Y Luego…
Por Alvargonzález; 2 de mayo de 1996
¡Qué lío con los acentos! ¿Estará bien dicho eso de acentaderas para referirnos al monumental e in-trascendente problema de los acentos? Si no tienes inconveniente, en desafío a la ortodoxia así lo dejo: acentaderas, de un país que no sabe usarlas correctamente.
Agudos, graves y esdrújulos, y dependiendo de la sílaba en que se marquen. Fácil, y tanto que ya la reforma reformada educativamente, ha dado como consecuencia que por lo menos un par de generaciones eyectadas por las universidades no sepan dónde colocarlos. Aparte de los ortográficos –que se marcan–, los fonéticos, que sólo se pronuncian y que hacen que el lenguaje se entienda. ¿Habías percibido que sin acentos, el tal lenguaje sería cacofonía indescifrable? Incluso los silencios mínimos entre palabras, son una forma de acentos.
La maestra Lupita (Pérez Baltazar) me introdujo en el laberinto de los acentos castellanos; Valenzuela, maestro también que no profesor, años después de la primaria me ayudó a percibir la simple lógica de este idioma, la que no posee el francés con sus cinco ortográficos acentos ni menos el inglés con su carencia de ellos, o la locura ideo-gramática de las lenguas orientales.
El agudo, grave y esdrújulo problema de los acentos, se está resolviendo en la suavepatria mediante el paulatino pero efectivo proceso de la creación de una sociedad ágrafa, forma elegante de decir que no sabe escribir; en la que la escritura está reservada a pocos que pueden convertir esas ideas en palabras bien acentuadas. ¿Sabías que son dos palabras distintas aún y aun? Cosa de acentos.
Pero el problema se agudiza más al descubrir que estamos acentuando nuestra lógica lengua con palabras que ni sabemos qué significan, pero que nos sirven para decir nuestros padecimientos modernos y neoliberales. Tienes el caso de ‘stress’, y ni dudarlo que somos una sociedad eso: estresada y mucho. ¿Tú no? Pero resulta que la tal palabra se la robaron los sicólogos a la gramática para expresar algo fundamental: saber poner los acentos vitales es básico y sustantivo.
Eso, y en inglés, resulta ser el tal ‘stress’: acentuación. ¿Te acuerdas de aquello de que la sabiduría consiste en ver lo grande como grande y lo pequeño como tal? Los acentos le dan proporcionalidad al lenguaje, y los acentos vitales, al tiempo; a la vida. Sin mucho saber de sicología me atrevo a decirte que es todo un arte poner acentos vitales, y no convertir elefantes en hormigas ni éstas en paquidermos. Difícil la gramática vital, pero sin una estructura gramatical o verbal, resulta muy difícil entender, entenderse y darse a entender. ¿Alcanzas a vislumbrar la importancia de la gramática en cuestión de acentaderas? Pero somos cada vez más ágrafos.
Peor te la cuento si un poco te digo de los tales acentos históricos. ¿Estarán bien puestos sobre la suavepatria?
Una anécdota hertziana sobre el manejo de los tales acentos y la historicidad nacional. Don Salvador tuvo una acentuada carrera literaria en un México tan acentuado gravemente en el centro. A don Salvador –cronista del centro–, lo invitaba don Jacobo a hablar en su calidad de Cronicón de la Ciudad (las mayúsculas también son acentos). Una buena noche a las veintitantas horas, llegó don Salvador con un descubrimiento notable: que Tenochtitlán no era tal sino Tenochtitlan; que Teotihuacán lo mismo. ¡Adiós acentos!, y don Jacobo los abolió… y con ellos la norma filológica que dice que la tradición oral no se equivoca secular ni multitudinariamente. ¿Percibes cómo un noticiero puede cambiar los acentos de la historia?
De corrido y memoria te digo algunos acentos regionales y nahuatlacas que habría que suprimir en Jalisco porque don Salvador tenía razón, y no la tradición oral multisecular y multitudinaria: Acatlan, Acatitlan, Autlan, Ayotlan, Azcatlan, Cuyutlan, Jilotlan, Juanacatlan, Juchitlan, Macualtitlan, Matatlan, Ocotlan, Ocotitlan, Suchitlan, Tecalitlan, Tenamaxtlan, Zapotitlan y Zapotlan. Para ello el congreso del Libre y Soberano Estado –recuerda que la palabra “federación” es muy aguda en México– tendría que formular un decreto de extinción de acentos, ¡‘Novus dixit’! ¡‘Iacobus confirmavit’! Ergo… ¡Sopas! ¿Dónde lleva el grave acento fonético la palabra “provincia”?
Con relación al stress, la ventaja es que todo puede ser siempre peor; esto es que en cuestión de acentos mal puestos en los renglones vitales, podemos seguir colocándolos fuera de lugar y ca’quien pone los acentos como puede o como le dejan.
Si bien –o mejor dicho, si mal– el binomio hertzio-intelectual cambiaron acentos porque sí (no tengo fundamentos para creer que don Salvador haya sido un nahuatlaquista preclaro, pero sí un prosista bueno en este idioma), no creo equivocarme en decir que la palabra “azteca” tiene acento fonético en la ‘e’, y grave, en el contexto nacional. ¿Todos somos aztecas? Me temo que no, e incluso me parece una falta nahuatlaca de respeto a las siete tribus iguales: nahuatlacas. Siete y no solamente una las que realizaron el peregrinaje norte sur: Chalcas, acolhuas, texcocas, tlatelolcas, xochimilcas, tepanecas y ¡aztecas! Siete tribus, entre las cuales una fue la vencedora bélica en esa sociedad que no era el paraíso cuando irrumpieron los españoles –sobre ellos el acento de la maldad–, responsables directos de que más o menos nos entendamos en esta lengua tan lógica.
Insisto: en la historia de la suavepatria, todo el acento está puesto sobre los aztecas, y ello tal vez muestre que el problema de las acentaderas va más allá de poner rayitas sobre determinadas letras.
Según eso, aztecas somos ¡y con el stress seguimos! ¿Hasta cuándo aprenderemos a poner bien los acentos? Gracias por su ayuda, don Salvador, para confundirnos más. ¿Salvador el hertzio acentuante?
Si he visto menos escritos de las gentes, por ejemplo aquí son pocos comentarios y muy breves, y de faltas ortográficas, entonces este escrito bien acentuado o acentado, me lleva a cuidar de la carga que ponga en los hechos históricos, al igual que en los hechos cotidianos que la escriben.