Y Luego…
Por Alvargonzález; 5 de septiembre de 1996
“Loco inofensivo enamorado del lenguaje”, y creo que ya habíamos quedado en que esa es la definición más ¿inofensiva? de lo que es un filólogo, y que no estoy muy seguro venga a cuento con este ensayo de conversar acerca de algo tú y yo, hoy. Pero con eso de que de alguna forma debemos comenzar, ya quedó escrito tal cual y luego del pue’que sí.
¿Pue’que sí qué? De pronto se me ocurrió que podíamos comprimir una expresión sin que perdiera intensidad. Decir algo con pocas letras, pues a fin de cuentas soy un hombre de muy pocas letras y sin título, lo cual me obliga a recurrir a definiciones que amparen mi amantazgo por el lenguaje. En pocas letras puede-que-sí entiendas que el idioma es un hermoso juego de claves.
Un buen día y persiguiendo el salariomínimo, me tocó en suerte llegar a vivir a una ciudad distante, y por favor no me acuses frívolamente de estar anclado en recuerdos. ¡Qué va! Vivo como tú, preparando el futuro con lo único que se puede hacerlo: con la memoria, y tratando de descartar lo peor para dejar lo mejor. Un poco a contra pelo de la historieta nacional en la que tal vez lo peor ocupa el lugar de lo quizá mejor. Y tampoco me acuses de ser demasiado crítico de una historieta colectiva que nos sigue sirviendo para proseguir la filmación de “Perdidos en el Espacio”, en su versión de findesiglo.
Te decía, llegué a una ciudad que sólo había visto a través del cine, y con eso de que muy poco voy al cine, muy poco también la había visto. Capital de un lugar alrevesado en donde se maneja por la izquierda y por una poderosa razón. ¿Te la cuento? Sucede que a un zurdo y corso, de nombre Napoleón, se le ocurrió contravenir por razones bélicas y estratégicas una norma internacional y románica (¡vuelta con los romanos!). Durante milenios y por razones hípicas o caballeras, en las vías públicas se había circulado precisamente ¡por la izquierda! Pregúntale a cualquier charro con cuál mano se llevan las riendas, y había una diestra razón en ello: la espada debía ser manejada con destreza. Pegados al flanco izquierdo del camino, el flanco derecho o defensivo quedaba presto. Ojo: el que cambió la norma fue precisamente un zurdo, o siniestro. ¿No fue calificado de eso, incluso por el Cura Hidalgo, Napoleón? Acuérdate que lo de “siniestro” asumió un tinte funesto por razones bíblicas: “Venid benditos… a la derecha del trono”, y más o menos así reza la cita respecto al juiciofinal. Y luego, dicen los que saben, después de la falluca Revolución Francesa –tan falluca que decapitó reyes y entronizó al Corso Emperador–, cuando las Cortes Republicanas, a la derecha del presidente la aristocracia, y a la izquierda los plebeyos.
Diestra y siniestra, son latinajos para señalar la derechez o la zurdez. Los ingleses, derrotadores de Napoleón, se negaron a seguir su norma que prevaleció en casi todo el mundo (salvo Australia, la India y ¡Japón!).
Pue’que sí vayas entendiendo algo: llegué a vivir a una ‘angliaterra’ en donde es un mito que se habla “inglés británico”.
La mayoría habla ‘cockney’. ¿‘What’? Sucede que cuando llegas allá, percibes que el lenguaje es la actividad más democrática que existe, y que mientras menos esfuerzo hagamos para darnos a entender, ¡pos mejor! El ‘cockney’, entre otras cosas, resulta ser la ley lingüística del menor esfuerzo.
Al principio resulta difícil entenderlo –pasumecha–, pero después… también.
Llegando tuve la gran suerte –como la tengo ahora de encontrarte– de haber conocido a Schwartz, amigo judío con vista al mar. Es decir, a kilómetros se le notaba el apellido (y seguro se le sigue notando). Insistía en su conversa: “…tienes que aprender las claves. Londres es una ciudad medieval, feudal; te cobra el derecho de ingreso, pero una vez que lo pagas, resulta amable. ¡Tienes que aprender las claves! Darte cuenta de que se maneja por la izquierda, o sea que es lo mismo pero al revés…”. Por allí, instalado en la burocracia de la BBC, debe andar Tomás Schwartz.
