Por Alvargonzález; 21 de mayo del 2003
Algo sé de urbanidad y algo también de urbanismo sin que me considere un perito en ninguna de esas u otras materias. Con respecto al segundo asunto -urbanismo- leyendo y releyendo me he enterado de la forma en la que crecieron las pueblas-pueblos: de un centro gravitacional, en derredor fueron surgiendo los llamados ‘barrios’ que a su vez tenían generalmente un epicentro templario o templo patronal. Te digo, leyendo y releyendo se puede uno hasta enterar de que la denominación deriva del árabe ‘barr’, que no significa otra cosa que ‘en las afueras’. ¿De dónde? Del centro compacto y medular; separados o más o menos alejados de ese punto de convergencia central.
El hecho hacía brotar en sus habitantes una doble identidad topográfica y a la pregunta del “¿de dónde eres?”, no era raro tener respuestas como “soy de Guadalajara y del barrio de Analco” o del Santuario, o de Mexicaltzingo o qué sé yo. Doble identidad de pertenencia y de orgullo pues ser o pertenecer a tal o cual barrio era elemento diferenciante. ¡No me confundas con los de allá! Es un ‘pocomucho’ parecido a lo que ocurrió al galope de la segunda mitad del siglo 20 cuando la minúscula Guadalajara se lanzó vorazmente a la colonización de las tierras ejidales circundantes -las hizo ‘colonias’- diferenciadas y clasificantes pues no son lo mismo ‘Lomas de Aguasnegras’ que ‘Portonazo de Platino’. ¿O sí? No me confundas por favor…
Mira, la foto no es mala -siempre trato de mostrarte mis mejores fotos y obtenidas con mi mejor objetivo-, pero pésimas fueron las ocurrencias del vecindario. ¿El objeto de la foto? Que veas que no invento y en el caso concreto objeto y objetivo se enfrentaron con una triste realidad: la casa añeja ha sido remendada y repintada de peor que de mejor forma, y apenas se alcanza a distinguir una figura que le dio nombre a un barrio y rompiendo las normas esas que te mencionaba: aquí no se trata de un templo sino de la inventiva de un maestro albañil que incrustó allí una ponzoñosa imagen apenas perceptible. ¿Alcanzas a distinguir un alacrán? ¡El temible Barrio del Alacrán tomó su nombre de ese punto preciso, en una esquina de la calle de Industria! Quizá, especulo, era el lugar de reunión donde la bandada juvenil, peor que mejor intencionada, se reunía para planear sus incursiones y fechorías al otro lado (hacia el oriente) del río que fuera partitivo de la ciudad: el de San Juan de Dios. ¡Cuidado con los del Barrio del Alacrán! De mala, de muy mala fama gozaba aquella pandilla en las primeras décadas del siglo anterior y su recuerdo muestra que quizá hace rato la urbe empezó a extraviar el sentido de urbanidad. ¿Será?
Hola. Comentar que no me fue posible estar en la feria del libro, pero sin duda deseo adquirir el ejemplar del vallero. En dónde lo adquiero? Saludos.