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Transitorios

Por Alvargonzález; 23 de abril del 2003

No me fue difícil memorizar su número: 100098, y porque si lo miras bien quedé a sólo dos de ser el 100100. Con ese número y a mis recién cumplidos 16 años –con responsiva paterna por lo que pudiera ocasionar con esas armas rodantes (más muertos causan los vehículos que todas las otras ejecutantes herramientas)–, me dieron allí mi flamante licencia de manejar. Era el ‘sesentaitantos’ e ignoro cuál millonario folio se haya alcanzado actualmente en la repartición de licencias en el Estado, pero el que me tocó a mí ya era muy avanzado en comparación con el que mostraba la licencia de mi madre: 425.

Don Silvano, ‘goberenturno’ y el mismo que ordenara instalar allí donde están los primeros e igual de inútiles Arcos triunfales, seguro detectó una obviedad patente: que el tránsito urbano aumentaba, y con él la necesidad de un sistema técnico-humano más complejo para controlarlo, y que ya no podía operar como una simple accesoria instalada en el Palacio de Gobierno. Te estoy hablando de 1943 cuando ese edificio frente al Parque Morelos fue inaugurado y empezó a operar bajo las siglas D.D.T. y con esa ambivalencia de significado pues las mismas también significaban aquel primitivo y tóxico insecticida que no solo aniquilaba bichos sino también contaminaba furibundamente la zona donde se aplicaba. Allí estuvo el primer Departamento de Tránsito –ese su nombre y por ello las siglas–, del Estado y a donde, te recuento, fui allá por el ‘62 para obtener mi primera licencia y con el número ‘antesdicho’ (por cierto los que me robaron la cartera gran favor me hubieran hecho si me la hubieran devuelto, pues todavía no averiguo la forma de reponer el documento circulatorio. Pero ya ves, cada día son menos los ladrones honrados…).

¿Tránsito? Transitaron ya los tiempos cuando en la ciudad era posible identificar a Don ‘Fulánez’ por el auto que traía y comenzamos a quedar atrapados en una exquisita paradoja dictada por los dogmas financieros (¿falsos?): la salud económica se mide por la capacidad individual de adquirir vehículos y la salud urbana se ve estrangulada a medida que se tromban las arterias por el exceso de lámina rodante. O sea que a más sanidad monetaria, menos salud en el sistema circulatorio urbano. ¿Cactas? (del cactáceo y espinoso verbo ‘cactar’)

¿Tránsito? Creció mucho en 20 años, y ese local quedó chico (ahora es escuela). Creo que fue Don Panchito el que hizo el nuevo edificio que ya tampoco, re-creo, funciona y a donde debo pronto ir porque te redigo ¡me robaron la licencia! Pero oficinas y quejas personales aparte, si no reconocemos que ya el auto nos ganó la carrera, vamos derechito hacia una ciudad intransitable. Espero sí equivocarme en eso de ‘quesque’ somos y valemos por el coche que traemos. ¿Tú no? Por lo pronto, transitemos a pesar del congestionado tránsito cada día ¿mejor?

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2 comentarios en «Transitorios»

  1. Como siempre, otro excelente aporte de Don Álvaro y los que administran éste sitio web. Me fascina conocer todos esos datos de mi ciudad, pues a mis 25 años hay mucho para mirar atrás y conocer la historia.

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