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Cloneo

Y Luego…

Por Alvargonzález; 1 de marzo de 1997

“Bendita sea la yerba que se comió la borrega a la que le cortaron la lana para hacerle la sotana al cura que te bautizó…”. Ese alambicado piropo, poco llano y bien castellano, creo que nos da pie para conversar un poco so­bre un asunto tremendamente alambi­cado y que por el momento tiene que ver con las muy bobas y estúpidas bo­rregas; sólo con ellas –y permíteme llamarles así y no cursimente “ovejas”–, pero ya ves cómo son las tentaciones, científicas y de las otras también. ¿Irresistibles?

De nuevo se confirma la teoría lingüística de que a lo nuevo se le llama con viejas palabras. ¿Te acuerdas del dicho bíblico del “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, que precedió a la creación del ser humano? La determinación divina cayó en el la­boratorio científico, y del diccionario griego, los conspicuos científicos arran­caron una palabra: ‘klón’, que en términos generales significa “retoño”, y la palabreja en efecto retoñó en el árbol de la ciencia, cuyo reto máximo es el cuasi divino de perpetuar o “fabricar” la vida. Pero te advierto que no fue por motivos bíblicos que las borregas, tan mencionadas en el Libro, han marcado un hito aterradoramente sorprendente: sí es posible el cloneo de mamíferos. Biblia aparte, la razón es muy escocesa y pedestre: allá hay muchos y son muy fáciles de manejar. Por cierto, si te di­cen “borrego”, no lo tomes a elogio…

A ver si no me pierdo en el camino entre la recámara y el laboratorio. ¿Te acuerdas de aquellos primitivos tiem­pos cuando la recreación de la vida era cosa de penumbras amatorias? Luego, no hace tanto, la fertilización in vitro tan perfeccionada que un espermato­zoide y un óvulo son suficientes antes de proceder al implante uterino. ¿El re­sultado? Una tercera persona porta­dora de huellas genéticas de sus ancestros. Pero el cloneo no es eso, ¡qué va! Esa la radical diferencia: se trata de un ser vivo cuyo material ge­nético proviene de uno de sus engen­dradores, por lo que el ser resultante es copia idéntica y genética de él.

Cada una de nuestras millones de células contiene la información genética necesaria para crear un organismo adulto. Esa la cuestión fundamental: que las células se “especializan”, y pese a su idéntica constitución, trabajan dis­tintamente –las de la piel y las del cere­bro– desactivando genes de la compleja estructura del DNA y su forma de hélice doble. El problema del cloneo o clonación, había consistido precisamente en la activación de esos genes, o en permitirles recuperar su potencial.

Lo’tro día, mientras aguardaba pacientemente a que remendaran la chapa violada de mi auto y en un mercado, observaba que somos un pueblo altamente capacitado en la artesanía de la reproducción: niñas, niños y más niños, embarazadas, embarazadas y más embarazadas de todas edades, condiciones y facciones. Sin averiguaciones previas, te aseguro que niños y embarazos en su mayoría fueron provocados por el método tradicional. Por eso es sorprendente la historia de Dolly, que así le pusieron a la borrega resultante de un trozo de ubre y de un huevo sin cáscara, e hija de la paciencia escocesa del Dr. Ian Wilmut.

Wilmut y su equipo removieron algunas células de la ubre de una borrega de seis años y “alimentaron” esas fraccioncillas en un plato de laboratorio. Después de unos días les dejaron de dar cierto tipo de nutrientes y ¡zas!, al detener su crecimiento, las células “abrieron” los candados del DNA o perdieron su “especialización”; ya no eran células de ubre, sino simplemente células, sin apellido o título. Los romanos en una intuición pre científica alegaban aquello del ‘omnia ex ovum’ –todo proviene del huevo–, y Wilmut fusionó con una descarga eléctrica la célula con el núcleo de un óvulo. Por eso te decía lo del huevo descansado, pero quizá más sorprendente, es que éste procedía de la misma borrega… que luego de la fusión embrionaria comenzó –literalmente– a reproducirse ella misma… ¿Mareante? Claro que el óvulo fue implantado en otra borrega, actuante como subrogada.

Cuando en alguna ocasión he conversado con mi padre, y su enfrentarse en su carrera médica con el cáncer, él creo me ha dicho que esa enfermedad no es sino el extraño “vocacional” de las células; coma si de repente perdieran el sentido de su especialización funcional. Creo no malinterpretar al afirmar que lo hecho por Wilmut, viene a demostrar que la inactivación del DNA de los genes “sobrantes” en el proceso de especialización celular, es reversible o puede ser controlable. Lo cual a su vez se traduce en que en Escocia se ha abierto una rendija para poderse asomar desde otra perspectiva a un mal al que mi padre le da una explicación paradójica: “es lo mismo que la vida (la reproducción celular) pero en forma inarmónica o caótica”. La activación de cadenas proteínicas fue el secreto para la hechura de Dolly; y desactivarlas es lo que busca la ciencia respecto al cáncer.

“Me puse a jugar; a jugar con posibilidades pensando de muchas formas”, dice Wilmut. De hecho luego de 273 intentos –273–, uno funcionó. 273 implantes de óvulos en otras tantas matrices de borregas. Sorprende también la paradoja del camino científico expresado en ese “jugar”, equivalente a un ingenuo y bien razonado “ps’abe que vaya a pasar”. Y de nuevo ¿por qué borregas? Porque ellas son fundamentales con todo y lana para la economía escocesa, y por ello durante ¡15 años! el gobierno de ese país ha patrocinado los experimentos de ingeniería genética de Wilmut y su equipo. Pero ¿se pueden clonar otras especies de mamíferos? En teoría, sí, y unos más y otros menos los humanos somos ¡mamíferos! ¿Para qué? En el caso de los animales, para mejorar las razas. ¿En el caso de los humanos? ¿Te gustaría repetirte?

Después de siete meses de que Dolly vive en el Instituto Roslin, fue presentada en público. Te digo, qué herméticos son los hijos del invierno largo; los nórdicos, factores de la ciencia, que no se cansan de pregonar que son de una raza superior. Yo no creo; en lo que sí creo es en el proceso de clonación aborregante que ejercen los medios electrónicos, que en vez de inspirar el pensamiento, lo arrebañan y lo hacen uniformemente repetitivo. ¿A ti no te aborrega el televisor? Bien clonados estamos…

Táte bien, y luego te busco.

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