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Rompidos

Y Luego…

Por Alvargonzález; 20 de febrero de 1997

Patiado pero no rompido…”, te podría contestar en el remoto caso que me plantearas esa vaga interrogante social del “¿cómo estás?”. Y escrita o pronunciada así mi respuesta (más cierta de lo que imaginas), rompe aparentemente con las normas del biende­cir las cosas. ¿Patiado? ¿Rompido? Bien que entiendes, de eso estoy cierto.

Sucede que el lenguaje resulta no ser otra cosa que el derivado de una fragmentación y multisecular de ideas convertidas en sonidos o en grafismos. Del sánscrito a nuestros días han pa­sado en línea recta buenos y largos treinta siglos y todavía utilizamos esa expresión producto de la consonancia de la “s” y la “t” (pronuncia ambas consonantes juntas), para decir que aquí “estamos” con toda la vocalización añadida; al sonido original del verbo se le añadieron adiposidades vo­cales que nos funcionan para entender­nos, lo cual significa que el lenguaje es el producto de una corrupción funcional.

¿Te acuerdas de aquello tan multi­citado de Lope del “polvo soy… más polvo enamorado”? Creo que la afirmación poética debe ser ajustada a los cánones técnicos de nuestro siglo de las luces (¿negras?) y del gran pro­greso tecnológico. En sentido estricto somos moléculas de carbón o carbono, pensantes y sujetas de pasión. El car­bono resultó ser el componente básico de los seres vivientes, y al que no le pa­rezca le podríamos invitar tú y yo a que se rebelara contra los dogmas científicos sigloveintescos que señalan eso: somos un agrupamiento molecular y carbónico, animado; con ánima o alma, y de allí nuestra capacidad de amar u odiar la vida. Pero con eso que afirman científicos –no sé si norteamericanos o del Colegio de Altos Estudios de lo Ob­vio de Tajimaroa– de que “hasta el momento nadie ha salido vivo de esta vida”, tan sesuda afirmación puede tra­ducirse científicamente en que en determinado momento nuestro molecular cuerpo ¡paf!, se descompone; se corrompe.

La derivación más o menos lógica y plana es que todos los seres humanos tenemos una tendencia implícita hacia ¡La Corrupción! En más de un sentido.

Déjame volver un poco a ese asun­to carbonífero y molecular, con la esperanza de no quitarte demasiado tiempo. Los compuestos carbónicos son tan numerosos que sólo los derivados del petróleo, enunciarlos, tomaría más de 50 horas a renglón seguido y escritos de corrido. Sucede que el carbono, la molécula, tiene cuatro electrones sueltos que tienen la insaciable tendencia a reunirse o juntarse en forma insospechada; y lo mismo puede resultar en vida pensante y armónica o en gasolinas –producto de la fragmentación tecnificada del crudo que co-rrompe la estructura fundamental molecular– que a su vez corrompen el medioambiente. Todo depende de la dirección que se le dé a un proceso que es fundamentalmente de rompe-y-rasga, y en un mundo en el que ningún sistema o raza es ajeno a la tan bramada co-rrup-ción. Así tal vez podríamos entender tú y yo que manejar esa tendencia inherente y carbónica es todo un arte.

Qué bella luce Suiza en las postales y los calendarios; las vaquitas pastando en un mundo idílico en donde todo pasa siempre a la misma hora marcada por el reloj de Cucú. Tan blanca ella… Bajo esa afirmación categórica y napoleónica de que para la guerra se requerían tres cosas: “dinero, dinero y más dinero”. Indudablemente la neutralidad helvética funcionó como puerta de acceso a la materia prima de las guerras europeas (y quesque mundiales). Y ahora los descendientes andan reclamando el oro de joyas y aun dental de los incinerados en los hornos nazis. ¿Suiza ignoraba la procedencia de los depósitos? ¿Y el origen de fortunas amparadas con apellidos tales como el filipino Marcos, el haitiano Duvalier, o de los que sí osaron profanar a la suavepatria? El sistema suizo de purificación de fortunas es el mismo del ‘ron redolet’, de aquel emperador romano que fijó un impuesto por defecar, y que al ser cuestionado se acercó una moneda de oro a las narices y dijo eso: “no huele (mal)…”. ¡Corruptos los otros, nosotros no!, es el lema que ampara a quienes lucran con caudales producto del corrompimiento molecular de sistemas sociales.

Como filólogo, no puedo menos que advertir eso que te decía al principio: que el lenguaje cotidiano no es sino la resultante de una corrupción multisecular de ideas y grafismos. ¿Se dice “rompido” o “roto”? Sé tu respuesta ¿equivoca? ¿Cuando un trozo de carne se echa a perder está “co-rompida” o “co-rupta»? Creo que ni tú ni yo vacilaríamos en decir tal cual “corrompida” porque su estructura molecular finalmente quedó “rota”. Las normas lingüísticas parecen haber sido escritas por el Constituyente de Querétaro: para quebrantarse más o menos sutilmente.

El verbo original y latino ‘rumpere’ ha sido fragmentado en multitud de vocablos que hoyendía tienen disfrazada su originalidad molecular o verbal. Así, por ejemplo “irrumpir” no significa otra cosa que entrar física o moralmente para cambiar el curso del suceso. ¿Te interrumpo? Cuidado con aquel que lo haga porque algo rompe de tu armonía quien te inte-rumpe. Y así podríamos seguir, pero eso nos distraería de algo que tal vez te suene poco ortodoxo: para que el lenguaje funcione, es preciso corromperlo con sabiduría; y sabiamente aceptado que es inevitable la corrupción lingüística. Como la otra… que entre rompeduras o roturas (¿cómo se dice?) avanza y mucho.

Inevitable porque los seres humanos tendemos a ella, cualquiera que sea nuestra raza o idioma; tendemos también a utilizar la fragmentación ajena en beneficio propio, como es el caso del narco-dinero, que repleta bóvedas de bancos “honestos”. Ante ese hecho inobjetable, resuena con toda validez la afirmación de la trepidante Republica Romana: ‘ex pluribus legibus corruptissima Res Publica…’. ¿Te lo traduzco por si acaso?: “La multiplicación de las leyes no son sino manifestación de la gran corrupción republicana”.

Esto es, si la palabra ‘lex’ proviene de la corrupción del vocablo ‘legere’ o aquello que puede ser leído y entendido por todos; y si las leyes no son punto de aclaración sino de confusión ciudadana, la profunda tendencia que tenemos a la tal corrupción –ponme donde hay y verás cómo mis principios dejan paso a otros–, nos va a envolver terrible e inexorablemente. Si no aceptamos que la Constitución ha sido machaconamente rompida por reformas mil –paradójicamente legales–, no podremos entender que algo grave ocurre porque la ‘lex’ cada vez resulta menos legible para la mayoría.

Mirándolo bien, nada de extraño decir que como seres individuales, o nos re-constituimos a diario o nos rompemos. ¿No necesitará, ante la corrupción, una re-constitución el ser nacional y colectivo? Dímelo tú…

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2 comentarios en «Rompidos»

  1. Alvar escribe y habla en contrapunto. Hay corrupción natural y corrupción organizada, que es muy usada por los amantes del dinero y se auxilian con propinas a los políticos, sin importar su ideología o partido. Es indispensable el secreto y el engaño para la corrupción organizada.

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