Por Alvargonzález; 12 de noviembre del 2003
Debido a mi maestría en Obviología Nuclear, puedo asegurarte con toda certeza que es tan cierto como obvio el axioma de que “uno ve la Historia con la historia de uno…” Esto es, y para que resulte más claro, uno ve todo con los ojos propios; si me equivoco corrígeme y por favor te pido –amparado en la muy tapatía expresión del “‘pos’ ‘pérate’ pues”– que no hagas juicios frívolos a partir de tan contundente obertura de mi encuentro contigo hoy aquí. Permíteme decirte –o tratar– por qué ello viene a cuento.
Pocos espectáculos más estrujantes que una reunión de ex-condiscípulos: es contemplación dramática de añejamientos y como no pocos fuimos los que hicimos el arranque simultáneo desde el kínder hasta desembocar en la salida del túnel preparatoriano, estruja ver la forma como el calendario golpea (a los otros, claro) y luego del largo camino de la niñez a la juventud hasta llegar al borde del Insen (instituto nacional de la senectud). Después de la prepa, la divergencia, y eso enriquece las reuniones. Sí, ya me dirás que mejor pida mi cambio a secciones dedicadas al festín social y deje este espacio para cuestiones más a tono con la seriedad noticiosa; incluso podrás suponer que mi función aquí debiera estar más orientada al cronicón colectivo y no a mi chata y gris historieta personal. ¿Mencionar aquí a La Bazuca, al Ciego, al Chócolo, Mongol, Chori, Pingüino, Lechero e incluso al Chiveto o al Seco, compañeros de aquella prolongada aventura académica? ¿De qué se trata? Sí, de eso que obviamente te decía al principio y que nos hace tan semejantemente diversos: no contamos sino con la propia historieta para descifrar la enorme circunstancia que nos envuelve; con la propia mente para entender nuestro entorno.
Esos mis ex-compañeros –¿los ves jocundos testimoniando el cobro rasurante de una apuesta?– son parte de la condición de posibilidad (¡uf!) que sustenta mi raro oficio de ‘verbotraficante’. Dije ‘condición’ y por esa obvia razón: la historieta personal se va elaborando a base de condicionantes (la colectiva también, pero en escala mayúscula). Es decir: fuimos compañeros porque nuestros respectivos padres nos echaron a la carretera a estudiar la prepa (no tengo responsabilidad alguna en que la carretera a Zapopan de ayer, sea el callejón de ‘hoyendía’) y así nos hicieron compartir muchas horas de supuesto aprendizaje. Y las condicionantes lograron eso, obvio: condicionar la forma de ver mi propia circunstancia además de darle rumbo y traza a mi quehacer de ‘intérprete’ de la circunstancia colectiva.
Te digo o pretendo decirte eso: reunirnos los que hace 39 años salimos de la prepa –prepa-rados supuestamente para averiguar qué seguía–, me puso a pensar que más allá de calvas, canas, fortunas o infortunios y panzas advertidas (siempre en los otros), pienso como pienso porque allí y con ellos empecé a aprender a pensar. Eso y esos son parte de mi condición circunstancial… ¡Obviamente!
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Aurora González de Mendoza te comparte su escritorio:
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Sugerencia a los manejadores de este sitio tan inusual:
Al subscribirse uno y confirmar los siguientes pasos lo demás está en inglés, de por si que uno apenas español entiende y pues… de favor si se puede poner en español todo lo que está en inglés en este sitio y gracias por seguir esta terca necesidad sesual.
Hace unos meses me reuní por el ciber espacio con mis congéneres facultativos y resulta que… también les hallé defectos (yo no eh) como el de pocas palabras, parece que el tiempo les comió la lengua o mejor dicho los dedos. Por otro lado Álvar me preparó en el verbo tráfico y hago una extensa invitación a todos los aquí presentes a compartir sus días históricos sean cual sean.
A consecuencia de la historia personal de Álvar.