Saltar al contenido

Memoria

Y Luego…

Por Alvargonzález; 6 de junio de 1996

El tío Alfonso salió bien librado. Con sus casi cien, y contados desde su nacimiento el siglo pasado, hace tres meses concluyó la faena casi como quiso; y digo “casi” porque alguna vez que de ello hablamos, me dijo socarrona y roncamente que su ilusión era concluir en la cama… ¡a manos de un marido ofendido! La segunda parte no se la concedió el señalador de los pun­tos finales de ca’quien, y pienso que aparte de buena voluntad, ya no podía ofender a marido alguno por medio de su cónyuge.

Lo de “tío” me brotó cuando me contó que allá por el 916 cortejó a Esperanza, ella sí tía consanguínea, cuyo punto final le fue marcado en el 95 y a quien Alfonso Ruiz quiso bien. Él, In­geniero-de-los-diantes (lo cual significa que además de haber aprendido a ma­nejar la regla de cálculo, también aprendió a leer y a escribir, cosa que ya no ocurre), fue novio de la tía Espe­ranza.

Todo esto te lo cuento porque algún día espero compartir contigo las tardes de conversas memorables que tuve con él, quien viera entrar a Villa en Guadalajara escoltado por sus Do­rados. “Todos ellos montados en alaza­nes tan idénticos que parecían haber sido paridos por la misma yegua”; o compartir la visión pretérita de la “bicicleta de Ahumada”, que no era otra cosa que la primera aplanadora y de vapor que llegó a la ciudad para apiso­nar calles antes de comenzar a tapizar con chapopote la tosquedad fértil del Valle de Atemajac. Lo de “bicicleta” era un decir popular que hacía referen­cia al gigantón de Ahumada, entonces gobernador del Estado. O tal vez te contaría de rebote cómo su familia quedó sin tierras –sin la Hacienda de San Antonio y Santa Edwguiges (como estaba en las escrituras)–; tierras que el reparto convirtió en ganancia de repar­tidores y donde se construyeron fraccionamientos (Jardines del Bosque) y Plazas (del Sol) y cientomil muchas casas.

Pero eso lo dejamos para otro día, y espero no olvidarlo porque es cuento jugoso y con médula. Pero y ¿si lo olvido? ¿A ti no se te olvida nada, nunca? A mí mucho y frecuentemente.

Me sorprendía la memoria del tío Alfonso. Fechas exactas y cotejables. “Cuando mataron a Villa el día…”, y por si fuera poco tenía una fórmula –que la sé pero no he podido memori­zar, fíjate– para montarle a las fechas el día de la semana. Fuera de serie; extraordinario. A través de su conversa vi desfilar algo de nuestra historia; de la tuya y de la mía que vivimos aquí en la suavepatria.

Se marchó el tío Alfonso, y para colmo de males quienes hace buen rato se llevaron (robaron) mi auto, en la cajuela, me desfilaron muchos casetes que guardaban su voz. Tan mala mi memoria es que quise grabar –eso es ¡grabar!– indeleblemente su testimonio. ¿Por qué no me dejaron la cajuela los ladrones? Mucho perdí en ella ¡de mi memoria! Un trozo de archivo se fue.

No fue un hombre virtuoso. ¡Qué va! Humano sí. Esto viene al caso porque quién sabe cómo funcione el cerebro y cuáles los factores desgastantes, que en términos lógicos tendrían que haber acabado con la sesera del tío Alfonso antes que su cuerpo se durmiese. Ahí tienes a los siempre avispados científicosnorteamericanos, tratando de descifrar ese misterio: ¿cómo funciona el cerebro?; ¿por qué en unos casos llega hasta el final trabajando perfectamente, y en otros ¡paf!, se borran los registros? ¿Virtuoso el tío Alfonso? Como muchos de nosotros, repasó con solvencia prudente la lista de los pecados capitales…

Lo’tro día y en otra ciudad, amablemente mi cuñada me agenció hospedarme en casa de sus padres, a quienes –claro– conozco hace años. Su mamá, una señora que indudable y virtuosamente practicó lo que Pitigrilli denominó la profesión más antigua: ¡la de ama de casa! Vivió entregada a sus deberes conyugales a lo largo de su maridaje. Allí vive ella en su casa –otra obviedad–, pero ella ya no vive allí, sino en otra realidad en la que el futuro no existe. ¿Habías percibido que sin memoria no hay futuro? Yo no lo había comprendido bien hasta una vez allá por el comienzo de los ochentas en que oí decir a alguien que se daba cuenta de estar perdiendo la memoria, que de seguir el proceso quedaría muerto en vida, pues sin la tal memoria ¡nada!, ninguna posibilidad de darle rumbo al tirar pa’lante. A quien oí de refilón decir eso, fue a Luis Buñuel.

