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Ambigüedad y precisión

Por Alvargonzález; 7 de agosto del 2002

La brevitud que exigen tu tiempo y la concisión propia de un buen diario, me obliga sólo a enunciar algo de lo mucho que sugiere el vetusto grabado inspiratriz.

Existen en nuestra lengua los llamados sustantivos ambiguos, que no era impropio usarlos en ambos géneros. Te pongo una serie de ejemplos que te sonarán a anacronismos pero ello no los invalida: el calor, o la calor; la mar y el mar (recuerda que a Colón se le nombró Almirante de la Mar Océana); ríos y rías. Y si alcanzas a leer lo que dice la cantera multicentenaria y labrada, advertirás que se lee “LA PUENTE…”, así en femenino, y  colocada en un pilastrón de una estructura cuyo nombre pervertido seguro has oído. ¡Claro que sí!

Enunciada la existencia de los sustantivos caídos en desuso pero que oyéndolos tienen su encanto, enfilamos a otro asunto: el origen de los apellidos. Cuento largo en medio del cual no es difícil descubrir que algunos tuvieron relación con lugares en donde el Señorío prohijaba a su familia, entendida ella en el sentido románico: así los Del Bosque, o Del Monte, Del Río, De la Cuesta o Del Valle hacen referencia a sitios concretos de hace ‘cientosmuchos’ años. Luego tal vez el ‘de’ se suprimió y quedaron simplemente las vinculaciones primarias del origen del nombre familiar. No se requiere ser un genealogista consumado para advertir la procedencia original del apellido La Puente. ¿O sí? El patronímico seguro se originó por la prosperidad familiar en torno a ¡una puente! ¿Grande?

Vamos directo al tercer asunto: la enorme distancia que logra darse entre nombres oficiales y nombres populares al paso del tiempo.

Sucede que en el siglo 18 fue realizada una de las obras de ingeniería más prodigiosas en todo el Continente y me atrevo a señalarla como tal. Para salvar el caudal de un gran río -hoy aniquilado por el progreso-, se cimentó en el lecho la estructura y con un mortero primitivo, mezcla de arena, cal y sangre de buey, fueron conjuntadas las piedras de la arquería que sustentó el terraplén del Camino Real. Tan bien construida resultó La Puente, que ‘hoyendía’ sin mantenimiento digno de su monumental significado, por allí transitan vehículos que superan por decenas de toneladas el peso de las carretas y diligencias para los que fue diseñada (o).

“LA PUENTE DE SAN ANTONIO DE THERAM”, ese el nombre oficial del ¡Puente Grande!  ¿Te suena eso de ‘Puentegrande’…?

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1 comentario en «Ambigüedad y precisión»

  1. Fíjense que a cada rato veo en las telenotas los cientomil muchos puentes que se han caído en los últimos años solitos (no los destruyeron a drede como a otros puentes antiguos), quesque «made in» tecnologías de punta, caídos a la menor provocación y eso que cuestan más de dos ojos de la cara. ¡Y ver para creer! como el Vallero ya no está tan solitario y sigue el tráfico verbal gracias al puente sólido que creó.

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