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Fundadores

Y Luego…

Por Alvargonzález; 4 de diciembre de 1997

Que si fueron cuarenta o más mi­llones de guajolotes sacrificados en homenaje de los ‘Father Founders’, la monumental cifra que se me oscurece entre tantos ceros, no sirve sino para dejar algo bien en claro: fue una –sí– muy guajolotera celebración la de la semana pasada de los agradecidos norteamericanos a sus antecesores que lle­garon en el 621 a la llamada Roca de Plymouth.

Paradójicamente el republicano país norteño, aún reconoce un tronco aristocrático muy simpático: el de los descendientes del ‘Mayflower’, barco que transportara a los primeros indo­cumentados a las que serían posesio­nes britonas en la otra orilla atlántica; así, los descendientes de los que descendieron del barquichuelo son consi­derados como seres de excepción o aristócratas. Ellos mismos se enorgu­llecen de serlo, y como dices tú: “pos ca’quien”. Mal recuerdo –mal, porque el apellido no se me pegó– que allá por los ochentas, la policía neoyorquina des­barató una red de prostitución de gran envergadura, o de alto billete, y en la operación resultó ser la directriz ma­yor, ¡una descendiente del ‘Mayflower’! Algo chocaba con el Puritanismo de los ‘Father Founders’ o Padres Fundadores. ¿Fundadores de qué? De la angloamericanía, tan distinta de la llamada latinoamericanía.

Por cierto, ¿no habrá por allí algún descendiente en estas tierras de Juan “El Guitarrero”? Sucede que allá por 1519, entre la arribazón primera lle­gada a un lugar que se llamaba Chal­chihuecan –según otros Chalchahuecáyatl–, venía un individuo que desembarcó con todo y su guita­rra. La primera guitarra en todo meri­torio caso, que llegó con toda su armonía española al Nuevo Mundo y desembarcada en lo que el capitán de la expedición bautizaría como “Villa Rica de la Vera Cruz”.

Mira, sucede que la Historia no es un libro de ética, y en ese sentido no evalúa la bondad o maldad de quienes llegarían a tierras que fueron rebautizadas de acuerdo a la procedencia de sus abordantes, y así unas tierras resultarían llamarse Nueva España, y otras Nueva Inglaterra (nombre que aún prevalece); las primeras con un siglo –años más o menos– de antelación a las otras. Lo que la tal Historia sí tolera, con toda su inmoralidad producto de guerras y sangre derramada, es la fabricación de mitos funcionales o, en su defecto, de frustras infructuosas y esterilizantes. ¿Te pido un favor? Revisa tu propia historieta, en noche de insomnio, con toda su carga de culpas y de intentos fallucos, y dime si funciona sin el maquillaje que artísticamente le damos con un objeto: seguir tirando pa’lante. Es que si nos avergonzamos de nuestra particular historieta, el futuro personal no tiene remedio. ¿Cuántos tús eres tú? ¿Cuántas versiones tienes de tu propia historieta?

Por bien o por mal, llegó. Con dos únicos monumentos mínimos que tiene –uno en el primer hospital que funcionó en este continente tan Americano, fundado por él y que tiene 473 años ininterrumpidos de atender enfermos; el otro en Atzomoni, desde donde seguro divisó por vez primera la capital del Imperio que luego avasallaría (el “monumento” es un bajorrelieve develado por don Lázaro Presidente)–; él, resulta ser el responsable de todos los males que aquejan a la suaverudapatria. Si él no hubiera llegado… Seguro seríamos felices. ¿No dice así el mito oficial?

