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Lingua Franca

Y Luego…

Por Alvargonzález; 12 de octubre de 1996

Un día, platicando con un periodista japonés y en la nueva lingua franca, me decía algo que me pareció razonable: “nosotros la aprendemos para defendernos y ustedes para ayudarles”. Por cierto, ¿hablas otro idioma aparte de éste que nos permite ahora comunicarnos? ¿Cuál te gustaría aprender? Estoy casi seguro que coincides conmigo en que hoyendía el francés lo consideramos apto para señoritas porfirianas. ¿Te gustaría hablar francés antes que la lingua franca de la modernidad? ¿A poco no sabes cuál es?

Sucede que a los bien o malquistos romanos les dio por el expansionismo, enfermedad que padecen todos los imperios: crecer territorialmente. Y mientras crecían, espada en una mano y la ‘lex’ civilizante en la otra, se encontraban con galos, anglos, sajones y germanos. Tribus que tenían sus propios lenguajes que al chocar con el latín no quedaban indemnes. Y de esa confrontación surgían las llamadas justamente así: linguas francas, o mezclaje idiomático que permitía que unos y otros se entendieran. Te pongo un ejemplo de confrontación idiomática actual, generadora de un idioma intermedio y que no es otro que el que podríamos llamar “chicano”, mezcla del español y del inglés. Pero más allá de ese sorprendente vocabulario, hijo de la necesidad migratoria, la lingua franca que no sin reticencias opera en el mundo no es otra que el inglés, idioma en el que no sólo está basado el Internet, sino en el que están escritas las instrucciones de funcionamiento de no pocos aparatos ¡políticos! en el mundo.

“Nosotros lo aprendemos para defendernos…”. A mí me ha resultado sorprendente a lo largo de mi reumática carrera, el encontrarme con varias gentes que me han expresado su deseo de que les enseñe latín. A estas alturas de fin de siglo, y a casi dos mil años de la estrepitosa caída del Imperio Romano, ¿servirá para algo el latín? Creo que sí, y desde el punto de vista de la defensa de nuestra masticada y maltratada lengua, a la que se señala como incapaz de expresar la modernidad. Además, durante siglos, fue precisamente el latín la lingua franca de las ciencias, hasta que fue derrocada por el ¡francés!

Con eso de que de pronto me da por ser monotemático, tal vez no leíste cuando te dije que al cumplirse este año cuatro siglos del nacimiento de Descartes, iba a contarte algo de ese revolucionario del pensamiento. Él en gran parte fue responsable de un proceso adoptivo que dejaría fuera de las ciencias al latín. No es que no lo hablara, pues bien lo aprendió en La Fléche, aquel colegio de Jesuitas en donde inició su rebeldía contra la ciencia rígida; rebeldía que lo llevó a transformar el planteamiento de toda la geometría y sus dogmas euclidianos. Descartes, aparte del francés, se manejaba en griego, alemán, holandés, sueco y aun español (además del latín). Es un poco el ejemplo de que quien quiere aprender, lo hace, más allá de escuelitas que garantizan aprendizaje sin esfuerzo. ¿Sin esfuerzo se puede lograr algo? Pero con toda su políglota habilidad, y luego de haber elegido el silencio de Holanda para establecer allí su fábrica de pensamientos reflexivos, reta la ortodoxia de los académicos al publicar sus trabajos científicos en su lengua materna: en francés. Es algo así como si en un congreso internacional de física, un tal González se atreviera a presentar sus hallazgos en torno a la paradoja de los semiconductores en ¡español! Impensable. La lógica implantada señala que si el trabajo es serio, debe presentarse en inglés. Pues Descartes lo hizo. Cometió esa temeridad que prepararía el terreno a fin de que en el siglo XVIII –un siglo después de la publicación de las tesis cartesianas–, el francés se convirtiera en lingua franca de las ciencias.

En efecto, cuando Diderot y lo que ahora se diría pomposamente “su equipo de trabajo”, asumen el reto de meter en papel todo el conocimiento humano, publican su Enciclopedia “Pour les Gens de Lettres”, en francés. Mira, aprovecho el viaje para repeler eso de que no se puede decir “gentes”, porque quesque “gente” es un singular colectivo y a propósito de la dedicatoria de la enciclopedia a las “gentes de letras”. ¿Singular colectivo? Es el caso de “mundo” que nos engloba a todos, pero igual de bien se habla de “mundos”. ¿No estamos en el tercero con todo y lengua tercermundana? O el caso de “pueblo”, que asume dos tonos distintos si decimos que el pueblo de México no conoce muchos pueblos. Pero algún bruto decidió que está mal dicho “gentes” y muchos otros le creen… Pero estábamos conversando acerca del hecho cartesiano de validar el francés como suficiente para expresar las ciencias y en lugar del latín.

El desplazamiento o reemplazo del francés por el inglés como lingua franca científica es reciente. Recuerdo que no pocos libros en los que estudió el médico más formidable que he conocido –mi padre–, estaban justamente en francés. Todavía en mis tiempos preparatorianos, el francés era una materia obligatoria. Indudablemente después de la segunda guerra del mundo eurocéntrico emerge como vencedora la lengua del gran vencedor: USA, y espero algún día me des la oportunidad de contarte que eso del “inglés británico” no es otra cosa que un hermoso mito. Por lo pronto valga decir que Francia, que sigue tratando de convencer al mundo de la valía pretérita de su lengua, le debe a Descartes el haber iniciado su imperio lingüístico que mucho mérito tuvo cuando fue lingua franca del mundo científico y cultural.

Por cierto, siento chinor de cuerpialma cuando alguien me dice: “la palabra que usas no viene en mi Pequeño Larousse…”. Ingenioso, ¿no te parece? Un diccionario hecho en Francia para explicarnos nuestro lastimado idioma. Bien hecho, pero nuestra lengua es más extensa que ese diccionario.

Táte bien y luego… te busco.

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