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Rituales

Y Luego…

Por Alvargonzález; 3 de julio de 1997

Un buen día, decidimos Lim y yo hacer el breve viaje hasta Westminster, para asistir a una reunión en la Cá­mara de los Lores. No que nos intere­sara mayormente la política britona, sino simplemente queríamos ser espec­tadores de una liturgia escenificada por los Pares del Reino. Menos, por de­cir algo, nos interesaba el supuesto de­bate, que ver en su sitio preciso esa gran paca de lana –sí, lana de borrego–, ocupando un lugar relevante dentro de la complejidad del sistema parlamenta­rio. Símbolo de cuando la lana era ma­terial de primera necesidad para sobrevivir el invierno, y prevalente allí en el medio de una Cámara cuya función es –en el sentido más puro de la expresión– litúrgica.

Entrar no fue muy difícil; permane­cer unas buenas largas horas –sin mu­cho entender, y no tanto por el idioma sino por la ajenidad al ceremonial– fue un poco más complicado. En un mo­mento dado, Lim me preguntó algo que no dejó de sorprenderme: “¿te los ima­ginas a todos desnudos?”. De hecho el término que usó fue el de “encuera­dos”. La liturgia, el ritual, al traste. Por cierto no sé si haya cambiado pero era eso: Cámara de los Lores, ‘Lords’, y no había mujeres revestidas con esas túni­cas ni atuendos entre medievales y renacentistas. ¿Encuerados?

Somos animales litúrgicos; de rituales. Y en eso tienen mucho que ver los atuendos, a los que no me atrevo a llamarles disfraces sino cobertores de la fragilidad; revestimiento necesario para darle otra dimensión a la miseria humana. ¡Oh, miseria…!

Símbolos, liturgias, rituales, sin ellos no vivimos. Estoy seguro que viste de alguna forma ese momento –las cero horas de un junio comenzantes en que China creció un poquito más por la absorción de Hong Kong. ¿Viste los atuendos de los soldados arreadores e izadores de banderas? Sus movimien­tos sincrónicos culminantes de un cere­monial. ¡Eso es! Somos también animales ceremoniales, que rendimos culto profano o divino mediante fórmulas establecidas por estatutos o costumbres. ¡Chata sería la existencia sin liturgias, rituales y ceremoniales que practicamos en forma insospechada! ¿Viste al príncipe de marino y de civil?

A mí, y es asunto totalmente personal, los rituales me ponen en predicamentos teológicos muy pasajeros. Tienes el caso del “silbatazo inicial”, y ambos equipos santiguándose o invocando de alguna forma el auxilio divino para ganar el partido. He llegado a pensar que incluso las divinidades se divierten dejando rodar el balón en vez de meterse en el predicamento de sumarse a una porra determinada. Que respetan el ca’quienismo deportivo, al grito de “pos ahidénle…”. La cosa se complica un poco más cuando la cancha es territorio bélico, en el que las tropas contendientes igual se amparan en el auxilio divino para sobrevivir al enemigo; al equipo contendiente. Ambos invocando el mismo auxilio sobrenatural; es que invariablemente ese animal ritual, litúrgico y ceremonial que todos somos, desemboca hacia lo alto. Hacia regiones celestes inescrutables.

