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Responso II

Y Luego…

Por Alvargonzález; 3 de octubre de 1996

Tás mal, tás mal…”, y la voz es re­citante; haz cuenta esa voz tipo Neruda o Rulfo recitando sus obras maestras en discos hechos por la UNAM, para convencernos que un escritor no siem­pre es un buen contador de sus propias hechuras. Así suena la voz que añade: “vas mal, vas mal; di la verdad…”. Y todo porque traté de decir lo que la voz anónima señala que no dije.

¿Qué? Sucede que para sumarme al mes de la patria –sólo septiembre y sólo el fervor dura hasta el 16–, traté de contarte que don Luis G. Cuevas, allá por el 860 y revisando lo que había ocurrido a partir del supuesto alcance de la Independencia (1821), señalaba que el error de los mexicanos había sido tratar de ser lo que nunca podre­mos ser. ¿Te acuerdas que la primera Constitución, la del 824, fue una traducción malhecha de la Constitución de los vecinos? O sea que de partida nos estábamos constituyendo en lo que no éramos. Y ahora, cerrando a toda velocidad el siglo XX, más vale que reconozcamos que si una nación con el 5% de la población mundial consume el 30% de la energía produ­cida por la madretierra, en términos estadísticos, nadie en este planeta pue­de ser como Estados Unidos. ¿Por qué seguimos insistiendo en copiar un mo­delo inimitable? Como dicen los tele comunicadores: “hay fallas de origen”, y muy serias.

Mas para eso justamente cuento con la línea telefónica que me permite averiguar qué se entiende de lo que trato de decirte a través de estas líneas. Y si como nuestro amigo del “tás mal… vas mal…” no quieres dejar tu nombre, lo relevante es saber que lees y tratas de entender a un verbotraficante al que amablemente se le permite expresarse aquí.

Beatriz a su vez se muestra intere­sada en que responda a su llamada. Incluso me fija horarios para comunicarme, sólo que me resulta imposible adivinar nú­meros telefónicos. ¿A dónde hablarle si no me dejó ningún número? Otro de los riesgos al tener un canal de comunicación a tu disposición, es el del cru­zamiento expresivo. Además de esta ventana de papel para asomarme y buscarte, cuento con una ventana electrónica: la tele, de dos a tres de la tarde y tan local como este diario. Y como de algo tengo que hablar –la tv en silencio no funciona–, en alguna ocasión conté la imaginaria anécdota de que el chamuco se vanagloriaba de que la musiquita en el teléfono –mientras esperas con premura– ha sido una de sus mejores aportaciones para el rompimiento nervioso. Así mano anónima me puso en la cinta de la contestadora ¡música de teléfono! Recuerdo que en alguna ocasión que tuve que hablar a la sede del partidazo ‘sine-qua-non’ México sería lo que es (sede central allí por Insurgentes y en la monstrua capitalina), la música que me inyectó el conmutador mientras esperaba inútilmente era precisamente ¡El Golpe! Si quieres oír las obras completas de Ray Connif, luego te digo a dónde llames…

Martha me llamó no para conversar acerca de lo que he escrito, sino para decirme que con foto y todo había aparecido ¡en otro diario! No me atreví a confesarle que casi la mitad del tiraje lo había comprado yo para reforzar mi egolatría. ¿Nunca te había dicho que eso de ser verbotraficante es una profesión muy vanidosa? Sí, por la sencilla razón de que escribes para que alguien te lea; te exhibes –en el caso de la tele– para que te vean; si usas el radio, hablas (¡vaya obviedad!) para que otro te oiga. Pero cuidado: si pones la vanidad por delante, la carrera está arruinada porque es un privilegio riesgoso el tener la oportunidad de exponer lo que traes dentro de la sesera; el medio es más de cuatro quintas partes de uno. Si no tuviera este espacio me tendría que tragar yo sólo mis pensares; y –anótalo– a veces una antena o una ventana de papel nos confunde y nos damos una dimensión que no tenemos. Oye, ¿nunca te he dicho lo difícil que es untarse los insultos? Recuerdo que Barbra Streisand en alguna entrevista decía que en sus conciertos más le importaban los tres que en teatro lleno no le aplaudían que los miles que sí. Quien se exhibe se expone, e insultos y amenazas son cosas del quehacer.

