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¿Regionalismo?

Y Luego…

Por Alvargonzález; 6 de julio de 1996

Con todo respeto, aunque no es mucho a pesar de ser todo, les llamo “asambleas parlantes”; reuniones interminables a las que acuden “expertos” –con gastos pagados, claro está– para dar a conocer sus brillantes deducciones al­canzadas –con gastos pagados, también claro está– luego de brillantísimas in­vestigaciones. Deducciones que la ma­yor parte de las veces, cualquiera con una dosis ínfima de sentido común, podría expresar sin preámbulos académicos. Mesas Redondas, Reuniones de Análisis, Foros y otros nombres proso­popéyicos reciben las tales asambleas parlantes. Pronto, estoy seguro, se realizará un magro congreso para evaluar la utilidad de los congresos…

L’otrodía –te digo, leyendo periódicos se entera uno de cada cosa– la agu­deza doctoral de los científicos sociales se clavó sobre Los Altos. ¿Cuáles? Los de Jalisco, esos de la tierra tan rojiza como áspera; esos del mito de los fran­ceses fornicarios. ¿Mito? Cualquiera con conocimientos rudimentarios de zootecnia (ganadería, dicho con lla­neza alteña), te podría decir aquello de “una cruza no mejora raza”. ¿La rubi­cundez alteña es sinónimo de superioridad racial? Los simposiados especialistas descubrieron –¡vaya agudeza!– que los güeros alteños no apre­cian a los exponentes del pueblo del sol; a la benemérita raza de bronce. ¿Obviedad? Los apellidos alteños: Castellanos, Francos, Padillas, Gutiérrez, González y consulta el directorio de Tepa, hacen obvio que la rubicundez proviene de esa negada y renegada España y no de una horda francesa que pasó por la región con la bayoneta calada haciendo más la guerra que el amor.

Que muchos alteños son de tez blanca, ni nos lo tienen que decir especialistas en la materia porque lo sabe­mos. ¿Que los alteños son regionalistas? Dije “regionalistas”, y si dudas de su amor por la tierruca, asómate a las fiestas de Jalos o Tepa y ve­rás cómo regresan anualmente del más allá continental. Pero el tal “regionalis­mo” es una pasión asociada. ¿A qué?

Hace unos días escribí en este periódico –escribí con la esperanza que lo leyeras–, sobre la formidable irregulari­dad geográfica de Jalisco, y que le confiere un grado de dificultad adicional para administrarlo. Jalisco, por decreto geopolítico, abarca regiones inconexas por la realidad orográfica. No es –des­de el punto de vista de la cruda geografía– armónico; qué va. Te invito de nuevo a que veas desapasionadamente el mapa estatal y me digas si no te da la impresión de que fue diseñado por un amante de las dificultades y odiante de la sencillez. Pero ni tú ni yo vamos a cambiar los límites estatales, ni tam­poco la textura anímica de los habitantes de las muy diversas regiones. ¿Textura anímica? Me suena cursi pero lo dejo como intento de expresar que son diferentes el costeño, el serrano y el habitante del casi desierto alteño. La circunstancia geográfica marca el alma, y si no me crees, organicemos una Mesa Redonda y lo discutimos. Pensándolo bien, me aburren mucho esas asambleas parlantes.

Con ese alboroto tan simpático como hipotético de que vamos hacia el tercer milenio (¿será cierto que el punto de referencia fue calculado siglos después, y que no es muy preciso?), suponte que aprovechando lo cabalístico del inicio de siglo, se decidiera reorganizar el territorio nacional y trazar de nuevo los límites estatales de acuerdo a la lógica y al tan escaso sentido común y comunitario. Imagínate que en un acto de hipotética gratitud y al habernos dado Nayarit el nombre de Jalisco –el reino de Xalisco estuvo dentro del actual Nayarit–, le cedemos el penacho estatal; ese norte jalisciense paradigma de aberración diseñante. Nomás habría que convencer a los jaliscienses de allá que pasarían a ser nayaritas. ¡Se arma la de Cristo es Judas! El regionalismo en su máxima expresión. ¿Un jalisciense pasar a ser nayarita? ¿Te gustaría? Te advierto algo: ser lo uno o lo otro no es ser ni más ni menos, pero escondido bajo tan discreto nombre “regionalismo”, existe esa pasión asociada que es el ¡racismo! ¿Racistas los alteños?