Este año, la llamada Plymouth Rock en la Bahía de Massachusetts, fue de nuevo vandalizada por representantes de las tribus aboriginales norteamericanas, y justo en el Día de Acción de Gracias. ¿Gracias por qué? Por la llegada de los ‘Pilgrims’ o Padres Fundadores… que desfundaron a los habitantes que les habían ganado por el estrecho de Bering la carrera migratoria. Pero ello no opacó la celebración guajolotera. Eso es la tal Historia: polémica; acuerdos y desacuerdos. La vandalización de la roca no cambia en nada el hecho fundamental y actual: USA se hizo, y USA tiene una deuda que no se resuelve dándoles casinos –tal cual– a los que congregaron en las llamadas “reservas” de sobrevivientes de una bien orquestada campaña de exterminio al pielroja, y que al grito de “¡ahí va el ladrón!”, le colgaron a otros el remoquete de ¿genocidas? Otros “conquistadores” y no “colonizadores” como ellos.

Juego de palabras exquisito e infinito (?) La Historia. No es lo mismo “Colonizador” que “Conquistador”. Quesque suave lo uno y áspero lo’tro. No es lo mismo “Peregrino” (pilgrim) que “Aventuro”. Los del Mayflawer son eso –peregrinos, fugitivos de conciencia–, y el que quemó sus naves frente a Chalchihuecan (hoy Heroico Puerto de Veracruz), ¡aventurero! Sin hacer juicios morales, con el sutil acomodo de palabras, La Historia los ejecuta; con su maquillaje verbal y colectivo: unos “buenos” y otros “malos”.

Era hombre de guerra, de industria, de política, de diplomacia, de supuestas leyes y de letras (las leyes tienen que ser eso: ‘lexibles’ o legibles); de camas y camastros (amatorio y odiatorio); hombre de espada guerrera y de pluma escritoria (con todo y los dedos que perdió en la Noche Triste); aventurero, sí, que se internó en La Mar del Sur para bautizar Las Californias con las que se topó en su navegación exploratoria. “¡A Dios y A-Ventura!”, ese el lema de los navegantes del siglo XVI, equivalente a decir: “pos sólo Dios sabe lo que sigue…”, y así –como Cortés– tiraban pa’lante y sin reversa quienes sembraron su lengua de mejor o peor forma en estas tierras. ¿Hablas español? Creo que sí; de que lo lees estoy seguro… ¿Malalengua? De eso nos han convencido los de la supuesta Buenalengua. ¿‘What’?

¿Santo él? Claro que no. Condenado incluso en vida por la burocracia coronada de su España natal. Carlos V fue fiel a la consigna tan paradójica de que los humanos podemos perdonar a los que nos ofenden. ¿Perdonas a quienes nos hacen un favor? Eso sólo seres superlativos, y no le perdonó a Hernán Cortés haberle ensanchado superlativamente el reino. Hernán Cortés pudo –claro– haberse hecho emperador. Tal vez Winston Churchill, pensando en Cortés, asumió como lema –¿en español?– el: “Fiel pero desdichado”.

Hoy se cumple una semana de la celebración mayúscula del Día de Acción de Gracias norteamericano. Millones de guajolotes sucumbieron en esa liturgia familiar y culinaria. Esta semana, el martes, se cumplieron 450 años de unas últimas e inexplicables palabras: “Mendoza… no… no… emperador… te… te… lo prometo… once de noviembre…”. Eso dicen que dijo Hernán Cortés al punto de morir a sus 62 ó 63 años de edad –por disentería–, y casi solo allí en las proximidades de Sevilla; en Castilleja de la Cuesta. ¿Fue bueno o malo? Como haya sido, él inició –si nación significa nacer– esto que hoy se llama México. Yo cuando nací aquí, te advierto, ya había comenzado todo… ¿Supiste? Cayó Tenochtitlán… ¿Lloramos o construimos? Sigamos llorando… ¿Por qué? Porque Cortés vino y… Cortés fue Cortés.

¿Malalengua? Horror esa Feria del Libro. Cortés, Hernán, es el responsable de que haya llegado a esta tierra esa lengua. ¿De segunda? ¿Ya fuiste a la feria del libro? Vamos, anda y la quemamos, y con ella a Cortés.

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1 comentario en «Fundadores»

  1. Marco Antonio Guillén Chávez

    Siempre tan vigentes sus palabras. Siempre tan cargadas de críticas reflexiones con la seriedad que su fino sentido del humor desparramaba salpicando las conciencias con su verba.

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