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Diseño (geo)gráfico

Y Luego…

Por Alvargonzález; 4 de julio de 1996

Creo que debí haberlo hecho antes, y eso me hubiera evitado el sentido de extravío dominical que me acompañó a lo largo de buenas horas. Repensándolo, rectifico: estuvo mejor que lo haya hecho después, partiendo de lo concreto a lo abstracto. El ‘a posterio­ri’ me permite recrear con la memoria un camino tan encantador como dominical. Tuve un domingo envidiable y verás por qué, digo, si le sigues con la lectura.

Siempre lo he creído un método económico de viajar; económico y exigente de imaginación. Te pones un mapa enfrente, y enciendes ese motor poderoso que es la tal imaginación, y vas a asomarte a lugares de los que has leído o te han contado esto o aquello. En mi caso esos viajes estáticos y preliminares han sido preámbulo del hecho físico de partir, llegar y ver. Del mapa –abstracción ilusoria– a la organización de elementos –tiempo y dinero– para acceder a sitios que en ocasiones no están ni siquiera muy remotos.

El domingo fui y vi, pero todo resultó tan intempestivo –“vamos, te invito”, me dijo horas antes mi amigo Luis Cerna– que no tuve tiempo de “subirme” al mapa antes de echar a ro­dar por la carretera rumbo al Norte. Eso sí lo tenía muy claro: íbamos rum­bo al norte franco de un Estado que tiene un norte muy singular. ¿Has visto con detenimiento, simpatía, estupor, benevolencia, sorpresa o desapasiona­damente cómo es Jalisco pa’arriba? No soy nadie para arrancarte cualquier vestigio de inocencia geográfica, pero convencionalmente todo mapa visto de frente, tiene el norte justamente hacia allá: pa’rriba.

Desde hace años tenía la histórica curiosidad, o la curiosidad histórica, de asomarme al Real de Bolaños. ¿Real de realeza o de realidad? Tal vez algún día tengamos tiempo para conversar acer­ca de ese maridaje teocrático entre tro­nos –asiento de realezas– y lo que podría llamarse “la realidad” por de­creto de testas coronadas. En todo caso por el momento sirva recordar que donde se encontraban metales precio­sos (apuntaladores de realezas), recibían en tiempos coloniales el genérico de “Reales”.

El Real de Bolaños no fue la excepción, al norte –insisto– del Estado. Tal vez si escribiera para esos suplementos llenos de acidia cultural, me lanzaría ahora mismo con la historia de Almíndez Chirino –el conquistador– y el hecho de que Toribio llegó junto al río, en 1540, y encontró eso que a todos nos gustaría hallar: oro. Toribio, faltaba más, se apellidaba Bolaños. Te contaría que el llamado “estilo plateresco” fue posibilitado precisamente por lo que fue metal precioso y ahora es más materia prima: la plata, que permitió también la contrata de arquitectos y canteros prodigiosos. Bolaños, así a secas, es ciudad –por decreto ya no real sino de la realeza federal– desde 1833. ¿Realmente es una ciudad? Es un caserío proveedor de emigrantes, con una mina que sigue produciendo y después de siglos; un caserío preñado de historia. ¿De Jalisco?

Como la carretera que lleva a Bolaños –proeza de ingeniería–, después de muchas curvas he llegado a donde quería me acompañaras: a ver el mapa. Con todo el cariño que le tengo a mi Estado natal, viéndolo bien y de frente, no puedo menos que reconocer que está malhecho; y mucho. Apasionada y jalisciensemente (pleonasmo), tal vez afirmaríamos que los que están muy malhechos son los siete (¿siete?) Estados colindantes, y por ello la figura contorsionada del pujante Jalisco. Culpas de otros que sufrimos nosotros, me dirás.

No existe, claro, la carrera de Diseñador Gráfico-Político. No explícitamente, pero sí en la realidad histórica (vuelta con lo mismo) y con lo que ello signifique. Yugoeslavia, pongo un caso extremo, acaba de ser rediseñada; África, otro caso ‘in extremis’ fue rayada el siglo 19 por los europeos (¿quiénes mejor que ellos para el Diseño Gráfico-Político?), pero de una forma tal que las líneas separadoras de países le hicieran ingobernable: ni respetaron etnias ni accidentes geográficos, sólo conveniencias de ingleses, alemanes, belgas y franceses. África continental no puede funcionar así. Claro que no.

Al viejo O’Gorman tuve la oportunidad de conocerlo en su casa (museo) en San Ángel. Él es el autor de un libro sobre la evolución del Diseño Gráfico-Político en el país, que con sus mapas y textos contraviene la pereza mental mía que por comodidad imagina que desde siempre la hermosa Federación Mexicana ha sido como ahora es. Nada. En siglo y medio, las líneas partitivas de Estados han bailoteado a ritmo de diseñográfico y cajas de tambores con acompañamiento de clarines, bandos (no bandas) y decretos.

Así, la “Historia de las Divisiones Territoriales de México” de Edmundo O’Gorman, nos lleva desde principios del siglo anterior hasta la partición estatal de la Constitución del 17. En el principio fueron 12 Intendencias más los gobiernos de las dos Californias, el Nuevo México y Tlaxcala; en 1824 se convierte el país en 19 Estados y 4 territorios, con Tlaxcala y el Soconusco inciertos; en 1843 El Centralismo (tal cual se llamó el régimen imperante) incorpora el Soconusco y convierte la República en 24 Departamentos; la Constitución del 57 encuentra la suavepatria reducida (luego de la amputación de “sobrantes”) y formula 23 Estados y un Territorio (Baja California peninsular íntegra); el Imperio –Maximiliano– crea 50 Departamentos y el viaje entre don Porfirio y don Venustiano, es de ajustes e imprecisiones que se zanjan por decreto –¿te acuerdas de la Realeza y la “realidad” emanadas del trono?– con 29 Estados, 2 territorios (su deshabitación les confería tal título a la parte baja de la península californiana y a Quintana Roo) y un ¡Distrito Federal!

Tú y yo sabemos que como Jalisco no hay dos. Claro que no, porque viéndolo bien, Jalisco es el paradigma –ejemplo– de errores de diseño geopolítico que traban y mucho la administración nacional. Por favor no pienses que justifico a Maximiliano y Carlotita; no, pero el trazo de cartógrafos mexicanos bajo su efímero Imperio es el más lógico de todo el desfile de divisiones territoriales, pues se ajustaba a las peticiones naturales de la suavepatria, con sus ríos y sierras Madre que le dan una Constitución física a las regiones en donde habitamos los paisanos. Si el buen gobierno se traduce en buena administración, mucha empresa es administrar un Jalisco ejemplar, cuyo trazo carca de más lógica que la política. Viéndolo de frente y en el mapa, es bonito, pero ¿funcionalmente diseñado? Dímelo tú.

Te decía que fui al norte del Estado. Vale la pena el viaje, pero como dices tú, a veces los tontos viajan y regresan doblemente eso. A mí se me ocurrió pensar tonterías: que tal vez el diseñador gráfico que trazó el mapa interno –geopolítico– nacional, no quería a México. ¿Se nota? Ve el mapa…

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Banco Bajío, número 17895475

A nombre de la AC. “Alvargonzález el Vallero Solitario”.

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