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Malanda

Y Luego…

Por Alvargonzález; 9 de enero de 1997

“Aquí, antes de que llegaras era una bequita…”, y con esas sabias y desconsoladoras palabras me encontré en tierra de sarracenos a donde fui a tra­bajar y no becado, con a quien muchos le dicen “Maestro”, pero a cuyo lado la­borante poco aprendí, pues nunca he sido bueno para artimañas. Mira, in­cluso me he llegado a sentir como eu­nuco de serrallo, que sabe la teoría pero es incapaz de ponerla en práctica. ¿Serrallo? Suena bien.

Los he visto; los conozco. Sé cómo hacen para convertirse en estudiantes profesionales, participantes en un pro­ceso averiguatorio inconclusivo e in­concluyente. Investigando las cuestiones más insospechadas e inútiles. Les llamo cariñosamente cazabe­cas.

Por cierto, la palabra “beca” no fue tan mala en sus orígenes. En las universidades renacentistas, se le utilizaba para designar eso –las becas– que los estudiantes distinguidos podían añadir a sus capas y capillas, a fin de pregonar simbólicamente su distinguida y tenaz capacidad de aprendizaje. De allí pue­des deducir el salto nominal de la trábea (también se le llamaba así) al galardón que en especie –dólares, fran­cos, marcos, libras, pesetas, yenes o coronas– hacen universidades y cen­tros académicos a alumnos ¿distingui­dos?, ¿sobresalientes? La mayoría de las veces sobresalen sólo en orientación a través del laberinto becante para encontrar la próxima becavacante. Ex­pertos en llenar cuestionarios o formu­larios (“aplicaciones” les denominan en su lengua tribal) y con notable ma­nejo de la jerga academicista inexpug­nable para los no iniciados; por cierto, ¿sabías que “ínfulas” también era la denominación que se daba a los añadi­dos del vestuario a los habitantes de las ciudades universitarias? Salaman­ca, Oxford, Brujas, Harvard, son justamente eso: ciudades habitadas por un gran número de estudiantes univer­sitarios por lo que el ridículo nombre de nuestras “ciudades universitarias”, no es otra cosa que un tal cual ridículo nombre imitado y como casi siempre, mal. ¿Conoces CU en el DF? Te digo… ¿Viven estudiantes allí?

Pero el asunto fundamental de nuestro encuentro hoy, aquí, es hablar de esa gratuidad primermundana que hace a éste tan tercero en vías de quin­to mundo que es el subcontinente ame­ricano. Las llamadas “becas”, son dádiva que a los países de la primera división o de peso completo, les da el privilegio de decir: “les queremos enseñar pa que sean como nosotros”, y a los de peso mosca o de tercera división, les sirven para demostrar que sí quieren ser mayúsculos ¡copistas! Copiadores incluso de maniobras que acaban beneficiando a los patrocinadores. ¡‘Remember’ Harvard! Becados, como si lo necesitaran, estuvieron los hacedores de la declinación meshica contemporánea… Te digo, esa lotería nacional de las becas, no necesariamente favorece a los más inteligentes ni a los más necesitados, ni a los que quieren en verdad aprender. Una beca en lempiras, quetzales y aun pesos, resultaría ofensiva. Por la buena beca entra buena sopa a la boca, y las buenas sopas no cotizan en monedas blandengues.

Lástima que no cuento con el recurso de las llamadas “negritas” ni con un menú tipográfico, porque ello haría más animada nuestra conversación sobre tan jugoso tema. Sucede que al cazabecas le presentan un formulario (‘application’) que debe resolver en forma convincente para el otorgador del beneficio. A mí me parece que los países otorgabecas tienen un monto para esa disfrazada obra de caridad, y que se deleitan canalizando recursos hacia asuntos barrocos que se amparan en el “les estamos ayudando”. ¿A qué? A ser más barrocos, inconclusivos, retorcidos e inoperantes. Por ello todos los becarios que se inscriben en ese sector son bienvenidos o bien recibidos; eso lo saben o intuyen los cazabecas. Por eso y sin tipografía diferencial, resulta menos espectacular enseñarte un cuestionario, con sus preguntas reales y con la respuesta convencedora y la razón tras la intención del becario. Todos tenemos dos respuestas.

Pregunta: “¿Quién se beneficiará con el proyecto que desarrollará durante su beca doctoral?”. Respuesta: “Todo el mundo asiático que encontrará que ha sido rulfiano sin haberse dado cuenta en su sintoísta existencia, porque Rulfo desde Sayula-DF, vértice capital del conocimiento de las profundas raíces aztecas de nuestra antinomia nacional y local, logró descifrar a Confucio más allá de lo que Confucio pudo saber de Rulfo. Tokio empezaría a fabricar mejores televisores en el momento en que alcance a entender la alta definición rulfiana, etc., ibíd., etc., et alia”. Pero en el fondo del ánima del becario potencial, la respuesta es: “Me encantaría conocer las geishas y ver si puedo exportar artesanía de mi pueblo Jalatitlán a Japón. Con un doctorado de la U. de T. (Universidad de Tokio), regreso con tiempo completo hasta la próxima beca, y me la rolo entretanto en seminarios acerca de los chales y su visión rulfiana a pesar de sus chales ojos”.

“¿Cuál es el impacto anticipado de su proyecto doctoral?”. Respuesta oficial: “Anticipo que el cultivo de jitomates en Sayula, en donde originalmente fue registrado Rulfo, se hermanará con la Isla de Okifuchi, en donde los lanzallamas aliados, hicieron que aquello con todo y montes parecieran el mismo Llano en Llamas, lo que llanamente podría ser considerado como una hermandad inicial entre el Tokaido y la tocada, muy tocada, Revocristera. El sushi sin jitomate sabría mucho peor, y Sayula es jitomatera (jitomatera y madre del Ánima, que tan mala fama dio a los sayultecas) y cinta negra en el olvidado jiu-jitsu que aún se practica en la región para honra y loa del celeste imperio. El Trono del Crisantemo se pareció al final de la Gran Contienda al trono del abuelo de Juan, nuestro Juan, pues olía bien feo”. La respuesta de profundis, en el alma del becario sayulteca y del pueblo municipado de Jalatitlán, es, realmente: “¿beneficio anticipado? Regresar con chamba y acento exótico. Eso impacta mucho entre el clan de los cazabecas locales y de municipios conurbados. De la buena beca a la buena nómina, no hay más que una marometa…”.

Sí, hay sinceridad en algunas respuestas: “¿Cómo mediría el éxito de su proyecto?”. Respuesta oficial y real: “El tal éxito lo comenzaría a medir en el momento en que pueda poner mis manos en la beca, por lo que les suplico me la den y les voy contando sobre la marcha”.

Algo malanda cuando en el fondo de los sueños de todo recién ingresado a carrera, brilla la esperanza de la beca. Algo malanda cuando los que se van ni aprenden, ni quieren hacerlo, ni les dejan, ni les admiten a “zonas exclusivas” del conocimiento reservadas por un proteccionismo que mental y materialmente manejan en forma brutal los de adelante que siguen corriendo mucho, y los de atrás, tras, tras y pa’trás. ¿Te acuerdas de los becarios de Harvard? Aquí siguen, poniendo en práctica lo que aprendieron. ¿‘What’? Tú y yo sabemos, y padecemos, y seguimos gozando… ¿Tú no?

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2 comentarios en «Malanda»

  1. Marco Antonio Guillén Chávez

    Ése Álvaro, siempre tan vigente en sus ácidas observaciones no menos atinadas y aunque a veces un poco laberíntica, no por ello menos comprensibles.

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