Y Luego…
Por Alvargonzález; 19 de junio de 1997
El asunto de Hong Kong, al que se le van a dedicar tinta y hertzio a raudales cuando lo regresen a sus propietarios originales, me ha puesto a pensar en los britones. Así, tal cual, como ellos mismos se denominan: britones, los habitantes de la llamada Gran Bretaña a quienes tuve la oportunidad de saborear en su jugo durante los esplendidos años en que trabajé para la BBC.
Se me ocurre que podemos hablar de ellos, ni bien ni mal, pero sí extensamente. ¿Ajustan mil palabras? Eso más o menos, y por respeto a tu tiempo, miden mis cuasi gratuitas colaboraciones al diario que enfrentas ahora, y tan estrecha métrica no ajusta. ¿Y si nos vamos en secuencia? Eso intentaré y comienzo por una punta de la enorme madeja británica; sí, por una punta que algo les retrata.
Por cierto, ¿viste al Presi alabando la proeza de los meshicas que lograron sumarse al exclusivo club de los poco más de 700? Lograron también sobrevivir la macabra estadística que indica que uno de cada cinco que lo han intentado ha perecido allí, en la frontera entre Nepal y Tíbet. Mexicanos que siguieron una ruta abierta en principio por ¡los britones! hacia la cima del originalmente llamado Sagarmatha –por la vertiente nepalesa–, Chomolougma, dicho en tibetano. Según me contó Guita Gurung, amiga nepalesa, el nombre en su idioma significaba “La Madre de las Montañas y la Tierra”; el nombre tibetano es más divino: “Diosa-Madre-de-la-Tierra”. Los britones primero le cambiaron de nombre, y luego subieron; primero ellos obedeciendo a su convencimiento de ser marcapasos de la Historia.
Y hablar de los hijos de Albión –con ese nombre derivado de albo, por la blanquitud de sus acantilados costeños–, no tendría mayor relevancia a no ser por la proximidad tan grande entre Londres y Washington. Distancia geopolítica a veces menor que la existente entre los dos Laredos. La conquista del inicialmente llamado por los cartógrafos britones Pico 15, es el equivalente a la exhibición que se hará “en directo” desde Marte el próximo 4 de junio. ¡Primero ello!
El Pico 15 fue denominado así cuando los ingleses andaban tomando las medidas a la India para escriturársela; fue más o menos en la época en la que México estaba filmando “Perdidos en el Espacio… Histórico”, y los anglosajones republicanos movieron las fronteras. Esa una de sus especialidades: re-trazamiento de fronteras, y en el caso de la India dieron con el Himalaya separante de China. En 1865, Sir George Everest le montó su apellido híbrido al Pico de Picos, que desde siempre estuvo donde está y al que nepaleses y tibetanos reverenciaban respetuosamente hasta que comenzó la fiebre por treparlo. Fiebre Britona; entusiasmo anglomaniaco iniciado formalmente en los años veintes de este siglo. En 1909 los norteamericanos habían alcanzado el Polo Norte; el Noruego Amundsen “venció” a Scott en la carrera hacia el Polo Sur. Quedaba allí el que denominaron “tercer polo” con toda su fiera altura, con su oxigeno ralo y sus fronteras aparentemente inexpugnables: hacia él, britones.
George Leigh Mallory se convierte en el primero de los héroes menores; esos que sirven únicamente para dar relevancia a los Mayores que triunfan en el intento. Con Younghusband (curioso apellido) y una mezcla de alpinistas y científicos, hacen las primeras expediciones exploratorias: hazaña el hecho de cruzar el Mediterráneo, luego La India, y aproximarse al macizo en principio por la vertiente Tibetana. Conclusiones hermosas: “no es difícil encontrarle… y no sería difícil ascender, ¡si no estuviera tan alto!”. Temperaturas extremas y la paradójica resequedad quemante del hielo que hace casi imposible respirar, y Mallory e Irvine son vistos casi llegando a la cumbre… para internarse en el silencio eterno. 1924, y la frase quesque heroica de Mallory: “¿Por qué subirlo? ¡Porque allí está…!” (y porque –eso se sobreentiende– somos britones).
