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¿Es Cupido?

Y Luego…

Por Alvargonzález; 8 de mayo de 1997

“La otra noche junto al río, me pareció tan extraño llamarme Federico…”, e ignoro dentro de qué categoría poética incluyó García Lorca esa breve ex­presión de la continua extrañeza que somos; o la sorpresa inacabable que nos acompaña por dentro y por fuera mientras le navegamos al calendario. La otra tarde junto al radio me pareció tan extraño oír lo oído… De pronto fue como si las ondas hertzianas hubieran asumido su sinónima de “olas” revol­cantes. Revolventes.

¿Cuántas horas sumadas al día y por todos los medios, se dedican al muy frágil cutis humano? Súmale, o consulta estadísticas al respecto y que yo desconozco, pero así al pasón, creo que son muchas. Pero ¿sólo cutis so­mos?

La piel humana es una frontera in­franqueable que puede ser solamente traspuesta en forma simbólica y ama­ble. Si la frontera cutánea personal es trasgredida de cualquiera otra manera, aquello o se llama cirugía o agresión. Así de dramáticamente fácil, y siendo la piel algo tan elástico, depongo el término y por “piel” entiendo incluso las cavidades mucosas del cuerpo que te­nemos tan húmedamente frágil y tan humano.

“Una flecha en el aire tiró Cu­pido…”, y creo que la letra del huapan­go no te es desconocida, como tampoco el hecho de que doña Radio y su profunda –¿profunda?– misión en pro de la piel humana llena y rellena de flechas el carcaj de Cupido. bien, muy bien, la pre-ocupación por la educación sexual de un pueblo sexualmen­te poco educado, pero lo que no es tan claro es la fragmentación de un tér­mino que utópicamente debía de ser unitario y sólido: educación, sin apelli­dos, integral. Tú dijeras: se dedican tiempos proporcionales a la piel, y a su contenido, al sustento anímico de la tal piel humana –la sesera–, pos pase. Pero no: todo es piel y sus mucosas. Tú di­jeras que luego de la apertura educa­tiva hacia el sur del ombligo, se hubiera dado una equivalencia hacia el norte de la pituitaria, tal vez incluso ya se hubiera logrado el equilibrio demo­gráfico tan pretendido cara al XXI.

Niños, niños, niños (as), o al con­trario, niñas, niñas y más niñas (os) ¡Es tan fácil hacer la vida! Dándome grasa en plaza pública, me puse a contar también al pasón (parece ser una técnica recurrente y personal) al niñerío menor a cinco años que acompañado por sus respectivos (as) hacedores (as) y cuando llegué a sesenta, en mañana de día hábil, y bastante antes de que el bolero llegara al chirriante final de la sesión, cambié de entretenimiento y me puse a leer el aviso de ocasión tan termométrico de tantas cosas. ¡Demografía laborante!

Es cierto, y San Agustín lo dijo: “no tenemos por qué avergonzarnos de hablar de lo que Dios no tuvo vergüenza en crear”. Y así se llaman respectivamente el pene, la vagina, el escroto, el dídimo y el epidídimo, y ni duda que todos tenemos ano. ¡Qué bueno que el hertzio ventile todo eso! Pero ¿y lo demás? Por ejemplo, y al respecto de la placeridad que se aborda maravillosamente por los educadores sexuales, creo que se les olvida un hecho fundamental: que el principal órgano de la sexualidad humana está situado precisamente entre ambas orejas y bajo de la llamada duramadre (la cubierta del cerebro).

Se les olvida que la idealización (madinjólivud) del sexo como fuerza de liberación personal y único elemento de la plenitud humana, es algo que ya demostró su ambivalencia antes del tiempoactual –modernidad–, y también mostró que es un principio muy cándido. Incluso los griegos, el supuesto paradigma de la liberación sexual –para ellos y en su lengua ‘gymnástos’ era la desnudez posibilitante del ejercicio–, Eros tenía una fuerza natural y poderosa que podía ser creativa, volátil o destructiva. Eros (divinidad) poseía la energía suficiente para hacer continuar la vida, pero con tendencias al exceso incontrolable no sólo capaz de nutrir de fuego benéfico al alma, sino de desencadenar la guerra de Troya a causa de la pasión de Paris y Elena. Casi 30 siglos después, la representación de Eros ha sido despojada de sus connotaciones siniestras, y la publicidad –credo fundamental de nuestra vida– presenta a Eros como una divinidad placenteramente sentimental. Sensorial, sensual, sensacional. ¡Cuidado!

