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Mucha plaza y poca…

Por Alvargonzález; 27 de marzo del 2003

Un par de confesiones preliminares: la terrible manía de coleccionar papeles añejos, que van desde hojas sueltas hasta mamotretos preñados de polilla y hongos seculares, amenaza desbordarme dada mi incapacidad organizacional. En segunda instancia, si te he dicho que mis pinceladas colaborantes en la hechura del Mural son fruto de mi simple observación personal, ya debo rectificar y reconocer que los amigos hablan y me preguntan “¿ya viste?”, y voy, veo, retrato y te cuento.

Entre mis resmas papeleras está, seguro que está, la vistosa publicación de época del último informe gubernamental del Lic. J.J.G.G, y sus revolucionarios logros. En él y en negro y blanco  -porque la fotografía a color aún no era recurso común iniciando los cincuentales años- aparece la fastuosa ceremonia inaugural de la entonces muy moderna (?) Plaza de la Bandera; ceremonia mixta, si por ello entendemos tú y yo la participación del Ejército y de la civilidad escolar representada por innumerables niños con los uniformes correspondientes a su plantel educativo. Estrado para ‘discursosoficiales’ (impensable una inauguración sin ellos) y toda la parafernalia propia de la ocasión, y te digo que allí está la fotografía testimonial y que si la busco la encuentro (¿por dónde empezar? ¡Auxilio!).

Ya en alguna ocasión traté de contarte lo que me pareció fue un crimen arquitectónico al ocupar la plaza el lugar de algo más históricamente meritorio, pero hoy no se trata de ello ni de la anécdota de la joven tapatía que estampó su auto allí; hecho que motivó la política decisión de derribar el histórico monumento. La cuestión hoy está más bien ligada con la enorme diferencia entre la intencionalidad de ‘cientomuchas’ obras sexenales, y la realidad. El catálogo es enorme pero por hoy lo simbolizo con ese plazón con su figura central -el águila horrísona que hay que ver para creer su fealdad- y donde supuestamente se rendiría homenaje ondeante a… ¡Obvio, dado que es la Plaza de la Bandera! Héctor Enrique de Dios me dijo ve y ve y fui y vi: ¿alcanzas a ver el banderín que mano ciudadana anónima colocó allí a falta de otro proporcional con el asta? 

En términos reales se trata de gran plazón para pequeña banderilla, y te advierto que no soy de los que creen que echar al vuelo banderas monumentales sirva para darnos congruencia nacional; y menos cuando hace años mi compinche de la tele, el Ing. Flores Tritschler (saludos), me dijo que las grandes banderas nacionales a prueba de todo viento, son fabricadas ¡en Houston! ¿Será? En todo caso, mucha plaza y poca bandera; entre intención y realidad, distancia hay. ¡Ay, ni modo!

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