alvargonzález 28 de julio del 2003

…Existencias!”. Sí, tal cual, fue la norma que nos pusimos Enrique y yo cuando frente a las cámaras del extinto Canal 6 temerariamente comenzamos a realizar un ensayo televisivo en caída libre. Nos fue bien pues incluso logramos arrancarle audiencia a aquel figurón de época apoyado por el Gran Canal de la Mesa Central. ¿Te acuerdas del famoso Paco, al que cazaron a la salida de la taquería? Con nuestro provinciano ensayo logramos quitarle videntes. ¿Qué hacíamos? Un poco lo que yo he seguido haciendo aquí: de ver de otra forma lo que todo mundo ve; de mostrar lo urbano-cotidiano con otra tonalidad.

Esto viene a cuento porque las existencias se agotaron por decreto y Enrique tomó su ruta y yo la mía cuando la Gran Empresa se comió a la pequeña televisora tapatía; cuando claramente se encendió el foco que no falta en todos los estudios (¿por qué les dirán así a esos lugares? No lo sé) y que indica “¡al aire!” si bien en esa ocasión la señal nos puso al aire libre; sí, en la calle. Como el tono que caracterizaba nuestra hechura no era precisamente reverente, el nuevo director me hizo saber que habíamos cometido una gran falta de respeto, facturada y por pagar. ¿Te acuerdas de una gran antena que estaba en el cruce de Alemania y Tolsa (así, sin acento)? En alguna ocasión mostramos –para eso las imágenes en la TV– que el mástil era utilizado cotidianamente como punto de reposo por una enorme parvada de zopilotes. La cuestión tenía implicaciones hermosamente ecológicas –te estoy hablando de hace menos de una década–, si bien dijimos algo más en tono de interpretación supuestamente simbólica; algo así como las preferencias televisivas de las aves carroñeras. Todo eso para explicarte que no fue por falta de ojos videntes sino por falta de cariño (al sarcasmo) que se nos dejó sin la oportunidad de hacer crónica urbana televisiva.

Pero ¿quién es el tal Enrique? El Ing. Flores Tristchler; ¿qué tiene qué ver con ese fundido y confundido letrero de la imagen? Repentinamente y a través de lo que yo denomino como “internecia”, llegó un mensaje de él y luego de mucho tiempo de haber perdido la comunicación con el amigo ingeniero: “¿ya viste en qué quedó eso de los IMECAS?” Gasto inútil como tantos otros. “Anda, muéstralo…”, me retó. ‘Ahitá’. ¿Calidad del aire? Tú y yo lo sabemos, con paneles o sin ellos, y la empeoraremos seguro ¡hasta agotar existencias! Proyectos, paneles, planes que no solucionan nada pero cuestan…

Crónicas de una ciudad que no quiere aprender. Crónica de una amistad, con Enrique, rehilvanada gracias a que MURAL me permite seguir con el cronicón aquí y así. Gracias a ti por acompañarme con tu paciente lectura durante las ya 70 semanas. Táte bien.

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