Tan inocente que se ve el divino y griego Cupido. ¡Imagínatelo actualizado no con arco y flechas, sino con un cuerno de chivo…! ¿Creador o ‘Terminator’? Eso es: un ‘Terminator’ disfrazado de angelito…

Pienso que ahora me podrías entender si te digo que indistintamente los mitológicos griegos llamaban a Eros igualmente “creador” o “destructor”, o “genio” o “monstruo”. Pero un punto a favor de tan añejos seres, es que los griegos advirtieron que se requerían controles (perdón si ofendo por culpa de ellos) culturales y sociales tanto para limitar las fuerzas del sexo como para canalizar su energía creativa. Tabúes, instituciones como el matrimonio, emociones tales como culpa y pena, razones para podar las sueltas alas de Eros disfrazado de Cupido inocente. Filósofos y autores de tragedias planteaban la forma de respetar la libertad de expresión amatoria sin que se dejara a Eros libre de todo control social; la aparente contradicción de dejar volar a Cupido con su cuerno de chivo y de someterlo bajo el cargo de portar armas de uso restringido. Paradoja, como paradójica es la esencia de la libertad. ¿Puedo ser feliz infelizándote? Si las leyes no funcionan, claro que lo puedo hacer…

Esa es una de las grandes proezas del siglo actual. Todo lo que se haga para podarle las alas a Cupido es arcaico; fuera de tiempo. Represión. ¿Por qué entonces el hertzio liberador de Eros, reprime otras circunvoluciones del cerebro? ¿Por qué no se le conceden equitativamente minutos-hertzio a otras secciones (no sexiones) del pensamiento? Eso, dicen, son inhibiciones puritanas que van contra la autenticidad del ser; la culpa y la vergüenza son cosas de la hipocresía e igual se cambia de sexopuesto que de ropa. Sí, que al condón se le llame así, y qué bueno que a las seis de la tarde doña Radio y sus especialistas me digan la forma ideal de retirarlo post ‘coitum’. ¿Pero por qué a las seis de la mañana la misma doña no me dice que Eros es algo tan-tanto que lo mismo puede ser motor de la creatividad sublime de la vida, que hacedor de locuras y de violencias sólo descriptibles por los que hacen transfusiones de sangre a través del hertzio? Insisto: El hertzio erótico –Eros– puede ser creativo o lo’tro.

bien, es cierto: amaneciendo a la vida y descubriéndolo abajo de la cintura; tú el tuyo y yo el mío y así se llama: sexo. Pero continuamente humedecido por el consumerismo, parece exigencia lógica que a Cupido ya le quiten el arquito y las flechitas y le pongan en las manos el cuerno’echivo. Con el hertzio claro que Cupido-Eros nos va a fregar al grito de “tiamo, tiamo y…”, ¡que’l niño busque lo que le’spera! Horror…

Hay que seguirle poniendo apellidos a la educación, y seguir creyendo en toda la retórica sentimental que cree que el problema demográfico y sidótico es cosa de que el hertzio nos instruya cómo ponerse o quitarse el condón. Ese no es el cuento; no es cosa de condón, sino de ¡Educación! Del ser humano integral que por lo general no piensa de la cintura pa’bajo sino del cuello pa’rriba. Si vieras lo que el hertzio nos pudiera ayudar a pensar… ¡Eso, a pocos, les da mucho miedo! Mientras, ¡explosión demográfica!

¡Cupido vive! Tan chulo… La otra tarde junto al radio me pareció tan extraño encontrar a Cupido… ¿Es Cupido? A veces la Radio ¿escupe? Ojo.

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