¿Tú sabes las claves mexicanas? ¿Quién las sabe?
A veces me parece que la vida es un continuo aprenderlas: saber descifrarlas.
Y a veces creo que debo consultar a un remendador de almas, especialista en ‘psijé’ o psicologías, porque tengo un problema recurrente: no sé dónde dejo las llaves. Una y otra y otra vez, lo cual me parece simbólico debido a que las tales llaves no son otra cosa sino claves. Si observas de perfil una llave, los dientes son la clave que descifra la interioridad oscura de la cerradura; el misterioso cerraje interno. Y se me ocurre que los seres humanos vivimos buscando las claves –llaves– para abrir el futuro con más o menos armonía. Fíjate: en claves de Sol y Fa se toca el piano, una para cada mano. Claves, claves y más claves. ¿Cuál es la tuya? Con decirte que hoyendía los ladrones de corbata alúltima moda, roban claves computacionales, y con ellas muchísimo; ellos saben manejar llaves de acceso a archivos y a fondos ajenos.
Aquella ciudad macha me cobró caro el ingreso y me regaló el gozo posterior. Claro que tuve maestros en el desciframiento, como ese figurón de las letrasnacionales que me enseñó cómo ¡no pagar boleto en el tren!, y que un día en tono magistral me dijo: “lo importante no es trabajar para la BBC, sino que la BBC trabaje para ti…”. Lo que no percibía es que el trabajo que él dejaba de lado por lo general tenía que hacerlo yo. Mas él descifró una clave que le es consustancial: que las instituciones trabajen en su favor, y la sigue manejando con una destreza envidiable. Ca’quien, como dices tú.
Pero ¿quién nos podrá dar las claves para descifrar a la suavepatria actual? Por favor no me digas el consabido “está en chino”. Mira, andando el siglo XVII, el jesuita Mateo Ricci, con asombrosa capacidad, en tres años aprendió chino –el llamado “mandarín” por los portugueses–, y fue el primer europeo renacentista que entró en el domicilio del Emperador, en la Ciudad Sagrada; y luego contó al mundo quesque occidental, las claves de ese universo chinesco, y advirtió lo que en el futuro sería; tal cual hoyendía, los 1,200 millones de chinos que son precisamente ¡la clave del mercado mundial! Con decirte que si aprendes chino –¿sabes español?–, con esos dos idiomas manejarías las claves idiomáticas de casi dos terceras partes de la humanidad. Te pregunto eso del si sabes español, porque en mi caso te enfrentas a alguien que sigue terco en tratar de aprenderlo.
Pero eso es el idioma: una llave llena de claves. ¿Tú no pierdes tus llaves con frecuencia? Si se nos pierde la llave del idioma, si se nos sigue devaluando, con ello habremos perdido la posibilidad de abrir el futuro. El idioma, actividad esencialmente democrática y recreado por la boca tuya y mía; la boca popular y sin obedecer decretos. Al nuestro dile español o castellano, lo mismo da, pero tiene que servir para entendernos, porque de lo contrario –si no nos ajusta la lengua–, otras claves abrirán estruendosamente el portón del futuro. Pue’que sí sea necesario el amantazgo –filología– con la lengua. ¿No crees?
Alvar; El gran non de «la conversación radiofónica » me ha dejado para largo, la reflexión ,,, ( re – flexión ) filosófica …Propia? ? Sobre ; Ese animal enigmático que le dicen ( le decimos? ) Ser humano
En efecto, cada vez que lo leo o lo escucho, más quiero a mi perro !!
Es tal la admiración como la repulsión que en mi «krinein o cernere encefálico » luchan en forma interminable y caótica por prevalecer «que ya la noche se ha prolongado.
Y aún la «elección » será pospuesta y la decisión …- Cual será?
Muchas gracias por tu comentario, Roberto.
Sin duda, dominar idiomas son llaves de comunicación, ya sea comercio, arte, tecnología…
Pero el chino es la clave de la producción mundial, y el ingles es todavía clave del mercado mundial (clave del imperio global)