Los monjes tibetanos, el Dalai Lama, perciben una desacralización, y hasta 1932 impiden el paso a expediciones. Un “místico” inglés (¡faltaba más!) les convence para que le autoricen intentar el ascenso con una metodología chiflada: vegetariano tomador de su carne mediante ayunos, partió hacia la cima con un espejo “pa’cer señas cuando llegue”, y con ¡agua de arroz! “¡pa’l hambre!”. En el 35 encontraron su bien preservado cuerpo. Pero Wilson volvió a abrir el camino a la competencia interrumpida por la guerra, deporte favorito de los anglosajones. Se me olvidaba: Wilson también llevaba el ‘Union Jack’ (esa bandera que tanto admiramos), pa ponerla arriba.
Acabando la guerra, vuelta a las andadas. Hay algo de simbólico en la conquista del Everest y aplicable a más de un problemilla o problemón: si la ruta por el Tíbet había demostrado ser imposible para los tantos Mallory’s que lo habían intentado, ¿por qué no ensayar la vía por Nepal? Pos claro: si el problema no se soluciona aplicando los mismos remedios, a buscar otros… ¿Lógico? Pero ándate que los norteamericanos, los suizos, e incluso polacos y franceses, querían arrancar el privilegio a los ingleses, y ya cruzada la frontera de los 50’.
Son los recuentos de los fracasos suizos los que permiten emerger algo muy peculiar del ser britón: coronarse de gloria sin dar crédito a los que posibilitan la proeza. El suizo Dittert menciona a unos seres superlativos, de una humanidad y resistencia física formidable, denominados simplemente “sherpas”. Ellos son los porteadores del equipamiento britón, y cuando una avalancha mata a siete, el memorial inglés de la expedición les menciona en tanto da gracias a Dios de que ningún britón pereció en el accidente. ‘Coolies’ –término también utilizado en China– les denominaron anglosajonamente. Y es en la fallida expedición suiza que surge el nombre de Tenzing Norgay, ¡quien casi indudablemente fue quien primero llegó a la cima y llevando tras de sí al neozelandés Hillary! ¿Neozelandés? Sí, miembro de la Mancomunidad Británica, y por lo tanto britón, aunque no lo fuera. ¿Racistas ellos?
Hay una foto en la cima donde aparece Tenzing. ¿Y Hillary? En el fervor de las primeras entrevistas, el “inglés” dijo que en tales circunstancias no iba a ponerse a “enseñar” fotografía al aborigen… Por su experiencia y por muchos otros factores parece lógico que Tenzing fuera el primero ¡pero nunca quiso decirlo! Al aparato propagandístico Imperial tampoco lo iba a derrotar la voz de un Nepalés, sherpa, que en todo caso había utilizado equipo británico; ‘made in’.
Algún día tal vez hablemos sobre el alpinismo. Hoy no es el cuento. El otro día, viendo al Presi con los mexicanos trepadores, me acordé de aquellos chinos que en el 75 “hicieron la cumbre” (terminología del gremio), y proclamaron que había sido un “triunfo de la revolución proletaria de Mao… y contra Lin Pia y Confucio…”. ¡Sopas! Me acordé también de un estribillo que alguna vez paticojo se me ocurrió: “al caminar por las huellas/ que los otros van dejando/ vamos a llegar muy lejos/ pero con siglos de retraso”.
Los ingleses –britones– marcapasos de La Historia. No minimizo la hazaña de los mexicanos que con el apoyo suficiente –el ascenso tiene un costo aproximado a los 70 mil dólares– lograron llegar. Lo que trato de expresarte es el contraste entre la anglomaniaca costumbre de ¡ser los primeros!, y nuestra casi resignación a ser segundones. La devolución de Hong Kong es un hito indudable de que algo está cambiando en el mundo; en un mundo cuyas dos terceras partes, sumadas, hablan chino y español, y en el que si no recuperamos nuestra devaluada lengua, seguiremos siendo ¿sherpas?