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Las vacas y su palacio

Por Alvargonzález; 12 de mayo del 2003

De entrada y con la confianza que te tengo, te hago una pregunta con intención multidireccional. En primer término, con ella pretendo mostrarte que palabras que utilizamos frecuentemente, el uso las ha vaciado de contenido real; en segunda instancia la respuesta expone cómo los tiempos han cambiado y a su paso se han modulado de forma distinta las actividades humanas. Vamos pues.

La cuestión es sencilla: ¿qué es lo contrario a un ‘ganadero’? ¡Acertaste! Un ‘perdedero’. Tan sencillo como advertir que lo opuesto a ganar, es perder, y si me equivoco corrígeme. Y en los corrientes tiempos del siglo en que vamos, la cuestión del campo anda tan patas pa’rriba que la difícil crianza de animales ya no es negocio seguro. ¿Cuántos que andan en ello más pierden dinero que ganarlo? Esa respuesta se la dejo a SAGARPA o a especialistas del ramo. Pero durante milenios la norma fue invariable: tener animales era sinónimo de potencialidad económica. Incluso creo que has oído esa expresión de “recursos pecuniarios”, tan clara como el hecho de que ‘pecunia’ era la forma latina de llamarle precisamente al ganado. Sí, sí, ya estoy esperando tu consabida pregunta: ¿eso a qué viene? Simplemente tiene relación con el hecho de que amaneciendo la ciudad al siglo 20 un próspero habitante se mandó construir lo que la boca popular bautizaría como ‘El Palacio de las vacas’ (de pronto mientras te cuento y me encuentro contigo aquí, me asaltó el mal pensamiento de poner ridículamente en francés el nombre: ‘Le Palais des Vachez’ y dicho así hasta suena como a lugar de alcurne prosapia tapatía).

Lo de ‘palacio’ se ajusta a la monumentalidad del morisco y extraño edificio. Es enorme y allí está a la sombra de San Felipe Neri (ese el barrio) y lo de ‘las vacas’ no era porque allí hubiera establos ni ordeña sino porque el dueño del caserón debía su fortuna a ellas. Sí, Don Miguel Díaz su propietario, fue un real ganadero o alguien que había ganado y bien por esos cuadrúpedos que involuntariamente nos proveen de proteínas y salvo tu muy respetable vegetarianismo -ca’quien-, la vida para mí sería impensable sin filetones ni leche. ¡Viva la ganadería aunque ya no sepamos quién con ella gana y que para no pocos sea ella mera perdeduría!

Es una finca extraña; aunque muy descuidada en su interior, aún refleja su grandeza palaciega y su morisquería en un centro urbano que tiene poco de histórico y mucho de gravedad. La ciudad ya no gravita en torno al centro y de mucha gravedad es el hecho de su incuria y abandono. ¿No?

 

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2 comentarios en «Las vacas y su palacio»

  1. Gracias. No me fue posible estar en la feria pero sin lugar a duda quiero adquirir el libro. Lo consigo en la-berinta?. Una disculpa.

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