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La gran caldera

Por Alvargonzález; 20 de enero del 2003

Ya me dirás que soy obstinado con mis hipótesis; repetitivo también, como ahora que vuelvo con aquello de que La Historia es un delicado, delicioso y aun peligroso juego de palabras.

Tienes en primer lugar el caso de dos términos que mucho tienen que ver entre sí: efeméride y efímero. Sin entrar mucho en etimologías creo que es mejor ir directo: lo efímero tiene que ver con lo pasajero del tiempo y las tales efemérides tratan de dejar constancia de lo que pasó en volandas. ¿Qué pasó aquel enero de 1811? Que la incipiente caldera nacional tronó –a sólo diez leguas de Guadalajara–, y allí se evaporó un proceso pleno de contradicciones iniciado apenas cuatro meses atrás en Dolores, Guanajuato. Hasta allí, al puente, llegó lo iniciado con el grito de Hidalgo. ¿Percibes otro extraño juego de palabras? En ese lugar, Calderón, el caldero inicial independentista quedó reventado.

Enero 17 para precisar la efeméride. Los aproximadamente cien mil insurgentes que seguían al caudillo tenían hipotéticamente todo a su favor para enfrentar con solvencia a los siete mil soldados de Calleja; el campus les era propicio. ¿Campus? Sucede que en los tiempos de la guerra convencional, tal como las batallas se desarrollaron durante siglos, se designaba previamente un lugar para el combate. El sitio, en términos de conquista romanos, se llamaba así: campus, y nada qué ver aún con los sitios universitarios donde ahora se pretende derrotar la pertinaz ignorancia. Con todo a favor, dominando las alturas del terreno y con mucha más artillería que los realistas, a temprana hora dio comienzo la batalla. ¿Qué pasó?

Doña Historia es ingrata: de los miles que allí estuvieron sudando mucho y no pocos sangrando igual, sólo recoge un puñado de nombres: Hidalgo, que fue colocado con las reservas atrás debido a claros conflictos de mando, Allende, Aldama y si acaso el del Amo Torres que mucho hizo para proteger la huída de los famosos. De Calleja o del desgraciado Manuel de Flon, realistas, o del esforzado insurgente Gómez de Portugal, poco dice y parece olvidar al primer asesor extranjero venido del más allá a enseñarnos a hacer las cosas (¿bien?): Simon Fletcher, ‘quesque’ jefe de artillería insurgente.

Por lo que quieras y gustes (cuento largo) a las cuatro de la tarde de aquel 17 de enero el sueño de Hidalgo había reventado en el Puente de Calderón. En la próxima algo te contaré sobre una artesanía que no se nos dificulta y a propósito de lo vaporoso de las efemérides: el maquillaje histórico. ¿Qué pasó? Mucho y allí en el Puente de Calderón…

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