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¡Hola!

Y Luego…

Por Alvargonzález; 11 de julio de 1996

A Ronza he tenido la oportunidad de verla-oírla un par de tres veces (¿es­tará bien dicho así o los pares siempre son de dos?) y en casa del Nacho amigo. Es más: no sé siquiera si Ronza se escribe con “z”, pero como se escriba estoy seguro que no se trata de su nombre de registro (Registro Civil), sino de navegación social; como una quesque Mayita a la que sus padres le montaron el nombre horrísono de Amalia, o un Rafael que profesional y funcionalmente se llama Mito. Nom­bres de navegación social, insisto, como el de la encantadoramente sim­pática Ronza, y ca’quien es libre de lla­marse como quiera.

Eso es: ella tiene un extraordinario sentido del humor. Cosa rara en las mujeres, y desgraciadamente carezco de ayudas estadísticas para fundamen­tar la afirmación de que por cada diez hombres con sentido de la comicidad, se registran .03 mujeres con el mismo y escasísimo humor. ¿No has notado la terrible escasez de comicidad que sufre la suavepatria? ¿No acaso a tu alrededor encuentras más hombres que mu­jeres chistosos? Con “chispa”, como solía decirse.

Pero ahora ni siquiera trataré de encontrar las profundas raíces del deficiente humorismo nacional (y no hagas caso del mito que dice que el pueblo mexicano es de los más chistosos del universo; falsedad que se ve hasta por la tele). Más bien me referiré a uno de los nutrientes universales del humoris­mo, y que Ronza maneja con solvencia increíble: la aristocracia. Sí, el sexo, la religión, la historia, la escatología –¡oh, miseria humana!– y la aristocracia (so­cial o política), son las fuentes universales del llamado humorismo. Esas y en todas partes; y si esas fuentes son into­cables, entonces te podrás dar cuenta de la escasez nacional de un artículo de primera necesidad vital: la comici­dad.

Mi difunta tía Otilia, manejaba apellidos a una velocidad de 38 por minuto, pero lo hacía a lo bruto, tejiendo estirpes pueblerinas de hipotética y rancia nobleza. Oírla –pobre de su Paco esposo– era naufragar en el absurdo. Ronza, a su vez, se maneja a una razo­nable velocidad de 12 apellidos por minuto, y con una gracia monumental convir­tiendo lo que en boca de la tía Otilia era chisme ramplón, en historietas que exigen el uso de las ternillas. Sí, por­que “desternillarse” (nunca digas “de­satornillarse”) no es otra cosa que el efecto colateral de la risa sobre el costillar y principalmente en las llamadas costillas falsas o ternillas, por el fuelle pulmonar. Pero vamos dejando de lado cuestiones anatómicas y tratemos de llegar… ¿A dónde vamos, y a propósito de Ronza?

Antes que las ciudades se desternillaran por la demografía –antes del quebranto estructural–, existían dos clases de ciudadanos: la quesque gente conocida, y los demás. O sea que sólo existían dos clases. Tal cual: una supuesta aristocracia rodeada por otros, los sin-nombre, sin estirpe, sin procedencia memorable o blasones (¡uf!). ¡Gente conocida! Identificable por sus apellidos de alcurnia (¡uf!) y afortunados (más vale no escarbar en el origen de las grandes fortunas). Al crecer a escala monstrua las ciudades, la aristocracia nuclear tuvo que encerrarse entre las bardas del club para seguir siendo ella y para seguir hablando de ella; para seguirse contando su historieta y para observar incansable el rodaje de la ruda rueda de la fortuna. Para disfrutar en circuito cerrado la proyección de los chismes generados en la hermeticidad del club. ¿Hermeticidad?

La puerta del club es de entrada y de salida, y al girar la rueda de la fortuna, más de algún apellido ha ido quedando extirpado, y otros –sexenios van, sexenios vienen– adquirieron volumetría sustanciosa y meritoria para entrar.

Te advierto que no es lo mismo el club que El Club, y te advierto que los cuentos de Ronza giran en torno a ese que se escribe con mayúsculas. Cómo dices tú: “¡oh, miseria humana!”, y como decía León Felipe: “…los mismos pueblos, las mismas ventas, las mismas historias, las mismas gentes…”. Lo mismo, sólo que te repito que la bien hipotética aristocracia hace que las historietas se hagan carcajeantes, pues uno de los ingredientes de la comicidad –aristocracia aparte–, es la proporcionalidad: “¿cómo que a Fulín Fulanez y a Sutanona Sutánez les ocurrió eso? Si eso sólo le ocurre al peladaje…”. Lo mismo pero en otra escala.

EI placer –no siempre exento de morbo– de asomarse a la punta de la pirámide –¿de veras será eso la llamada “pirámide social”?– es rentable; y mucho. Allá por el cuarentaitantos, en una España que todavía respiraba por las llagas de su Guerra Civil, la familia Sánchez (con ese vulgar apellido) inició precariamente lo que sigue siendo una empresa familiar. Más allá de estudios de marquetín, el cimiento de la rentable empresa, fue la intuición de que a los de abajo nos gusta ver cómo nunca viviremos; también a los de en medio. Los que se encuentran un poquitín más arriba, sueñan con ser así, y a los de mero arriba les gusta verse en el espejo. Así nació “Hola”, en una precaria cochera de Barcelona, y con un criterio editorial-comercial envidiable: compra y vende chismes; no tiene reporteros de planta, lo que sería gravoso y estático, sino que utiliza a los traficantes de chismes –o historietas glamorosas– que en todas partes existen. Convencidos los Sánchez de que el mercado del chisme abarca a la humanidad entera, hace unos años entraron al suelo británico –con lo mismo, dicho en inglés y en la ‘anglia-terra’, cuna del Club– con una nueva revista bautizada creativamente con el nombre de “Hello”. ¿Se dice así Hola en inglés? Dímelo tú… Por cierto, ¿te gustan los chismes? A mí tampoco.

El terruño éste no es muy fértil para revistas; las que más han crecido sólo han llegado a siete números (a no ser las subsidiadas). Tampoco la letraimpresa florece. Es que estaba pensando en decirle a Ronza que contáramos a teclazos la historieta de El Club; quizá con la colaboración de Juaneldiablo –así le decían a aquel porteador de bastones y pelotitas–, para echarle más vinagreta a esa suculenta ensalada. Pero con un mercado editorial enjuto, mejor la próxima vez que la vea seguiré disfrutando de su capacidad para manejar 12 apellidos por minuto para que me sigan doliendo las costillas flotantes. Las ternillas, para que mejor mentiendas.

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Si te nace y está dentro de tus posibilidades, mucho agradeceremos tu colaboración económica para solventar los gastos que genera la difusión de la obra de Alvargonzález.

Banco Bajío, número 17895475

A nombre de la AC. “Alvargonzález el Vallero Solitario”.

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1 comentario en «¡Hola!»

  1. En esta sociedad estamos enfermos de exceso de información o chismes (difícil de separar estos dos términos); mucha basura en nuestro cerebro. También estamos enfermos de falta de información útil para nuestras tomas de decisiones. Todo criminal o delincuente requiere actuar con secretos, para lograr ganancias en dinero o poder político, y si la sociedad es gobernada de manera corrupta es porque hay genios en el manejo de secretos y engaños por medio de Clubes.

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