Por Alvargonzález; 15 de diciembre del 2003
Te confieso que después de muchos años de verlo allí, me preocupó su ausencia. Son mis rumbos entre urbanos y laborales (allí a tiro de piedra está la antena ‘radiouniversitaria’ desde donde vuelo con la lengua), y no verlo en su sitio de trabajo durante buen tiempo, me causó cierto desasosiego. Pero ya ha vuelto, allí está con su mercancía tan única alineada en la verja de la que fuera espectacular mansión de aquellos Espinosa emparentados con Obregón, y construida en un extraño estilo arabesco o morisco allí por Juárez.
Temprano, sin clarear totalmente la ‘madrugadía’, le veo llegar caminando y llevando a cuestas un par de pesados bultos en los que acarrea su mercancía. Temprano, y porque a las siete en punto concluyo la práctica de mi gustado deporte extremo –ese, te digo, de volar con la pura lengua–, por fin me decido a platicar con él y así me entero que se llama Javier Martínez. “Soy licenciado en sociología”, me dice, para luego aclararme que lo suyo no es un simple comercio de ropa de manufactura indígena. Por eso lo del título: rescatista. Eso es: “para que los de la ciudad aprecien el trabajo minucioso de quienes habitan en las serranías de Puebla y Oaxaca… para que admiren la capacidad creativa de nuestros hermanos… ya a Chiapas no voy porque me sale muy caro el viaje”.
Rescatista y voceador, pues cualquiera que se aproxime a donde Javier tiene su exhibición o tienda al aire libre, le oirá claramente pregonar el valor intrínseco de aquellas prendas de vestir; con voz audible pero no altisonante trata de interesar a los compradores potenciales haciendo una descripción de las virtudes de ropajes y bordados que están allí.
“No había venido porque estaba en Tlajomulco. Soy nacido allá, en Santa Anita, de donde es mi familia y un tiempo estuve por aquellos rumbos, pero ya he vuelto…”. Luego me hizo un recuento listado de compañeros en la facultad, algunos de ellos bien metidos en el entramado o tejido del buen casimir universitario (me veo obligado a utilizar términos sociológicos), y él allí con su atuendo congruente, ofreciendo su mercancía testimonial afrontando a pie juntillas cualquiera variante climática.
Javier resulta ser un caso único: hablar con él, oírlo, basta para percibir que no se trata de un simple intermediario sino de un individuo devocional que realmente admira la procedencia y manufactura de su mercancía. Se trata de alguien capaz de ir a esos lugares que forman parte de otro México y transportar esos testimonios hechos ropa, dignos de admirar y de ser distribuidos por alguien que más que comerciante es ¡rescatista! Allí está.