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Sobresalientes

Por Alvargonzález; 5 de noviembre del 2003

Ya pasó, ya pasó… ¿Qué? Octubre y nos adentramos en noviembre. Y en el entrecruce de los meses décimo y undécimo –como ocurre inevitablemente cada año–, la festividad que repleta de vivos los panteones. ¿Te sumaste a la liturgia colectiva y panteonaria? De hecho no sé por qué te pregunto por cuestiones tan personales –ca’quien su forma de reverenciar o rememorar a sus difuntos–, y tal vez solamente lo hago para justificar mi destiempo al abordar un asunto que me ha venido rebotando en la sesera a propósito de ‘calaveras’ mezcladas con espectrales ‘jalogüines’: la terca necedad humana de “quedar en la memoria, de los otros, al final…”.

La metodología varía, mas la intención es la misma: perdurar. Buena intención –en teoría–, pero la realidad estadística es abrumadora y no se requiere ser ‘científiconorteamericano’ para percibirla: mayoritariamente estamos condenados al olvido y a pesar de fórmulas tan ingeniosas como ineficaces. Las hay, y no pocas, aunque insisto: su efectividad resulta falluca o ineficaz a más corto que largo plazo.

Te pongo un caso: ¿a qué te suena la palabra ‘record’? No se precisan de grandes conocimientos filológicos para advertir que es una variante de ‘recuerdo’, y en consecuencia nada más conducente para quedar en la memoria colectiva –teóricamente– que el buscar la inscripción en ese libro de absurdos perfectamente olvidables que es el ‘Libro de Records’ procreado por una cervecería irlandesa. Doña Historia, a su vez, es una dama veleidosa que no tiene normas para admitir en su seno a quien le da la gana y dejando fuera en no pocas ocasiones a quienes tendrían mayores méritos para ser cobijados por ella; y al ser la tal Historia un recuento de no pocas insanias humanas, nada extraño es que ella se comporte a lo loco y sin mucha lógica. Esa expresión sexenal de “la Historia juzgará mis actos…”, desemboca generalmente en la ausencia total de juicio provocada por el olvido.

El sistema numérico tampoco garantiza recuerdo imborrable. Me refiero a los ‘amasafortunas’ para que ‘x’ generaciones posteriores les recuerden. Un par de nietos con cartera bulímica arruinan cualquier patrimonio, sin importar el monto, y no me pidas nombres por favor. Acabado el monto, el olvido cubre al querido e inmortal familiar.

Pero –te preguntarás–, y la foto ¿a qué viene? Espero que te suene a conocida la palabra ‘epitafio’ que traducida significa ‘lo que sobresale de la tumba’; eso es: queremos sobresalir al final de nuestra historieta y la ingeniería funeraria es una muestra de ello. Ingeniosas muestras de afecto familiar batallando una lucha perdida: contra el olvido. ¿Será? ¡Oh, fragilidad humana! Te digo: mientras estamos, estamos y no más…

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