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El gran encuentro

Por Alvargonzález; 19 de enero del 2004

Los consejos no pedidos ‘mencantan’ porque soy masoquista. Así, una amiga me dijo: “debes escribir más claro porque ‘nosentiende’ lo que dices…”. Que uso palabras que no forman parte del extenso vocabulario de 400 términos de los jóvenes ‘hoyendía’; que soy gárrulo, y otras lindezas que la concejal bienintencionada me señaló en tu nombre y en defensa de tu tiempo. Después de repensar su encantadora aportación, díjeme: “es cierto, debo contar las cosas en forma más entendible”. Y sabiendo que el lenguaje deportivo es comprensible, entonces…

El Gran Encuentro tuvo todas las características de un ‘clásico’, o más, pues se trataba de dos ¡selecciones nacionales del mismo país! que esperaban alzarse con el triunfo (ese lenguaje implica ciertas obviedades) y aquel 17 de enero. La cancha elegida por Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga, como director técnico, y por los asesores del que podemos llamar equipo defensor o ‘Insurgente’, fue un extenso valle delimitado por un río y un puente. El equipo citado para el partidazo allí, iba bajo las órdenes de Félix María Calleja del Rey (ése su nombre) y aunque tenía menos jugadores, era sabido que contaba con mejor preparación para el rudo encuentro. Como en ese deporte, ‘footheads’ o patear cabezas, las reglas siempre están por escribirse y para no respetarse, los defensores llevaban un contingente de cerca de 100 mil, si bien la mayoría más aptos para la banca que para jugar como titulares; los atacantes apenas si eran unos siete mil y les dejaron la peor parte de la cancha, pues debían remontar una colina para anotar un ‘sanchutazo’ a tiempo (la ventaja es que ese deporte es ‘hasta agotar existencias’). En la alineación del cuadro defensor figuraban nombres estelares como Allende, Aldama, Abasolo, Torres e incluso un feroz cañonero; Fletcher, importado del norte. Entre los atacantes que vestían la camiseta de ‘Realistas’, apellidos menos conocidos en el fichaje histórico como los de Emparán, Flón, Villamil, Iberri y Pastor. Después de una noche de festejo anticipado por parte de los defensores, pues ya sabes que los muchos suelen ganar sobre los que no son tan muchos, el cañonazo que dio comienzo a las acciones sonó poco después de las siete en saliendo el Sol. ¡Fuego! Como mi amiga me reprende si te explico la diferencia entre ‘estrategia’ y ‘táctica’, baste decirte que la estrategia de Calleja consistía en envolver con una pinza a los defensores, con puente, río y colina en su contra; difícil faena. Durante siete horas aquello fue un ‘tirafloja’ en la media cancha hasta que ¡bum! Sí, un tiro bombeado por parte de los atacantes -la suerte también cuenta-, acabó con el polvorín de los defensores y se aulló el final del Gran Encuentro con el triunfo a favor de los atacantes. Los derrotados, sin esperar autorización de la FIFA, a pelarse pa’l norte iniciando así una moda nacional. ¿Independencia?

Cuatro meses y un día después del Grito de Dolores, allí en Calderón y cerca de Zapotlanejo, se acabó la guerra de Hidalgo; 121 días contados al 17 de enero de 1811. La Historia, como yo, confunde…

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