Abelardo logró desintonizarme con su llamada; alguno más joven diría simplemente “me sacó de onda” mediante su sugerencia: que escriba sobre Krishnamurti. Yo metido en la historieta de la suavepatria, y Abelardo queriendo que me arroje pluma en mano sobre ese subcontinente tan complejo que es la India. Lo podría hacer siempre y cuando nuestro amigo Abelardo me diga para qué. Con respecto a que dé un domicilio para entablar comunicación epistolar por el momento me confieso impotente; impotencia temporal para dedicarme a la correspondencia. ¡No puedo! La persecución cotidiana del salariomínimo me ocupa gran parte del tiempo. Te advierto: me encanta recibir cartas, y sé que toda carta exige responsabilidad. Eso es: quien es responsable es el que responde por lo hecho. Por ello eso del “responso”.

¿Responsable? Ahora viendo el listado de llamadas caigo en la cuenta de que a Poncho no le he respondido. ¿Cuál Poncho? Quien allá en el ya lejano 92 me ayudó a resolver un compromiso unilateral: sumarme al festejo por los 450 años de Guadalajara y publicando un libro que se llamó “Guadalajara… ¿Qué sigue?”, Poncho y su imprenta hicieron posible el milagro de aparecer a tiempo con mi folletón (agotado) el 14 de febrero. Ahora escuchando la voz de Poncho Nuño, se me ocurrió una pésima idea: festejar el próximo febrero mi cumpleaños publicando otro libro. Auto festejo y necio si te atienes a aquello de que “quien quiera hacer dinero, que del libro permanezca lejos”. Mal negocio esto del verbotráfico. Además el próximo febrero –la fecha de mi cumpleaños– hay otro aniversario: el 150 de un hecho que carimarcó a México irremediablemente. Buen pretexto para ponerme a la tecla, pero soy tan procrastinante… ¿Qué? Procrastinar es muy mío y si no entiendes esa palabra con ello te darás cuenta de cómo la lengua se nos está secando, y si no hacemos algo seguiremos con el hermoso complejo de derrota que nos caracteriza. ¿Estaremos de veras predestinados a la derrota? Buen asunto para un nuevo intento literario. ¿Qué me dices? ¿Le’ntramos…?

A su vez, Alberto y Adolfo descubrieron a través de estos informantes editoriales, diversos aspectos de Mascota que desconocían. No sé si leíste cuando puse aquello de que las carreteras dan algo y quitan mucho, y mi teoría de que Mascota iba a ganar y perder gracias a la carretera y gracias a que no podemos todavía definir qué significa “progresar”. ¿Será ir hacia adelante a toda velocidad pero en reversa? Y aproveché el septembrino y literario viaje a Mascota para contarte que allí nació Simón Tadeo Ortiz de Ayala, un protomexicano genial; de avanzada. Es de los primeros en el México independiente que entendió que más allá de principios monárquicos o republicanos, debe prevalecer el amor a la nómina; a la buena chamba. Su vida fue un diferenciante claro de que “trabajo” y “empleo” son dos términos muy distintos. ¿Habrá estadísticas acerca de cuántos mexicanos hoyendía están dispuestos a dar la vida –de otros que no la suya– para defender su buen empleo? No creo que haya estadísticas actualizadas al respecto, pero son legión, y Simón fue pionero en esa línea tan constituyente de nuestro ser nacional.

A Teresa le inquieta lo que se pueda hacer para salvar la lengua. Muy fácil: rescatar el hertzio para la inteligencia. ¿Fácil? Tanto que a nadie le interesa en lo más mínimo. ¿Cuántas horas/hertzio dedicadas al patabola? ¿Cuántas a la hemoglobina o al crimen? ¿Cuántas a noticias que luego de oírlas sabemos exactamente nada? Ante el fracaso de un sistema educativo, y el crecimiento de la población, o se hacen aulas magnas a través del hertzio o… ¡resignación! Aquello de que la historia es ‘magistra vitae’, parece que sigue teniendo validez. Si no aprendemos…

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2 comentarios en «Responso II»

  1. utópica la pretención que siempre manifestó Avaro de utilizar los medios electrónicos para educar cuando por su naturaleza fueron creados para estupidizar a las masas, gesto de modestia del vallero más que de optimismo

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