Por Alvargonzález; 1 de septiembre del 2003
‘Mencantan’ las discusiones barrocas enmarcadas en el “¿está bien dicho..?”, y de las cuales trato de zafarme a la brevedad posible porque más que ser árbitro del lenguaje soy un modesto admirador de esa hechura tan democrática como multisecular. Y dicho lo anterior te deseo y envío saludes a ti y a los que bien te rodean; ni modo que te desee lo contrario, o sea ¡enfermedades!
Si la función de un buen diario es notificarte lo que ocurre -noticias darte-, no puedo menos que hacer lo mismo y con respecto a ese asunto comunitario y profundo que es el lenguaje: por el uso volátil que damos a las palabras no tenemos tiempo de aquilatarlas. Paso al ejemplo concreto y con una pregunta con resabios metafísicos: ¿cuántas ‘felicidades’ hacen la pretendida -por mí, al menos-, ‘felicidad’? O sea que bien vista la cosa, resultaría una verdadera imbecilidad eso del “felicidades” tan oído y dicho (y yo que te acabo de decir que no soy árbitro del lenguaje…) a no ser que aceptemos que la felicidad está hecha de ‘felicidadcitas’ o de partículas atómicas sustentantes. Y peor te la cuento: el recurrente y usual “¡saludos a…!” no es sino una perversión entre fonética e idiomática del “saludes”. De nuevo te molesto con otra pregunta con olor a botica: ¿cuántas ‘saludes’ hacen la ‘bienamada’ ‘salud’? Si tienes la respuesta envíasela a la OMS que sesudamente define la tal salud como “la ausencia de enfermedad”. O enfermedades…
Contemplando la estantería de la vieja botica con sus botámenes (pomos) colocados en ella museográficamente -esas boticas fallecieron con sus boticarios para dejar paso a la medicina en serie y tan seria que no puede curar ninguna enfermedad terminal a quien le ha llegado su ‘momentum finalis’ (paradoja)-, no puedo sino decirte y desearte ¡salud! ¿Entiendes? Es lo más sublime que se le puede desear al prójimo. O saludes y que no caigas en ese trapiche sanatorio y extractivo, tal cual, que es la medicina global; la farmacopea globalizada. ¿Te gustan las noticias y las medicinas? Después de la industria bélica -la del cañón pa’ la matazón-, la segunda más rentable en la globa terrestre es la del ‘sana sana colita de rana’. Te digo: la pobre madre tierra está entrampada en paradojas y así el dolor propio es placer financiero para otros. ¡Salud! Y si no me crees consulta a tu médico (cuya antesala está llena de promotores de medicamentos rentablemente novedosos)…
P.S.: en aras de la salud del lenguaje, lanzo una proclama en pro de la abolición del “¡salud!”. Anacronismo estúpido (perdón), pero que ca’quien estornude cuantas veces le venga en gana siempre y cuando no salpique. ¿Con qué derecho interrumpen mis sabrosos y jugosos estornudos cobijados con paliacate reglamentario -a veces-, los que me dicen “¡salud!” si nada me duele?
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Hablando de «salú» y sus beneficios económicos, aquí un buen reportaje: http://www.youtube.com/watch?v=29QBDU2Qrq0
jajajajajaja escribe re bonito don Álvaro
¡Achúu!
La salud es artículo de lujo por lo que un ser querido quiere hacerle un bien a otro al menos combatiendo con la palabra a la enfermedad; total que si es cierto que uno apenas estornuda y hasta se cohibe con tal de no salpicar tanto y hace la maniobra del codo, mano, paño y en su mente le intenta dar la orden a la nariz y la boca de no sacar o expeler el mal a otro ser cercano y hasta piensa en la molestia del tal cercano que con todo y su incomodidad de no poder alejarse antes del suceso todavía le tiene que «perdonar» y desearle recuperación en forma sincera.Intentaré estresar menos al estornudo a petición de mi amigo obviólogo nuclear de cabecera.