Por Alvargonzález; 9 de diciembre del 2002
Relativamente lejos de la entonces compacta ciudad, y aunque llamada oficialmente por sus propietarios ‘Hacienda del Rosario’, yo considero que más bien fue una casa campestre, de recreo ‘finsemanero’, lo cual no impedía que estuviera situada en medio de campos de labranza también pertenecientes a los muy conocidos y porfirianos hermanos Cuesta Gallardo. Con todo, las verdaderas y grandes haciendas de ellos estaban por los vientos de Atequiza.
Manuel, quien era ahijado de bautizo del republicano dictador, Don Porfirio, fue el último de los gobernadores de Jalisco designados por su elector padrino. Ya he tratado de contarte aquí algo de él y de su casi casa -la de Los Abanicos-, y dicho así porque irredento soltero la adquirió para quien era su casi esposa… Del otro de los hermanos, cuya vida concluyó al negarse a prestarle dinero a Pancho Villa (el general se ofendió porque le dijo bandido e ipso facto lo despachó a la zona del silencio) no he podido recordar su nombre. En todo caso Manuel y su hermano construyeron esa mansión aledaña a la ciudad, en donde seguramente se reunían con sus pares linajudos.
Imagínate al irse desperezando el siglo 20, una Guadalajara en donde apenas si transitaban automóviles. ¿Cómo fueron llegando? Por tren, y por ninguna otra vía puesto que las carreteras eran asunto futuro. Aquellos pocos autos que comenzaron a arribar finalizando el 19 y a ganar espacio urbano en la década final del Porfiriato, eran ya el augurio de un cambio de ritmo en la convivencia urbana normada hasta entonces por el trote de cabalgaduras y transeúntes. Durante siglos fue así, pero con la llegada del nuevo aliado mecánico, las cosas iban a tomar otra velocidad. ¿Te parece bien andar hoy a 80 km por hora? Es razonable, creo, ¿o no tiene acelerador tu auto? ¿Traes rosario en el espejo?
Año más o año menos, no modifica sustancialmente el hecho registrado en la Hacienda del Rosario; en sus campos aledaños. Fue entre 1908 y 1909 cuando los hermanos Cuesta convocaron para realizarse allí ¡la primera carrera de automóviles! Y no creas que fue una cosa local puesto que tú sabes, las relaciones son eso y para eso, y a la invitación acudieron apellidos motorizados desde la Mesa Central; máquinas y aristocráticos pilotos vinieron a competir contra los locales. Las crónicas hablan de velocidades de ¡hasta 50 km! Vértigo…
La carrera comenzó allí, urbanamente hablando. ¿Quién la detiene? Dímelo tú…
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Última llamada: esperamos te anotes como lector para la conmemoración del tercer aniversario luctuoso de Alvargonzález en lo que queda de este mes. Sería una pena cancelar el evento, ya que se trata de un delicioso y nutriente texto inédito. En ti está que se lleve a cabo; Allá Tú…
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Yo ya me había apuntado para la lectura. Gracias.
Favor de anotarme como lector para el dia 16 julio
Como siempre buenos relatos del maestro Alvar González