Y Luego…
Por Alvargonzález; 1 de agosto de 1996
Hacía años que no lo veía, y al encontrarme con él –mera casualidad–, imposible acordarme que esa cara, bajo unas canas que no tenía, correspondía a la de Mauro. El “¿te acuerdas de mí?” provocó lo que se ha convertido ya en clara jugada de pizarrón personal: el recurrente “sí, pero no”, honesto y que hace surgir una serie de datos adicionales que finalmente me permiten reconstruir dónde y en qué circunstancias conocí a mi interlocutor.
Sucede que cuando me inicié como volador del Valle de Atemajac –no de Papantla que ni conozco ese pueblo veracruzano–, lo hice en una emisora a la que con todo afecto le llamábamos “La Impotente del Cuadrante” o “El Rincón Inaudito” del mismo cuadrante, pues en aquellos setentales años pocos oían FM y menos una emisora arrinconada hacia la extrema derecha de la incipiente banda (vaya paradoja, pues la emisora estaba enmarcada en el lema sexenal del “arriba y adelante” con tono rojizo). Muy pocos le concedían futuro brillante a esa frecuencia modulada más llena entonces de silencio que de emisoras. Creo que eran tres solamente, contando mi muy apreciada Impotente –por su mínimo wataje– y en donde comencé a aprender a volar con la lengua. ¿Entiendes ahora mi título de “volador”?
La estación estaba situada en terrenos hacia el viento de San Pedro. Nada raro que por ella merodearan estudiantes de la Facultad de Ingeniería (ahora, ya ves, las facultades tienen nombres prosopopéyicos tan inextricables como su alma mater) orientados hacia la electrónica. Así, luego de una serie de datos accesorios, recordé que Mauro era en aquel entonces uno de los visitantes estudiantiles de aquel reducto radial en donde privaba “ambiente familiar” (cuidado cuando veas en la puerta de un restaurant que allí hay eso: “ambiente familiar”). Buenos tiempos aquellos de mis inicios como volador verbal, y mi gratitud a la emisora que hizo posible mi titulación como tal, y a pesar de que mi título sólo lo reconoce el Colegio de Altos Estudios de lo Obvio de Tajimaroa. Pero eso es otra cuestión.
Mauro, como tantos otros que conocí en aquel tiempo, se recibió de Ingeniero en Electrónica, carrera a la que yo le concedía un futuro promisorio y debido a que me parecía integrada al futuro sigloveintesco, tan digital como transistorizado. De aquellos jóvenes a los que llamaba afectuosamente “alambristas” sería el futuro. Así Mauro resultó ser amigo de Gilberto, quien durante muchas horas de vuelo calcinante (aquella cabina parecía un homo de microondas) se encargaba de hacer la parte difícil de mi volátil actividad verbal, pues él se encargaba de abrir los conductos electrónicos para que mi voz subiera a la antena a repetir lo mismo que desde entonces repito: que si no salvamos la lengua nos vamos a hundir todos y en saliva ajena; vamos a naufragar en la imposibilidad de entender nuestra historia para formular la patria moderna.
Mauro me contó que andaba en gira de exhibición (y también se dice “jira” para tranquilidad de quien sólo se fija en las faltas de ortografía de nuestra conversa por escrito y me hace favor de hablar para corregirme). Jira, tal cual, de exhibición a la carrera. Mostrando aquí y allá eso que misteriosamente se llama “Currículum”.
A la carrera… ¿Cuál es la tuya? Quesque en latín “correr” se dice ‘currere’, un verbo que se anuncia así: ‘curro’, ‘curres’, ‘currere’, ‘cucurri’, ‘cursus’, y simplemente lo enuncio para que adviertas la troncalidad latina de algunas de nuestras expresiones.
A la carrera andaba Mauro, lo’trodía que nos encontramos, exhibiendo eso: su carrera vital.
De ese verbo tan latino, el adverbio “currículo” y el sustantivo neutro “currículum”; el adverbio significa algo así como “correr a toda velocidad”, y el sustantivo simplemente eso de lo que venimos hablando: carrera.
Sutileza a la que si le añades otro latinajo: ‘vitae’ (se pronuncia vite), acaba significando “la carrera de la vida”.
¿A poco me vas a hacer creer que soy el único que a toda velocidad ando persiguiendo el salariomínimo? ¿O a poco crees que te creo que soy el único que anda a la carrera y sin a veces saber por qué? Eso es: carrera vital todos tenemos; currículum vitae, si bien no todos tienen necesidad de andarla exhibiendo. ¡Vaya que sí es penoso! Al menos cuando no se es exhibicionista.
A mí me ha ocurrido cientomil muchas veces: “por favor envíenos su currículum”, y como remate de una conversación preliminar.
Lo he elaborado y reelaborado una y otra vez, por aquello que te he contado de que la historieta personal y doña Historia colectiva, tiene muchas formas de presentación.
Es como las medicinas: una sal básica fundamental que se puede convertir en inyecciones, pastillas o aun supositorios, dependiendo de con qué se le revuelva. Lo he hecho y rehecho a fin de no quedar fuera de margen en el caso específico, puesto que puede ser considerado como sub o sobre calificado para el puesto que solicitas en la empresa, lo cual significa que no cabes en ella ni en su nómina.
En esa cuestión soy ya un verdadero especialista, pues debo decirte que de las más de 40 veces que me he puesto a preparar tan engorrosa biografía laboral, sólo en una ocasión, y fuera del país, me ha servido para la contrata. ¿Las demás? Creo que en una nueva versión curricular debo de poner eso: hacedor fallido de ‘curricula’. ¿Curricula? Tal cual se dice-escribe el plural de tan desgarrador término, y si puedes se lo dices a un inteleptual que ca’quepuede usa eso de ‘curricula’ porque le suena bien y sin saber que simplemente es el plural de lo otro.
Pero no nos salgamos de materia.
Mauro, ingeniero electrónico o en electrónica, me contaba que viajó a El Salto –Corredor Industrial– con toda su experiencia narrada limpiamente en papeles curriculares.
Una de esas maquiladoras que tratan de maquilar el arrugado paisaje económico y laboral del país –me contó Mauro–, le ganó la partida exhibicionista, pues luego de preguntarle “¿cuánto pides…?”, le fue mostrada una pila de ‘curricula’ (así, insisto en plural) más grosos o gruesos y mejor empastados, acompañados por una frase contundente: “¡estos se dan por menos y tienen más experiencia que tú…!”.
Y mira, yo creía que era la profesión del futuro en este mundo que en los setentas estaba aún en proceso de transistorización digitalizada.
Con decirte que mi currículum como volador verbal –desde antenas insospechadas– tampoco tiene cabida en esta noble y leal ciudad, y eso que se supone que el Hertzio en todas sus presentaciones sólo debe utilizarse para seseras pensantes. ¿Intentar cultivar lo mejor del ser humano? Impensable, según las normas del marquetín.
¿Tienes currículum? Todos lo tenemos, y porque la vida es eso: carrera contra reloj. Que unos tengan necesidad de escribir su biografía laboral y otros no, es cosa aparte.
Si sabes cómo se escribe uno para que me dejen seguir con mi rara profesión de Volador, me hablas.
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