Y Luego…
Por Alvargonzález; 17 de abril de 1997
El muy brutal y conciso Instituto de Altos Estudios de lo Obvio, de Tajimaroa, está dedicando su ala botánica de ciencias a tratar de resolver una cuestión candente encerrada bajo el nombre de sesuda tesis: “¿Por qué en Inglaterra casi todo el pasto es precisamente Pasto Inglés?”. Sí, se supone sabiamente que allá debe haber algún pasto indocumentado, pero ese será objeto de otro estudio y análisis de campo por parte de mi inobjetable matriz inteleptual (soy miembro de número del Instituto).
A las deducciones científicas a las que puedan llegar los obviadores de Tajimaroa –obviedades como a las que conducen tantos estudios de tantos becarios de la suavepatria–, podemos partir de la certeza de que en la angliaterra lluviosa hay pastizales enormes; lo que no es tan obvio es la orografía del quesque Reino Unido, tersa y sin grandes pronunciamientos montañosos; onduladamente repetitiva. La resultante es también obvia, pues si sumas pasto, agua –riachuelos– y bosque, tendrás en consecuencia un juego muy britón (británico): golf, en un campo que allá es casi natural. ¿Te gusta el golf? Juegobobo, me dirás; marca de clase, o de status, quizá sea una respuesta al botepronto que deja de lado algo que no es tan obvio: ¿por qué Inglaterra es la casa matriz de una amplia gama de deportes que atrapan intereses en tono variopinto? Si bien el quesque futbol americano y el beisbol, son derivativas del rugby y del cricket ingleses en tierras americanas, el futbol soccer y el golf prevalecieron tal cual con su diseño más o menos original. ¿Te gusta el golf?
Tal vez te gustaría que habláramos del día cuando en Londres y junto a Charing Cross, un formidable equipo de todos-contra-todos jugó futbol con el cráneo del Rey Carlos destronado por Cromwell. Partido memorable en el que la monarquía perdió momentáneamente por ‘gol average’ del peladaje. Prefiero que hablemos de algo más terso, como el campo britón; de ese deporte tan anglosajón y tan ensimismante que es el del golf surgido en el pasto y adjunto al pastoreo de ovejas, tan abundantes allá.
El origen mitológico hace referencia a un aburrido pastor (qué aburrido debe ser el pastoreo de esos bobos animales que son los borregos) que con su cayado le empezó a arriar a una pelotita de gutapercha. Como quiera que sea, ya en el siglo XV hay referencias literarias a una distracción campestre (¿te suena el nombre ese de “campestre”?) consistente en precisamente eso: en acercar a golpes de garrote una pequeña pelotilla. ¿Aburrido? Ca’quien distrae su aburrimiento como puede. Lo simpático del caso es que ‘kolf’, ‘kulf’, ‘kolfr’, y aun ‘kylfa’, es el nombre que en diversas lenguas nórdicas recibe el bastón pegapelotas, o pa pegarles, o sea que es derivación pastoril del rumbo norteño europeo y que en Escocia fue convertido en diversión más o menos reglamentada. Claro que sabes que el campo de San Andrés, escocés, es la Meca del jueguito, con sus buenos siglos de hechura como campo reglamentado.
¿Símbolo de status? Sí… en tierras que hay que regar para que crezca el pasto; pero en donde el pasto inglés crece por ley natural, es otra cosa. Y mira que no me refiero hoy a la rimbombante palabra “Club”. Eso es asunto aparte, pues me consta que en Inglaterra hay campos públicos en torno a hermosos castillos… ¿Pastoinglés?
Alguna vez he tratado de contarte algo sobre un fenómeno o capacidad eminentemente humana: el ensimismamiento. Es algo que ningún otro animal puede practicar, para bien o para mal: abstraerse-en-medio-de… Tiene que ver mucho con las actividades tumultuariamente deportivas hoyendía, en las que los estadios vociferan impidiendo o apoyando lo que hacen los seres sudorosos persiguiendo pelotas a la altura del zacate. Pero considero que el tal golf es la cúspide del ensimismamiento, característica que desde hace rato se ha atribuido el nórdico, hijo del invierno largo. En el golf no hay un contrincante a vencer, sino un campo frente a un bastón, para ser derrotado. “Derrotero” llamaban los navegantes a su quehacer marítimo con una pelota impulsada por el músculo personal. ¿Derrotar a quién?
Aparte de la técnica para golpear la pelotilla, el golf es el súmmum del ensimismamiento. Es la solitud por antonomasia. Nadie… y si hay otros no es cuestión del jugador. De su capacidad ensimismante –más músculo– depende todo. Enfrente el campo…
Campestre, eso es. ‘Country’, como les llaman en lengua mestiza a no pocos clubes de golf. Lugares que remedan la campiña inglesa y por donde hay que guiar una pelota hasta llegar al punto inverosímil del hoyo, salvando obstáculos. Prescindiendo que en estas tierras imitativas sea eso, símbolo de status, me gustaría que aceptaras conmigo en que es –creo– el único deporte en donde no hay ser humano contrincante (o tal vez me equivoque: el montañismo es también ensimismante, pero ¿fueron ingleses los primeros en trepar al que ellos bautizaron como Everest?). Jugar con-y-a-favor de unomismo? Eso es el ensimismamiento: dejar que la circunstancia nos afecte siempre y cuando se logre la meta. No se puede nunca prescindir de las circunstancias, pero se pueden sumar al esfuerzo…
Georgia, y si lo escribo Jeorgia mejor se entiende porque en nuestro bilingüe país lo pronunciarías como Giorgia. Viene del griego y significa eso: tierra buena, de donde se derivan nombres como Jorge, “el hijo de la tierra”. En esa Georgia norteamericana la tierra ha fructificado en cosas como el Ku-Klux-Klan, pues de tan fértil requirió de mucha esclavitud para prosperar. Ese erradicador movimiento nació junto a Atlanta y con la intención depurativa de una raza blanca pensante; o purgante de una raza negra que había quedado incrustada en la blanca alma norteamericana. Allí en un lugar con nombre latino –de latín–, Augusta, el máximo torneo de golf del universo y (todavía) sin la participación de extraterrestres: en él el Tigre Bosque –Tiger Woods–, mostrando que la ensimismación no es cosa de cutis sino de querer. Allí, en Georgia, donde si algo se permitía a la negritud, era cargar los palos de golf a los blancos… Hacerles fácil las tareas del campo ¿de golf?
La PGA, la Asociación de Golf Profesional o de ¡América!, puso una norma en 1916: que sólo “caucásicos” podrían participar en sus campeonatos. Te digo, las competencias funcionan mejor entre menos competencia exista. Y fue Bill Spiller, un negro tejano cuyo nombre podríamos traducir tú y yo como “Guillermo Salpicador”, quien en los años cincuentas demostró en los campos de golf “blancos”, que era capaz de ensimismarse tanto como otros, y ganar. Proscrito, luchador, influyó para que a apenas en 1961 los campos de golf y torneos se comenzaran a abrir para los de otro tipo de pigmentación cutánea.
Ballesteros y Olazábal han triunfado en Augusta. Españoles ensimismados en su quehacer. Y luego llega un negro… Tiger, medio asiático. A propósito del golf, creo que pensar no es cosa de raza sino de querer. ¿No crees? Ensimismarse es la base del pensamiento…
Táte bien y luego te busco.