Y Luego…
Por Alvargonzález; 23 de noviembre de 1996
Ignoro si a ti te ocurra lo mismo, pero el caso es que se me dificulta en grado superlativo aplanar mis ideas. Tal cual, pero con todo creo que es imprescindible hacerlo y no por otra razón que el bienestar o del estar bien. ¿En dónde? En el tiempo que no corre despacio, y en el espacio que siempre queremos en mayor cantidad, quizá para compensar la estrechez temporal que es la vida.
¿Aplanar las ideas? Siento que me botan y rebotan entre los parietales y el occipital, en mayor o menor cantidad. ¿Te acuerdas de aquello que la vida es una mezcla ingeniosa de nostalgia, aburrimiento, creatividad y temor? Si no me equivoco, en esa licuadora de ingredientes que es la sesera se mezclan a alta velocidad esas sales fundamentales de la existencia, y que de cuando en cuando es preciso aplanarlas para que se conviertan en auxiliares y no corrosivas. Si te dijera que –a completo destiempo y a propósito del ya transcurrido 20 de noviembre– se me ocurre platicar contigo y desde aquí acerca del aplanamiento de ideas ¿me creerías? ¿Me expongo a que me preguntes si eso tan confuso como intranscendente tiene algo que ver con la suavepatria colectiva? Creo que sí.
De plano acúsame de confuso si no sabes lo que es eso: un plano. Es algo tan sencillamente complicado como tomar elementos topográficos (abstracciones derivadas de mediciones muy concretas) y ponerlas sobre un papel o una superficie ¡plana! Ahora recuerdo que planas y planas tuve que hacer para lograr la caligrafía que tengo. ¡Planas! Habrás notado que una y otra vez aparece el mismo elemento que podríamos denominar “planitud”, pues ni un topógrafo o ingeniero ni un calígrafo podrían hacer sus trazos sin ese requisito superficial. Rugosidad o aspereza podrían ser los opuestos (antónimos) de lo que es plano.
Eso es justamente aplanar las ideas: ponerlas clara y lógicamente sobre la llaneza de un papel. ¿Se puede vivir sin planes? Claro que sí, pero existir, difícilmente.
Lo’tro día se me ocurrió organizar una televisiva conversa a propósito de una frase dicha hace cuatro siglos por un tal Descartes y multirepetida: “pienso, por lo tanto existo”, la que sin entrar en mayores detalles hace esplender una diferencia total entre el animal bípedo (el ser humano) y los cuadrúpedos, pues si bien todos somos vivientes, sólo los pensantes existimos. ¿Será la existencia precisamente la conciencia del tiempo y del espacio? Pue’que sí, pero te aseguro que ni caprinos, ni bovinos, ni caballares ganados son capaces de planear su vida. Viven, sí, pero no existen.
Espero que hayas percibido la necesidad que de cuando en cuando tengo de proceder precisamente a eso: a aplanar mis ideas, y que no es otra cosa que tratar de poner en un papel esa mezcla –que puede ser explosiva– de pasado, presente y futuro. El plan, supongo, da traza y rumbo. ¡Imagínate lo que sería de los aviones o barcos sin un plan de navegación! Caos. ¿Practicas el aplanamiento de ideas?
Sucede que la Revolución (así con mayúscula y hecha de varias-muchas, algunas tan minúsculas como el levantamiento de Saturnino Cedillo derrotado por Cárdenas y ya en los treintas) se hizo en torno a planes –tal cual, de nuevo– muy revolucionarios. Primero el Plan de San Luis, nombre un poco enigmático puesto que su autor, Madero, se encontraba en San Antonio de Béjar precisamente el 20 de noviembre. Plan englobado en una frase: “sufragio efectivo, no reelección”; un plan de reestructuración democrática nacional. Luego, casi simultáneos el Plan de Ayala y el Plan de Guadalupe, el primero de manufactura Zapatista y el segundo Carrancista. Planes, planes, planes, sobre planas hojas de papel. Más tarde surgiría el de Agua Prieta, sonorense de pura cepa, y fundamentador de una Revolución que dejaría el siete leguas para subirse en el Cadillac; que pondría los pies sobre el escritorio de la realidad nacional. ¿Sobre la plana áspera realidad del escritorio? Suena a paradoja, ¿no te parece? Si vieras lo áspera que es la tal política…
Desde un principio percibí que suena demasiado rudo eso de hablar del “aplanamiento de ideas”. Rudo y difícil, y si no me crees trata de hacerlo, de poner en un papel ¡concisamente! tus posibilidades de prever el futuro. Real y concisamente, porque de otra forma el intento de plan –aplanación de ideas– se convierte en novela; en sueños que como las novelas, mezclan la fantasía y la realidad con resultantes volátiles. Ya me dirás que el futuro es imprevisible en sus últimas consecuencias, y en ello concuerdo; pero si el futuro no fuera hijo del presente en gran proporción, nunca el ser humano se hubiera diferenciado mayormente de sus congéneres animados y animales. En algo nos hemos diferenciado, a pesar de los esfuerzos que hacemos por parecernos a ellos, ¿o no?
Planes, planes, planes y planes. En principio y estrictamente, el tal plan nunca es eso hasta que no se aplana sobre la superficie del papel. Lo otro son sueños o querencias de querer hacer. ¿Planes Nacionales? Cosa de genios, y por ello la necia necesidad de que existan los genios políticos que de alguna forma capten la nata del hervor nacional de ideas y lo plasmen llanamente, y eso de “llanamente” no es sino decir lo mismo: planamente.
La Revolución –hecha de muchas revoluciones– fue hija de planes manifiestos (y otros no tanto). Creo que la genialidad de Madero y de Zapata fue atrapar en simples frases toda la sintaxis de sus hipotéticos planes: “Sufragio efectivo, no reelección” y “la tierra para quien la trabaja”. Pero desde hace tiempo los complejos planes sexenales se quedan de plano en el papel y nada dicen a quienes tratamos de aplanar nuestras ideas dentro de un ¡marco teórico! (uf, qué frase) que nos aplana a todos.
Eso no es planear: cuando el ser humano queda aplanado… sin la posibilidad de entender el futuro colectivo. Si vieras el trabajo que me dio entender que los planes personales dependen de un plan nacional, te darías cuenta de lo que nos parecemos tú y yo.
Apláname tus ideas: 121-8880. Sigo creyendo que el bien-estar depende de un buen plan y no de la casualidad. Táte bien.
Este artículo me ha gustados sobremanera!
Me sorprendió como en una pequeña frase, Don Alvaro, dice tanto… no me canso de releerlo y cada vez encuentro nuevas ideas.
Gracias por estas publicaciones.
Gracias por tu comentario, Miguel. Saludos.