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Preparatoriado

Y Luego…

Por Alvargonzález; 17 de octubre 1996

Me hablaron para invitarme, y de botepronto dije: “gracias, no”. ¿Creerás que ya son trentaitantos años de que salimos de la prepa? Como el hecho más que festivo me pareció reflexivo, y como reflexionar se me dificulta más en medio del tumulto que conversándolo contigo, por eso dije: “gracias, no”, y aquí estoy. Son muchos años, ¿no te parece?

Eso significa –traduciendo los años– que ya cursaba la secundaria cuando apenas llegó la tele a Guadalajara; eso significa que estaba a punto de terminar la prepa cuando a Juan José Francisco Gutiérrez Pérez se le nombró ¡ciudadano un millón!, y lo cual en ese tiempo se traducía en que el Valle de Atemajac ya tenía en su planicie una verdadera ciudad, puesto que la categoría urbana se medía por número de habitantes. Eso significaba que… viéndolo bien, ¿qué significa eso de “preparar”? Y hasta allí de acuerdo, pero ¿a quién?, ¿cómo?, ¿para qué?

Por suerte me tocó el plan de dos años para alcanzar tan significativo certificado; en sólo dos –lo que significó ahorro para mis padres–, y ya era un prepara-toriado. ¿Preparado? Un poco sí y un mucho no. Fíjate que salvo en una ocasión regresé a ese mi colegio preparatorio y luego de egresado, y ahora con esta distancia de años percibo por qué: por el enorme sentido de disciplina que existía en ese edificio que estaba en despoblado pero que ya se lo tragó la gula urbana. Férrea, y eso me gustó aprenderlo y más me ha servido; pero un poquitín absurda, puesto que estuvo en un tris de haber anulado mis defectuosas virtudes. Tal vez por eso no regreso, pues despierta el temor adolescente de quien tuvo que arrinconarse para no ser atropellado por una aplanadora inflexible y preparatoria.

¿Me preparó la prepa? Quiero suponer que la función de tal etapa es la de poner al joven-adolescente ante una decisión vocacional y después de ese largo enchorizamiento llamado primaria-secundaria-prepa. Dar al joven los elementos para que realice una elección. ¿Te acuerdas del “cuatro caminos hay en mi vida…”?

Sí, la prepa –mi prepa– me preparó. Aprendí el uso de la regla de cálculo (faltaban años luz para las calculadoras) y me tragué teoremas que concluían en brillantísimos colofones. Se me preparó también en el campo de la química y por ello sé que el carbono con sus cuatro electrones sueltos es capaz de hacerlo todo: desde el lápiz o grafito con el que te escribo hasta el diamante inútil y vanidoso, o incluso problemas en un país cuyas moléculas petroleras le fueron donadas por el diablo (cfr. López Velarde). ¿A poco no sabías que el encadenamiento molecular del carbono es tan extenso que leyendo a renglón seguido los derivados del petróleo, te tomaría sin parar casi dos días? Salí de ese colegio que estaba entre las carreteras nueva y vieja a Zapopan bien preparado… para descubrir que no encajaba en ninguno de los carriles ortodoxos por los que se hacen carreras igual.

Retraído como era, y sigo siendo, descubrí un lugar del colegio que fue el que me salvó de mil castigos y expulsiones debido a que tenía un sistema recurrente para protestar contra la chatez de los profesores disfrazados de maestros: decir-hacer tonterías a medida que la clase se convertía en sólo repetir conocimientos.

Fui a dar a la biblioteca, que me abrió un horizonte enorme, más allá de las cuatro paredes y el techo aplastante del aula.

Si volviera al colegio sería para estar de nuevo en ese lugar pródigamente ahijado por el Padre Herrera, pero ese sitio ya no existe con la vitalidad que tuvo.

Ese rincón de mi preparatoria me preparó a encontrar una diferencia sutil entre el estudiar y aprender, y si me crees allá tú, pero siento que poco estudié después de la prepa y me he dedicado a aprender lo más posible y dentro de mi limitada capacidad. ¡Carezco de título alguno! Ello ni me honra ni me deshonra, sino es simple dato biográfico de un pájaro de cuenta y cuento al que su prepa le dio la disciplina y –sin quererlo– la repelencia al estudio y el amor al aprendizaje.

Me preparó para asumir una vocación insospechada y esa debía ser, pienso, la función de la denominada preparatoria. Más ahora con un sistema educativo en quiebra y rebasado.

¿Prepa abierta? Engañifa igualmente abierta. Pienso que los datos concretos que se exigen para pasar exámenes, poco cuentan en la formación definitiva: entre otras razones, porque ¡saber! exige por esencia renovación y rectificación.

Aquella silenciosa biblioteca, lo advierto ahora, me preparó en la egregia capacidad de dudar y renovarme.

No creo que un sistema que llenó mi mente de datos (ya ni me acuerdo de catetos e hipotenusas), sea capaz de proveer la re-creación que necesita la suavepatria. Hasta suena bien decirlo así; estamos en la hora del recreo, y si no re-creamos un sistema muy craquelado e ineficiente, ¡paf! Recrear el sistema educativo y que la prepa se convierta en un sistema de orientación pedagógica, fiscal y moral.

Pedagógica: que despierte el hambre de aprender: física, no sólo pateando balones sino percibiendo que nadie que no sepa hacer algo con sus manos, difícilmente merece el nombre de ser humano; y moral: porque un sistema basado en un código del “si gano mucho –no importa cómo– soy bueno…”, conduce a la bestialidad.

¿Prepa abierta? Si la televisión, abierta sólo al marquetín, es hoyendía la preparadora de las esperanzas juveniles, habría que aceptar que llegó el momento de abrirla también a la inteligencia. Dudo que se haga, y por lo pronto lamento no poder ir con mis condiscípulos de prepa, porque este sábado tenía una cita contigo aquí.

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