Y Luego…
Por Alvargonzález; 5 de junio de 1997
Indudablemente hay de corridos a corridos; unos más añejos que otros, y algunos más artificiales en su intención que otros. ¿Te simpatizan los corridos? A mí, depende…
En principio me refiero a ese género entre épico-lírico-narrativo, que des-hechos heroicos o pasionales y cuyas raíces se encuentran en el romance castellano o en las ancestrales coplas y cantares trasladados a estas tierras por los transportistas de la lengua. De hecho, el octosílabo resulta la forma más sencilla de versificar y a él recurrían los corridistas para sus narraciones emanadas del pueblo y dedicadas al mismo: “día lunes, trece de marzo/ que desgracia sucedió/ se balearon con la escolta/ Cipriano Méndez Murió…”.
No pocos de ellos comenzaban con una fecha, y la virtud principal era precisamente narrar de-corrido, o bien una vida o un acontecimiento relevante o amatorio o violento: “Cipriano nació en San Juan/ y en San Juan de Dios quedó/ y se llamaba Sanjuana/ la infame que lo entregó…”, y tan fácil como contar las silabas para darse cuenta de que son ocho. Pero el metro versante también recurría al alejandrino dodecasílabo, como en aquella invitación del “escuchen señores, esta triste historia…”.
Pero es tan fácil versificar en octosílabos (aparentemente), que allá por los noviembres de todos los años el patético calaverismo –cuya historia es cuento aparte–, trata de rescatar esa habilidad ya casi perdida. “Viejos, muy viejos corridos/ muchos de ellos olvidados/ pero todos amparados/ por ese nombre sencillo:/ ¡El corrido mexicano…!”. Te digo, es tan fácil acomodar octosílabos que hasta yo mismo lo he hecho, y a propósito de esa forma narrativa.
Lo que no es tan simple es hacer en verso el re-corrido biográfico o anecdótico, como en el caso del Charrasqueado Juan, nacido en la Hacienda de la Flor y al que en la historia y de-corrido vamos hasta el sepelio del carimarcado –Charrasqueado– valiente; aquel que narra desde su aprehensión en Agua Prieta –“a las once de la noche…”–, hasta su internamiento en la cárcel de Cananea. Difícil ciertamente acomodar y de-corrido toda una historia a la métrica versante. O si prefieres, podemos decir también que es un re-corrido musical y de cabo a rabo de una historia; un “te cuento” respetuoso del tiempo del oidor.
Desafortunadamente la hechura de corridos dejó de ser un hecho natural para asumir una profunda artificialidad con el narcorrido o narco-lo-mismo. El marquetín multipresente tomó la ancestral costumbre narrativa y la adobó con cuerno de chivo para generar ganancias adicionales a las que genera monumentalmente “la caspa del chamuco” y su trafique. Ya no es la generación espontánea, popular, sino todo un proceso en donde las notas policiacas son trabajadas por diseñadores –decir que se hace trabajo de restirador no es muy distante de la realidad–, y se sintetiza en la artificialidad del estudio. Se producen en serie, desechables, con una capacidad industrial llenando con espuma una “necesidad” histórica.
Pero hay de corridos a corridos. Quizá esas parrafadas anteriores sean porque de pronto he sentido que mi historieta sea un reto para ponerla en octosílabos simpáticos. Comenzaría más o menos así: Era un veintiocho de mayo,/ del año del setentaicuatro/ cuando me trepé a la’ntena/ a tratar de hacer La Radio… Y son octosílabos. ¿Corrido? Yo y mucho.
Alguna vez percibí que la ironía no viaja bien por el hertzio. Se me ocurrió anunciar que iba a editar un libro llamado precisamente así: “El Corrido Mexicano; mi biografía”. Soy mexicano, y lo otro también, pero lo que me sorprendió es que no pocos acudieron con mi proveedor de tinta, René, a buscar el hipotético y ridículo libro. Y lo que me sigue sorprendiendo es de nuevo encontrarme así: corrido.
El primer elemento de mi re-corrido biográfico-profesional, tiene fecha exacta: mayo del 74, y es totalmente cierto lo que en octosílabos te decía. Pero hasta allí llega mi capacidad versificante y mi habilidad en el manejo de sinalefas, hiatos y demás artimañas rimantes para tratar de narrar algo que para mí resulta entre épico y lírico; épico porque ha sido el batallar por un amantazgo, y ese sentido –amatorio– le da el añadido lírico. Tengo otro problema añadido, que es mi incapacidad para compactar (característica de los corridos) mi experiencia como ¡corrido!
Mira lo que son las cosas. Alguna vez y en el extranjero, se me ofreció un contrato permanente, que por un motivo fundamental –mi negativa a convertirme en exiliado profesional– rechacé. Y ándate que retorno a la suavepatria y a tocar puertas solicitando se me dejara practicar mi doble amantazgo: con el lenguaje y con las antenas. ¡Vaya que sí sé del enorme trabajo de pedir eso!: ¡trabajo! “Somos un pueblo tonto, refractario al conocimiento; abierto a la seudociencia y cerrado al conocimiento”. Conclusión: mi presupuesto no sirve, no encaja con las leyes del marquetín. ¡Falso!
¿Cómo poner en octosílabos o en alejandrinos mi frustra ante dos evidencias? Por una parte, y haciendo televisión con recursos ínfimos, me sorprendió encontrar que las estadísticas –en las que se apoya el sacrosanto marquetín– mostraban que habíamos arrancado audiencia a programas hechos con todo el peso de los gigantes que invaden todo el país. A pesar de la evidencia ¡corrido! Y luego un hecho que me sorprendió: por vez primera en mi vida profesional hecha a vuela-lengua y desde antenas insospechadas, alguien me invitaba a laborar en una emisora. De tan bello, era imposible que durara: Pos que de México dicen/ que tus palabras nosioyen/ y que te vayas al aire/ al aire libre de la calle…
No te miento: en esos términos –y a pesar de la evidencia de que sí hay una enorme hambre de saber, y que doña Radio la puede repletar– se me bajó de la antena. De ese México con apellido –DF–, alguien a quien seguramente nunca tendré el gusto de conocer, determinó mi inutilidad; o le puso octosílabos a mi historieta digna de un digno corrido.
Otra de las virtudes de los corridos mexicanos (en su sentido amplio y genérico), es que narraban ciclos históricos: que si el agrarismo; que si la cristiada o las etapas de La Revolución. Pero a propósito de ciclos, y en mi historieta, me tiene sorprendido la velocidad que han adquirido: 35 días hábiles duró mi última incursión. ¿Por qué tanto miedo a abrir el hertzio al pensamiento?
¿Por qué ese marquetín asesino de tradiciones –entre ellas la de los corridos– no se da cuenta de que su concepto de patria desechable no es el mejor de todos? Esa es otra tragedia digna de un buen corridista. ¿Corrido Yo? Sí, y bien.
En la secundaria y preparatoria siempre rechacé la historia, con sus evidentes consecuencias. Los corridos de la revolución Mx. me cambiaron a interesarme por comprender la historia, también el hecho que una periodista mexicana de la TV. fue impedida a hacer un reportaje ‘in situ’ del EZLN. por extranjeros miembros y líderes del «EZLN» y me nace una cadena de porqués, que tengo que explicarme a través de la historia.