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Introducción

“Guadalajara… Era Cincuental”. “Parto, Partida y Partimiento”. “¿Qué Sigue?”, es un proyecto de Álvaro González de Mendoza que comenzó en 1988 como programas radiofónicos y terminó siendo un libro con tres títulos impreso a principios de 1992, en Guadalajara, México.

Es una obra que vale mucho como documento histórico para tapatíos y no tapatíos. Lo estaremos publicando en este espacio para que lo disfrutes capítulo por capítulo, uno cada lunes.

Comenzamos con la Introducción y el Prólogo escrito por Juan López Jiménez.

Álvaro González de Mendoza nació en Guadalajara, Jal., en 1947. Luego de concluir el bachillerato de química en el I. de C. pasó al Instituto Libre de Literatura, en donde comenzó a aprender a leer, a escribir y aún a hablar esta llana y castellana lengua; además comenzó a aprehender La Historia, en sí, y la del lenguaje –filología más que etimología–, en medio de papeles viejos de archivos y libros ancestrales. Aprendizaje y aprehensión interminables. Luego de una incursión en el periodismo local y en el escenario publicitario, durante los últimos 23 años se ha dedicado principalmente a “publicar” sus ensayos verbales a través de la radio y la TV tapatía. Luego de la fundación de XHUG, su voz ha sido pública, no sólo en el ámbito local, sino internacional, desde la BBC de Londres; así mismo ha hecho radio en España, Estados Unidos y la capital del país. Como historiador sus artículos han encontrado cabida en “Historia 16”, revista de divulgación histórica editada en España. Coordinó –trabajando para el Senado de la República– la edición de la primera historia conjunta y secuencia sobre las Relaciones Exteriores de México, obra de ocho tomos publicada en 1991. Ejerce sin título la rara profesión del verbotráfico… 

DEDICATORIA 

A quienes comparten la tesis de que La Historia es un infinito, exquisito y peligroso juego de palabras. A quienes creen que todos tenemos el derecho de dar nuestra propia versión de La Historia, y desde la banqueta por donde transitamos.

A Alberto Valenzuela R., S. J., quien perdió tanto tiempo tratando de enseñarme a jugar con las palabras. 

A Juanjo, Berta, Conce, Auris y Regis, cómplices de mi propia historieta. 

A Alvargonzález, sorpresa hermosa que me dio la vida, quien hace tres años comenzó a fabricar su historieta.

(A Alfonso, sine quo manu numquom haec literae…) 

Et ad quídam ego velum credidi sed ancora retexit/seipsa. Patritie.   

Álvaro González de Mendoza       

     

En Román Paladino 

Juan López Jiménez 

A ÁLVARO GONZÁLEZ DE MENDOZA le conocí, la verdad sea dicha, no sé dónde, no sé cuándo, no sé con quién y no sé cómo. He dejado de verle por mucho tiempo, sin embargo, cuando nos hemos reencontrado, parece, mejor, me parece como si ayer nos hubiéramos visto. Poco hace, Álvaro y yo nos encontramos en ceremonia familiar, de lo más bella y de lo más tierna; Álvaro orgullosísimo asistía a la fiesta de fin de cursos primarios de su hijita y, yo acompañaba a otro orondo padre de familia, el señor licenciado don Rafael Castellanos, a quien se le saltaban los ojos, cada que frente a él pasaba su hijito Rafael, quien como la niña, se despedía de su escuela primaria. En tan señalada oportunidad, mi amigo Álvaro me pidió que le prologara el libro, éste, que el lector tiene en sus manos. Estoy seguro que el autor equivocó el camino, pues, ¿qué puedo decir yo, que no se haya dicho ya sobre Álvaro? Como tabla de salvación, recordé aquello de que, quien hace lo que puede, hace lo que debe, de ahí que, con perdón de usted y del prologado, como prólogo digo lo luego dicho. Álvaro es un hombrón tranquilo y socarrón; risueño y sonriente; ingenioso y platicón; es un hombre cuyos ojillos brincones, inquietos y saltones, son como los de un espíritu travieso, qué digo espíritu; no, sus ojillos son como los de los duendes, de esos de cuentos de muertos y aparecidos, que todo lo saben, porque donde quiera han estado. Álvaro tiene unos ojos, perdón, unos ojillos de duende eterno, de los que saben de omnia re civile et celesliale y de algo más, a fuerza de vivir y beber la historia. Tan Álvaro es duende y, no solamente de los ojos, sino de todo su cuerpazo, que cuando uno menos espera, escucha la voz tranquila, cadenciosa y aterciopelada del autor de este libro, quien en buen y sabroso castellano, no narra, no conferencia, no discursea, en cambio sí platica uno y muchos sucedidos de la vida de ayer, de la vida de hoy y de la vida de mañana. De todas esas vidas se trata este libro, solamente que las vidas son de nuestra madre y señora doña Guadalajara; la “Tigra”, como la apellidara no tan subliminalmente el autor.

Por estas páginas el lector podrá ver cómo se funda y cómo se funde una población; cómo da sus pasos primeros y como hace sus pesos la “Tigra” guadalajarense, a estas horas ya famosa por sus cuatro costados y por sus cuatro y medio siglos de vida. Álvaro retrata a nuestra Guadalajara, con todo y la carga de sus personajes famosos, quienes siempre han logrado hacer la delicia malévola de los tapatíos. Cada personaje de esos de proloquio y de leyenda, más personaje que todos doña Guadalajara, revive al son de la palabra suave, cadenciosa, circunlóquica e insinuante del autor. A los ojos de Álvaro, habrá que sumar su risa, su risilla de esas de yo pegué, pero yo no fui, risa y risilla con la que sus ideas apostilla. El conjunto alvareño, que nunca, jamás alvaradeño, es el que hace la puntuación; así se pueden ver, oír, olfatear, gustar y tocar las comas y los puntos, las admiraciones y los puntos suspensivos, los dos puntos, el aparte y el final, pues, Álvaro los da a todo lo largo y ancho de su cuerpo, pero, muy especialmente lo hace con las cejas, las que a ratos son dos líneas paralelas que se trasmutan a arcos de medio punto, para luego ascender a ojivas, todo según la intención, todo según la pretensión. Álvaro tiene un gran ingenio, con él busca y rebusca cada una de las palabras que usa, las frases que logra, los períodos que cuaja, los discursos que gozamos; malabarea con las palabras, las une, las separa, las combina; al final de todo se ve como en un caleidoscopio, ni más ni menos, ni menos ni más. Álvaro con su gran y lúcida cultura ha escrito esta otra historia de Guadalajara, la que indudablemente será leída por usted, lector, con el mayor de los agrados y con el mejor de los resultados, pues para fortuna de todos, le ha quitado lo engolado y lo solemne y presenta esta obra “en román paladino, en cual suele el pueblo fablar con su vecino”; a fe mía que ésta es una historia “toda muy bien verdadera”… “que bien valdrá un vaso de bon vino”. Salud por y para el autor. Salud por y para el lector. Son los deseos del prologador.

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