Y Luego…
Por Alvargonzález; 16 de noviembre de 1996
Buenomalo, lo ignoro, y no me compete a mí ponerle adjetivos calificativos de calidad; lo que sí sé es que es único, y que es engendro mío y que acaba de cumplir un cortilargo año. ¿Me dejas que algo te cuente acerca de un asunto tan cotidiano y complicado como lo pueda ser la comunicación?
Dentro de la liturgia mayoritaria en estas tierras existe un rito que tiene un nombre exquisito: la comunión, que no es otra cosa que la simbólica fusión de corporaciones; o de dos entidades fusionadas. No se requiere ser un filólogo consumado para percibir, como lo hacemos tú y yo, que “comunión” no es otra cosa que una síncopa de eso que es asunto de sesudos comunicólogos y que llaman ciencia. ¿Será la comunicación una ciencia? Yo creo en la artesanía de la comunión verbal, y fruto de ello es el engendro ese que acaba de cumplir un año de vida y con un nombre ingenioso: “Hasta Agotar Existencias…”.
¿Ves tele? ¿Cuánto? ¿Por qué? Creo que la televisión nacional es como ese producto que México dio al mundo y que entretiene el hambre pero no nutre: el chicle. No sé si atente contra la sesudez de los comunicólogos al definir la tele como el chicle del cerebro y con un defecto añadido: puede causar caries sesuales o picar la materia gris, con todo lo que ello implique. Dos grandes corporaciones fabricando la tele nacional con muchos recursos tecnológicos-monetarios y con grandes carencias imaginativas, pues sus programas son copias de copias de copias… ¡‘Ad nauseam’! Así, hace un año, un reto: “te damos una hora a ver si la puedes llenar; tiene que ser algo divertido para que te vean…”. Bajo esas premisas tan flexibles (nunca he servido para la rigidez) surgió mi intento de comunión televisiva.
De mi padre aprendí algo fundamental: no hay que competir sino hay que crear; o re-crear y por aquello de ‘nihil novum sub sole’ (nada nuevo bajo el sol). Nada nuevo, pero todo se puede renovar. Nunca se los dije a los del canal 6, pero la idea me la dio el propio canal hace muchos años y con algo que era mero relleno. Una noche, hace alrededor de 30 años, apareció en pantalla un individuo en blanquinegro, sentado en una poltrona y ¡diciéndome algo! Yo no sé si había otros viendo aquel refrito de la muy precaria televisión cubana (pobre Cuba), pero Alejo Carpentier –ese su nombre– me atrapó durante media hora con su conversación. Cuando Nacho Martín del Campo me propuso el reto de llenar una hora, la grabadora de video que llevo en la mente repitió aquella escena imborrable: alguien diciéndome algo. Alguna vez te he confesado mi profesión; te he dicho que soy verbotraficante, y como tal, más que comunicante soy comulgante, pues a partir de aquellas precarias escenas televisivas, llegué a una conclusión feroz: todo evento de comunión no es otra cosa que el intento de alguien por decirle algo a otro. Eso hago en este balcón de papel dos veces por semana; eso hago todos los días hábiles por televisión: tratar de decirte algo.
La idea del contante Carpentier apoyada con imágenes que muestran quizá lo que todos ven pero que pocos observan en la cotidianeidad urbana. Imposible competir con los monstruos televisantes. Pero ¿para qué competir si se pueden hacer cosas distintas?
Espero que no te moleste que te hable de tú. Yo sé que en este mismo momento te encuentras leyendo las líneas que escribo, lo que aprovecho para decirte que el “usted” es un invento idiomático distanciante, pues si te fijas bien, los pronombres del verbo son “yo”, “tú” y “él”. Dentro de nuestra prosopopeya y garruléz compleja, el “usted” encaja perfectamente, pues disfraza de respeto lo que no es otra cosa que la delimitación de distancias. ¿Cómo se puede comulgar sin que se dé la compenetración? Por ello insisto en hablarte de tú, y lo mismo he hecho por radio y por televisión un poquimucho contraviniendo normas implícitas de la comunicación nacional. ¿No has percibido que el usual “ustedes” está dejando paso al “usted”, que pretende ser reverencialmente personal en el uso del lenguaje en los medios?
“Y tú… ¿quién eres?”. Claro que has oído esa frase y si me crees lo que te diré, allá tú. Sucede que como verbotraficante he tenido la oportunidad de ser multimedia o de valerme de más de un medio y en más de una parte. Algunos años anduve en Londres practicando la caída libre y verbal desde una antena de cobertura mundial. Tengo todavía por allí cartas no de los cinco continentes, pero de cuatro sí, y todo por un programa en el que invitaba al oyente a escribir a la BBC, y para hacerlo me acompañaba Ann Lem, una hermosa muchacha mezcla de Singapur (¿singapuresa?) y sangre británica que hablaba español con un acento encantador. El programa invariablemente concluía diciendo: “yo soy fulano, ella es Ann, y tú… ¿quién eres?”. Esto varios años antes de que surgiera la campaña publicitaria en ese tono, y no es casual que la frase se partiera, igual que yo lo hacía. ¿Te acuerdas de aquello del “bienaventurados los que imitan, porque de ellos será el reino de la mediocridad”?
¿Programa? Te parecerá contradictorio, pero después de casi 25 años de practicar saltos verbales sin red protectora abajo, nunca he hecho ¡un sólo programa ni de radio ni de televisión! En sentido estricto no, pues “pro-grama” significa en griego “escribir previamente” lo que se va a decir. He llenado horas, y horas, y horas en radio o en tele, sin ninguna línea escrita previamente. ¿Improviso? Sí. Pero de acuerdo con Cicerón, la improvisación es un arte que requiere mucha provisión y previsión. Leo, veo, oigo, pienso y te cuento.
¿Qué te cuento? Que al cumplir un año buscándote desde una antena televisiva, puedo decirte que el marquetín no tiene razón al afirmar (¿te acuerdas de las declaraciones del Tigre dueño del Gran Canal?) que somos imbéciles y que la tele sólo debe servir para vaciar la mente colectiva. Con un puñado de estadísticas en la mano, que me cayeron de rebote, puedo afirmar que tenemos una gran hambre de saber; que existe una sed magnífica de conocimientos. Yo no soy otra cosa que un burro; burro acarreador de eso: de conocimientos. Esa es mi función comulgante: divulgar valido de los medios, muchas cosas que de otra forma quedarían encerradas en ámbitos intrascendentes.
¿Comulgas? Táte bien.
Me acuerdo de alvaro y me da nostalgia porque ya no esta aqui con nosotros.pero me da entusiasmo al seguir leyendo sus documentos que siempre me enseñan algo interesante