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Potentes

Y Luego…

Por Alvargonzález; 10 de julio de 1997

Oigo radio –¿tú no?–, y oigo cada cosa… ¿tú no? Desde estaciones que se precian de tener –instalados en la Mesa Central– no sé cuántas decenas de “comentaristas” para explicar a la provincia “la realidad nacional”; hasta anuncios de las cosas más insólitas, como un producto llamado “Poten­cia”… creo que herculina o algo por el estilo. Se trata indudablemente de un potenciador para evitar el ridículo a media luz y luego del consabido: ¿y pa eso minvitaste?…”.

Pero dejando el radio de lado (doña Radio como le llamo con todo afecto amante), creo que luego de lo que ocurrió el domingo con las boletas y las urnas que ahora sí fueron electo­rales y no electoreras, percibo que a la suavepatria se le puede pronosticar una seria crisis de im-potencia, y si me permites, trato de explicarte por qué.

Leyendo, leyendo, me entero de que el tratamiento de desintoxicación de los heroinómanos es sumamente doloroso. El cuerpo se adicta en tal for­ma a ese opiáceo denominado por un inglés “heroína”, porque hace pensar a sus usuarios que son capaces de cosas descomunales, que cuando se priva al organismo de él, las crisis son suma­mente dolorosas; convulsiones y realmente dolor intenso. Pero viéndolo bien hay una discreta adicción, o no tan discreta, a algo que Cervantes describe con su maestría en el Quijote: “Si una vez lo probáis, Sancho… comeros habéis las manos tras el gobierno por ser dulcísima cosa el mandar y ser obede­cido…”. Sí, tú y yo, todos, si lo proba­mos nos aficionamos a él porque quizá sea la máxima aspiración entre animal y humana: ¡El Poder! La potencia man­dante.

¿Has probado sus encantos? Son mareantes, sí, fabulosamente encantadores, nirvanáicos, y te lo digo porque la vida me ha dado la oportunidad de es­tar en buen butacón dentro de lo que podríamos llamar el Teatro de la Repú­blica (y que no es precisamente el que está en Querétaro). Me ha rozado lige­ramente eso que es tanto y que simplemente se llama así: El Poder. He visto a los poderosos en su jugo y bien servidos… Espero que no me salgas con aquello que repetía mi amigo el argentino: “che, con lo bien que te ha ido no entiendo cómo sigues siendo tan humilde…”. ¿Me ha ido bien? Si te contara llorarías o te burlarías, y prefiero dejar ese asunto de mi hipotético bienestar personal para otra ocasión. Pero que he tenido la oportunidad de ver y de sufrir a los poderosos, sí.

¡Ay, El Poder! Lo escribo así con mayúsculas para diferenciarlo de otros tipos de poderío que se remiendan o se aumentan con productos medicinales que anuncia el radio. Con decirte que El Poder también resulta ser un afrodisiaco, y si no me lo crees, observa o recuerda la figura del Gran Poderoso del sexenio pasado; y viéndolo con sus externos y deficientes atributos físicos de su compacta corporación, resulta difícil imaginar que si no hubiera tenido en sus manos la batuta de director de la desafinada Sinfónica Nacional, haya tenido tanto éxito con mujeres realmente rutilantes y bellas. Potencia Sexenal, ese sí es un gran estimulador que desgraciadamente no se vende en comprimidos, sino se logra mediante procedimientos cuya claridad contrasta notablemente con lo ocurrido el domingo tan electoral como pasado. ¿Votaste? ¿Resultó con el triunfo aquél a quien tú querías conferirle El Poder?

“…Que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones…”, y al decir eso, El Quijote utiliza la palabra “golfo” como sinónimo de covachón, o lugar siniestro. Apetencia generalizada, los grandes cargos no son muchos, y sí muchos los que los desean y por motivos tan distintos como puedan serlo servir o servir-se. Las intrigas y El Poder, de la mano van. ¿No crees?

Pero vuelvo con lo mismo: la necesidad de un tratamiento de desintoxicación. ¿Tú crees que quienes lo han probado, lo van a dejar así como así? Lo dudo. Tratamiento liposuccionante e inmediato de la hinchazón. ¿Le seguimos con El Quijote y sus consejos a Sancho para enfrentar los riesgos del poder?

“…Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey”, y enseguida el flaco iluso le recuerda a su compañero de andancias sus orígenes como “guardador” –guardián– de puercos en el pueblo. ¿No te ha tocado ver a esos individuos que una vez encumbrados, hinchados de vanagloria, reniegan de sus orígenes; los re-niegan? Esa, otra de las características peligrosas del Poder: enceguece al portador y le impide verse en su propia dimensión. Y si uno se desproporciona internamente, todo lo demás también queda fuera de foco. Insisto: ¿cómo curar esa hinchazón reventante de los que recientemente han presentido que su dosis de Poder ha alcanzado la fecha de caducidad? Porque son capaces de reventar más de algo con tal de no soltar tan melcochoso y jugoso fruto. ¿Hay algún tratamiento para la cura de los Poderadictos?

Tal vez el iluso Cervantes, pretendió elaborar un tratamiento preventivo de los males que ocasiona El Poder con su historieta del Clavileño –caballo artificial que remonta el vuelo–, y que permite poner en perspectiva las ansias gobernantes de Sancho Panza: “Después que bajé del cielo, y después que desde su alta cumbre miré la tierra y la vi tan pequeña, se templó en parte en mí la gana tan grande que tenía de ser gobernador; porque ¿qué grandeza es mandar en un grano de mostaza…?”. ¡Templanza! Virtud que impediría asumir esas actitudes mesiánicas con que se revisten aquellos a quienes las circunstancias les hacen sentirse dueños y dadores de vida. No sé si hayas tenido la oportunidad de verles, tras gigantescos escritorios o en sus automóviles –parapeto con el que forran su fragilidad–, sintiéndose el mismísimo centro del universo. Son un espectáculo imborrable, y mostrante de que la realidad supera con mucho la imaginación de los hacedores de películas. ¿Los has visto? Destemplados totalmente.

Y así el recetario cervantino prosigue: “procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre… si tomas por medio a la virtud, y si te precias de hacer hechos virtuosos, no hay por qué tener envidia a los que nacieron príncipes y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se ‘aquista’ (adquiere), y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale…”. En nuestro país, El Poder no es hereditario (¿o sí?), y afortunadamente ha estado siempre en las manos más virtuosas (¿o no?). Pero, insisto, una de las virtudes más defectuosas que tiene el tal Poder, es el afecto endemoniado que se le toma una vez que se le prueba. ¿Qué harán los afectados por la im-potencia para seguir potentes? ¿Tendrá cura la Poderadicción? P’sabe

Táte bien y luego te busco.

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1 comentario en «Potentes»

  1. Oscar Aceves Hernández

    «El Poder no se comparte» (un lider sindical). ¿Al Poder le conviene la democracia? Seguramente la democracia simulada, sí.
    ¿Cómo es el organigrama del PODER?

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