Hace años, en Victoria Station, fui testigo presencial de la llegada del presi-en-turno en visita oficial a Inglaterra. Fui testigo de cómo la liturgia-ritual-ceremonial de Estado “aplastaba” a los recién llegados del tercer mundo; de un país llamado México. Afuera de la estación ferroviaria, los carruajes inmaculados con sus cocheros, dispuestos para llevar al Palacio de Buckingham a los republicanos visitantes. Por cuestiones de Protocolo –otro dato: somos animales protocolarios, o que vivimos de actas firmadas por otros–, el carruaje (claro, tirado por caballos) en el que viajaría entre la estación y el Palacio el líder del senado mexicano, era el de los entonces esposos principescos Carlos y Ladidí (o ‘Leidi-day’, dile como quieras). Recuerdo el rostro del líder senatorial –descendiente de Guadalupe Victoria, por si no crees que en México haya aristocracias– viendo embelesado a ese producto del marquetín britón, hechura de la llamada “boda del siglo”. Por cierto, la ‘Gulf Stream Guard’ (a la que don Jacobo llamó “la banda escocesa” cuando lo de Hong Kong) –esos del bonetote de piel de oso–, en la pura recepción del presi-en-turno, entonó ¡Las Golondrinas! Adviertes cómo la liturgia es algo muy frágil. Yo lo vi, y lo oí, y creo que amablemente los Estados Unidos Mexicanos perdonaron a los britones aquello que bien pudo haber sido ‘casus belli’; causa de declaración de guerra. Llegando y Las Golondrinas… ¡Sólo por ser ellos, se los pasamos…!

La liturgia de Estado es algo exuberante; pero igual la liturgia protocolaria, ritual y simbólicamente personal. Es algo consustancial a nuestras vidas; elemento de primera necesidad. Así ca’quien puede hablar de rituales familiares, o protocolos que en este caso serían sinónimos, e igualmente de los que se dan más o menos disfrazadamente en el trabajo. Tal vez saques a relucir esa malapalabra “rutina”, pero cuando ésta asume el grado de simbología, es más liturgia que otra cosa.

Si de rutinas hablamos, volvamos un poco a lo que denomino la Liturgia de Estado en la que son justamente eso: rutinas muy elaboradas y vistosas las que realizan los fusileros revestidos con sus galas. Todos al unísono siguen la misma ruta, ¿o no? O en los ceremoniales sacros, lo mismo: repetición de movimientos y actitudes en lugares específicos. A mí en lo personal la exuberancia ritual de la Iglesia Ortodoxa me parece de un encanto rutilante, y ojalá alguna vez tengas oportunidad de asistir a unas bodas realizadas bajo ese credo tan respetable; o –también– puedas presenciar unos funerales judíos con su sabor a tabula rasa.

Viendo la devolución de Hong Kong a manos chinas –y más allá de las enormes bobadas de los “enviados especiales”–, no pude sino sentirme en medio de un enorme ceremonial tan protocolario como litúrgico. Pero tampoco –y a propósito de aquel “te los imaginas encuerados…”– pude evitar pensar cómo la solemnidad tiene cierto parentesco con la comicidad. De pronto (te advierto que soy muy mal fisonomista) encontré un parecido sospechoso entre el Presidente Chino y ¡Beto el Boticario! Esa solemnidad envuelta en ropajes que amparan a simples y frágiles seres humanos, y viendo al Príncipe del Imperio en retracción, me acordé de la vez que visitó Guadalajara y que en llegando al Cabañas, por lo primero que preguntó –lo siento Hombre de Fuego–, fue ¡por el baño! ¡Oh, miseria humana!

Y es quizá esa fragilidad miserable de nuestro ser la que impone el uso de protocolos. La urbanidad y el civismo –ciencias fundamentales de la convivencia ciudadana–, no son sino el conjunto de rituales, o si quieres llamarle de sanas hipocresías, que nos permiten hacer llevadera la vida en comunidad. Al menos es lo que pienso.

Táte bien y luego te busco.

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1 comentario en «Rituales»

  1. gloriaromero999@hotmail.

    Tomé por ritual escuchar a Álvar. Me contó tantas cosas, entre ellas los ciclos solares y sus calendarios en distintas formas; algunos con razón de medidas celestes y otros sin razón, por mero gusto de emperadores, por el afán dejar su pisoteo en un tiempo.
    Vivimos cíclicamente, acumulando experiencias que nos harán ver distinto. De modo que el ritual para el ajeno, se vuelve eso «ajeno», pero para el propio cada vez que hace su ritual encuentra novedad, como yo sigo encontrando la novedad cada vez que escucho a Álvar.

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