A don Gregorio Mendel le daba por cultivar chicharos (guisantes, según el habla regional de algunas partes, y lo menciono porque los “regionalismos” son también parte del lenguaje), y los chicharos de don Gregorio se daban muy bien en el huerto del monasterio. Y tanto que el monje agustino se puso a observar a lo largo de años la forma de interrelacionar diversas variedades y los resultados de esas cruzas. Mendel, con su paciencia monacal, originó así lo que ahora va ya en Ingeniería Genética con todas sus ramificaciones étnicas. Porque chicharos aparte y las leyes de la herencia –insisto en que una cruza no mejora raza–, subsiste esa cuestión: ¿el color de la piel es sinónimo de prevalencia racial? Hollywood dice que sí, que la quesque mejor raza es… Ya sabes cuál.

Gore Vidal es escritor, californiano y en algo vinculado con Hollywood. Es un confeso detestador de los mechicanos (tal cual). Tú sabes, California no puede vivir sin Jalos ni Tepa, pero es un lugar muy racista; detestablemente nos requiere. Alguna vez escuché al tal Gore contando una anécdota paradójica: que la Inteligencia de su país, en los años previos a la guerra, determinó que los japoneses no podrían ser buenos pilotos ¡debido a la oblicuidad de sus ojos! O sea que por su herencia genética; fallucas raciales. Y ándate que de los Zeros a los Kamikazes, volaron y volaron. El mismo Gore, detestador de mechicanos, diciendo eso. En Japón, hoyendía, consideran inferiores a los güeros de ojo claro.

¡Se han vuelto tan regionalistas los japoneses, que si vieras!

Parte un jitomate, quítale las semillas, pon la mitad en buena tierra y la otra en una mala maceta. Las semillas puestas en la buena tierra darán buen fruto; las otras, a pesar de ser del mismo jitomate, nada. No se necesita ser Gregorio Mendel, ni monje agustino, para hacer tan sencillo experimento.

Ni se necesita ser científicosocial para percibir que el regionalismo es una forma encubierta de racismo. ¿Qué piensan los del quesque D.F. del resto nacional? ¿Qué piensas tú de los habitantes de la suculenta Mesa Central? Regionalismo, pigmentaciones cutáneas que como en el caso de las semillas de jitomate, lo sustantivo marca la diferencia. Lo sustantivo en el cultivo de la mente es la educación. Dales educación al costeño, al serrano, al alteño y al petulante urbano, y verás que el regionalismo –el amor profundo a la tierruca en donde se nace– se convierte en algo positivo más allá de ser un estúpido racismo disfrazado de querencia. ¿Racismo de México?

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Banco Bajío, número 17895475

A nombre de la AC. “Alvargonzález el Vallero Solitario”.

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1 comentario en «¿Regionalismo?»

  1. alejandro aranda torres

    valla obiedades unas y otras untándole la pupila a su pensamiento brillante me escapó hacia las cosas mas reales desde su antena nos echamos a volar
    tanto volaste aislando todo el ruido de la noche de los vociferantes
    poniendo el dedo en la llaga comparandonos con las aves negras de las antenas
    la señora te observa haciendo gárgaras de tinta seca antes de comienza preparando tu vieja grabadora embistiendo los chismorreos della evidencia constante que aunque escuché hablar della no le había dado siquiera una hojeada todo lo pensabas y lo decías tu señal en el radio sintiendo un poco de consuelo por su existencia. Ahora desde el eco de tus letras que terminarán por secarse también te encuentro saturando mi bandeja y como última retribución el valor y la ayuda personal para tu divulgación. En muy buen momento llega el eco de tus verbotraficancias para describirnos la consciencia colectiva sin prejuicio y echar a volar con el oído en el cielo de tu voz encontrándome al cabo de las dos horas aun tranquilo hasta agotar existencias (comentario a Alvar gracias por la conversa)

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