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¡Chila chocó!

Por Alvargonzález; 9 de mayo del 2002

Había una vez… Ya sabes, así comienzan los buenos cuentos; y las buenas historietas también. Entonces, comencemos: había una vez una ciudad entre renacentista y medieval llamada ¡Guadalajara!

Las ciudades de entonces, como casa comunitaria, tenían puertas o puntos fronteros llamados –por herencia árabe– ‘garitas’. Guadalajara, vaya obviedad, desde recién nacida tuvo cuatro puntos cardinales ¿Me crees? Lo que ya no resulta tan conocido o memorable son sus cuatro portones urbanos hacia los respectivos vientos de la tal cardinalidad: hacia el norte; la garita de Piedras Negras, hacia el sur; la del Tepopote, al poniente la de Leal, y hacia al oriente de la San Pedro.

Había una vez una villa periférica, satelital de la ciudad, que surgió con ese nombre: San Pedro, en los llanos del Aquepaque, y a la cual la industria de lo exótico –la del turismo–, le dice ahora Tlaquepaque. El tal San Pedro estaba lejano y era paso ya del camino real que vinculaba a la ciudad con la Mesa Central.

Apenas en el siglo XIX la villa quedó vinculada con Guadalajara, gracias al tranvía de mulitas que debían de ser remudadas antes de acometer la última subida. Al lugar del recambio se le quedó el nombre de ‘El Paradero’, y fue precisamente allí donde surgió un club, casa matriz de otros que fueron trasplantados a zonas más alcurnes de la ciudad. Y al club fue un buen día Chila, dama de la sociedad tapatía, y del club regresaba la buena Chila cuando por lo que quieras y gustes se estampó con su auto en la Garita de San Pedro.

Te estoy hablando de los alrededores del año 50 del pasado siglo. Te estoy hablando del sexenio en que Guadalajara empezó a pronunciar la vaporosa palabra ‘modernidad’. Era el mero sexenio de la ampliación de calles bajo el tácito lema de: “¡muera la ciudad colonial; viva la ciudad tipo americano!”.

Chila regresó a su casa, allí por la Av. Juárez, para ser velada. Dramático, sí, pero más el hecho de que la Garita de San Pedro fue condenada a muerte. Ese portón urbano por donde pasaron Hidalgo, Juárez, liberales, conservadores, franceses, republicanos, don Porfirio y revolucionarios de toda laya y especie; fue ‘ejecutado’ luego de que Chila chocó allí. Lógica pura del urbanismo incipiente y errático: estorbaba, era un peligro para los automovilistas. O para los automóviles, objeto primordial de la moderna planificación. Todo lo que estorbe al auto, incluso los ciudadanos transeúntes, hay que quitarlo. ¿Me equivoco?

Ninguna de las otras garitas tuvo la monumentalidad de la de San Pedro y por esa razón que te mencionaba: era el símbolo de vinculación con la Metrópolis única del país; con la Gran Ciudad rectora y factora de lo nacional.

En la foto de finales del XIX, podrás ver –con cierto esfuerzo– huellas de metralla, pues también era bastión defensivo. Arbustos y nopales arraigados en los adobones que formaron su masa sustantiva y fruto del descuido. Como haya estado, era la puerta principal de una ciudad que nació entre medieval y renacentista.

Pero una buena tarde, después de buena fiesta en El Paradero, Chila chocó y el ‘goberenturno’ decidió cobrarle a la garita el accidente. Allí, en su lugar, surgió La Plaza de la Bandera. Hermosa ¿no? Digo, la historieta…

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2 comentarios en «¡Chila chocó!»

  1. Buenas, saludándote esperando te encuentres bien. El día de hoy (10/oct/2016) te transferí algo, sólo confírmame de recibido, tal vez se refleje mañana. Gracias.

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