Por Alvargonzález; 28 de julio del 2003
Dicen, ve tú a saber si cierto fue, que Goethe poco antes de emigrar al Bolsón de Mapimí (¿no está allí la Zona del Silencio?) dijo aquello del “¡luz… más luz…!”, y yo ignoro si la ciudad se enteró de eso y repitió lo dicho por el poeta alemán. La exigió, y más y más empezó a necesitar a comienzos del 20 y luego de probar las ventajas de la energía eléctrica en el 893.
La capacidad de generación de la primera planta abastecedora de electricidad para Guadalajara y primera hidroeléctrica del ahora tan Americano Continente –¿viste cuando aquí exhibimos la planta de El Salto?–, quedó rebasada por los requerimientos de aquella modernidad. Si se querían reemplazar los tranvías de mulitas por los eléctricos, la condición de posibilidad era obvia: poner vías, cables y a los cables dotarlos de energía. Fácil. ¿Qué tanto? Tanto como poner a trabajar al agua –eso es una hidroeléctrica–, en otro punto para mover turbinas que a su vez accionaran dinamos productores de la novedosa energía. ¿Fácil? Tanto como encargar a Suiza la fabricación del equipo y luego instalarlo en las profundidades de la Barranca de Huentitán. Tan sencillo como eso: desde los talleres –‘Ateliers des Charmilles’– en Ginebra, transportar e instalar el equipo en la barranca de los muchos nombres; sí, había y hay muchos miles de kilómetros entre Huentitán y Ginebra, pero indudablemente la parte más difícil eran los últimos 500 metros, o sea el desnivel entre el piso urbano y la profundidad barranqueña.
La faena fue larga y complicada; tomó desde el 1900 al 1907. Primero la construcción de la vía para rodar sobre ella el malacate aún en uso –gracias a los ingenieros Carlos y Jesús García por llevarnos a conocer la hidroeléctrica de Las Juntas– y con él bajar generadores y todo tipo de materiales. Se fueron resolviendo con ingenio las cuestiones técnicas para instalar la planta –con ingeniería local y foránea mestizadas–, lo que posibilitó que el Gobernador Ahumada pusiera en marcha los tranvías eléctricos en la ciudad. Gran júbilo popular comenzando el siglo 20 por un sistema que aparejaba a Guadalajara con las grandes urbes dejando para la historia el tranvía de mulitas. ¡Luz… más luz! A partir de 1893, insisto, cuando la ciudad comenzó a derrotar la oscuridad con lámparas de arco, empezó a exigirla y necesitarla más y más. Y mucha más requerirá…
Los tranvías desparecieron, pero las turbinas siguen allí las mismas; reparadas, remendadas, lo que quieras y gustes, pero allí están y generando poco porque poca agua (y negra) les llega. Impecable, funcional, iluminante lugar ese: la planta de Las Juntas.