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Numismata omnia…

Por Alvargonzález; 3 de marzo del 2003

En mi etapa de coleccionista, años fronteros de infancia-adolescencia, me dio por la numismática. Sí, claro que sabes que tan rimbombante nombre expresa la potencial manía de coleccionar monedas. Aquella mi tendencia confesa despertó falsas expectativas en el medio ambiente familiar, pues mis padres creyeron que a la larga sería yo un fortunato capitalista. O sea que aquel ánimo coleccionista me llevaría a convertirme en un gran financista acumulador de eso: de monedas, base de toda fortuna. El tiempo condujo al desencanto intrafamiliar pues me dio más por las letras fijas que por las de cambio.

La que llamo devoción literaria y andando mi laberíntica biografía, me condujo a embarcarme en una aventura temeraria: compra-venta de libros usados. Esa manía librera y prevalente me ha enfrentado con un hecho notable: el libro, como las monedas, es un circulante que trasciende fronteras y siglos. Así te puedo contar que hace años hasta la cochera que habilitamos como librería llegaron unos tomos impresos en Italia en el siglo 17 y con un nombre que te sonará extraño: ‘Numismata Omnia…’ y que traducido significa ‘Todas las Monedas’. ¿Cómo viajaron esos volúmenes -con sus preciosos grabados mostrativos de ‘quesque’ todas las monedas ancestrales- desde su punto original y llegaron sanos y salvos a mis manos? Misterio confirmante de lo ‘antesdicho’: el libro es un circulante.

Visto en esos viejos libros o cara-cara, el universo de las monedas es cautivante y sugerente. Sugiere entre otras muchas cosas, el hecho individual y colectivo de aspirar inútilmente a permanecer para siempre. Monedas romanas con efigies de emperadores olvidados; monedas europeas de Estados que dejaron paso a nuevas configuraciones políticas. Símbolos y sellos que mezclaban lo político, lo profano y lo mágico-religioso. ¿Mezclaban? Mira el Gran Sello (así dice abajo del círculo, Great Seal): ‘Annuit Coeptis’. Como algo de latinidades sé, te traduzco: el sujeto de la frase se infiere y es ‘EL’ (Dios) quien dio su anuencia y lo aceptó (when?). ¿Qué? Lee abajo: ‘Novus ordo seclorum’ o sea ‘el nuevo orden de los siglos’. Tratar de interpretar lo de esa pirámide con 13 pisos -al pie una fecha MDCCCLXXVI- más el ojo del Supremo en la cúspide, y que el Annuit Coeptis también suma 13 letras, nos ocuparía un espacio impensable para mi aportación aquí.

Monedas, símbolos circulantes. Y ‘pos’ allí lo dice des-veladamente: Dios ya aceptó (desde MDCCCLXXVI) el nuevo orden secular. Te lo digo mundo ‘pa’ que lo entiendas Irak. Te repito, lo de las monedas y billetes no se me dio, pero leyendo algo he aprendido de Historia, y la Teología y la Numismática hacen una mezcla explosiva. ¡Qué horror!

 

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