“Ejercítala –solía reiterarme el tío–, así te durará más”. No sé si tenga fundamento científico su recomendación, pero ¿te confieso algo? Me da pereza hacerlo. ¿A ti no? Además he descubierto que la mía es chiclosa, o plástica, lo cual queda en evidencia cuando después de años retorno a lugares que había visto y a los que mi memoria se ha encargado de hacerles añadidos o modificaciones. Es como si se tratara de una escultura en vías de hechura, más que un bloque terminado de labrar. Además mi registro está repleto de hechos sin trascendencia, y en él me cuesta trabajo localizar datos que sí son relevantes para mi quehacer o mi vagar por el tiempo. Además he aprendido que para ser feliz, hay que aprender a olvidar.

Eso es, y tal cual te lo digo: ¡hay que aprender a olvidar!, lo cual significa que hay que aprender a recordar lo memorable y descartar lo otro.

Si me equivoco –insisto– corrígeme, pero creo que el ser individual, tú y yo, somos una mezcla ingeniosa de olvidos y recuerdos. Ni podemos vivir con puro olvido –te digo, lo percibí hace pocos días viendo con respeto cómo una señora comenzaba a hablar y no podía seguir porque olvidaba la palabra dicha–, ni se puede vivir tampoco sólo de recuerdos. Necesitamos de esa mezcla proporcional. ¿Habrá alguna ejercitación para aprender a olvidar? Retener y descartar, vaya proeza de equilibrio racional y emocional.

Vuelta con el memorable tío Alfonso. Él tenía su historia personal, y su visión de la Historia colectiva. Como todos, con variantes o versiones, y no me digas que no tienes varias versiones de tu biografía porque me harías sentir que no nos parecemos. Eso es: sin apartarnos de una verdad fundamental, presentamos versiones. ¿Tú crees que me dejarían escribir en este diario si supieran que…? Mejor otro día te cuento de cómo –por pudor, por modestia, y por mil causas– nos da por el maquillaje biográfico; mostrar hasta donde queremos que otros vean, nuestra miseria humana. Tratamos de usar lo mejor de nuestro pretérito para hacer mejor el futuro, eso es todo.

En el caso de la Historia colectiva debería ser igual: apoyarnos en lo mejor para mejorar, y descartar lo no tan bueno. Pero no sé por qué el procedimiento se invierte, y recordando lo peor tratamos de… ¿mejorar? O a veces con profunda amnesia tratamos de seguir escribiendo la biografía colectiva y no funciona. Pero como dices tú: ca’quien, pero hay que tener en mente –en la memoria– los riesgos. Graves, porque si se enreda la memoria, enredados estamos.

Somos capturistas de datos y borradores de ellos. Nadie aún sabe por qué ocurre en ciertas gentes que se les borre el registro, y nadie sabe por qué hay países que no saben manejar ese proceso de olvidos y recuerdos llamado Historia; manejarlo bien.

Por cierto, ¿sabías que para ser un gran mentiroso se requiere una gran memoria? No sé por qué te digo esto último, ya se me olvidó a qué venía al caso. Tal vez pensaba en que mito e Historia de la mano van. ¿Van?

Comparte si te ha gustado

1 comentario en «Memoria»

  1. El valor de la conversa de Alvar radica en que te hace pensar y reflexionar para aplicar los conocimientos a otra situaciones actuales que vivimos. Sin memoria no hay futuro, sin memoria la CPU de la computadora es inútil, tan inútil como nuestra inteligencia. La memoria es poder, tan poderosa como el dinero; hay muchas maneras de no tener memoria como: estar vacia o falta de conocimientos, pero la peor manera de no tener memoria es llenarla de basura, una de las formas de la basura son los virus informáticos, que en el humano es la locura, rencores, odio, fanatismo; aparte es la basura de los medios de comunicación. Actualmente nuestra memoria se llena de Trump, EPN creando mitos que hacen historia a favor de sus creadores, y en contra de la mayoría que vive (?) de esperanzas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.