Y Luego…
Por Alvargonzález; 29 de noviembre de 1997
Eran, sí, unas camisas; eran, si no me equivoco, de la era del lava y usa, hijas de tejidos revolucionarios –tecnológica que no políticamente hablando– y a su vez derivados del petróleo con nombres tan inarrugables como “rayón”, “delcrón” o qué sé yo. Tiempos sesentales cuando las camisas “Puritan” eran pregonadas a voz en cuello por el marquetín (también éste tan ‘wash-and-wear’ o lavayusa); lava modas y modales y quedan listos para usarse como nuevos. A veces me parece que eso –entre otras muchas cosas– es el bienaventurado marquetín: un lavador de memorias.
Eran camisas-de-moda, y de nuevo te escribo el nombre: “Puritan”. Así, de botepronto, se me ocurre hacerte una pregunta: ¿Comprarías una prenda de ropa cuya marca fuera “Cristero”? Pantalón, camisa, calzón, lo mismo da y lo pongo tal cual porque es un equivalente lejano a la otrora prestigiada marca: “Puritan”.
Los verbotraficantes siempre andamos coleando las noticias, pues a diferencia de los “comentaristas”, podemos desfasarnos sin mayor riesgo, y el desfase puede ser medido en minutos o en siglos. Sucede que el jueves fue el fantabuloso día de “Acción de Gracias” en conocido país del Norte de un continente –al Sur– muy pero muy Americano. No descarto la posibilidad de que pronto, al igual que jalogüines, estemos celebrando el ‘Thanksgiving day’, y por esa simple razón me adelanto a tratar de explicar en términos bien generales una celebración que no sería raro que adoptáramos. A mí, en lo personal, me parece magnifica la idea de –colectivamente– dar gracias a Dios por ¡Squanto! Sin él, la cosa habría cambiado –o la Historia– y mucho. ¿Te gusta la tal Historia? Érase una vez un grupo de perseguidos por sus ideas y llamados “Puritanos” que se las vieron muy grises en la gris Inglaterra y se subieron a un barquichuelo llamado el Flor de Mayor –Mayflower–, nombre incluso medio frijolero, y se indocumentaron con rumbo a las llamadas entonces Indias Occidentales. ¿A buscar qué? Espacio para sus creencias que no eran muy bien vistas por la Monarquía Inglesa: una purificación a ultranza, dado que no les había parecido suficiente en la fundación de la Iglesia Anglicana (la escisión de la Romanidad Papal), la limpieza de vestigios relativos a esa vinculación multisecular con el centro de la religiosidad occidental. Allá por 1564, pleno tiempo de La Reforma, empezó a esgrimirse ese término: ‘Puritans’. Insisto: su intención purificadora les llevó a tener que emigrar rumbo a un continente novedoso, y tanto que era llamado “Nuevo Mundo”.
En la segunda década del siglo XVII, Los Peregrinos arriban a lo que luego sería denominada “Nueva Inglaterra”. Todo bien, menos el tiempo de arribazón, con el otoño bien avanzado y con el invierno a punto. Según eso la fortuna les sonrió cuando se encuentran en las costas con Squanto, un aborigen de la tribu de los Powhatan, que amistosamente les ayuda a sobrevivir en esa tierra incógnita el primer invierno; así se convierte en asesor primitivo que les muestra cómo construir viviendas para albergarse, y –sobre todo– les enseña a comer los productos de la novedosa región: básicamente maíz, y una ave feúcha y medio estúpida a la que los ancestros de otras regiones denominaban guajolote. ¿Pavo? ¿Turkey? Dale el nombre que quieras, pero seguro bien la conoces, y ese el plato principal del Día de Acción de Gracias, acompañado con maíz tierno –alias elote–, y hoyendía con patatas o ‘potatoes’ (que en su tiempo aún no las conocía Squanto). Sin el “colaboracionista” –acusación principal contra la Malinche–, la histona de los Puritanos, o ‘Pilgrims’, seguro habría sido otra a partir de su desembarco.
Bella festividad el Día de Acción de Gracias, que reúne a las expandidas familias norteamericanas y que conmemora precisamente el hecho de la arribazón de los primeros colonos (la palabra “colono” es mucho más suave que la de “conquistador”) que tenían en su mente establecer una Teocracia especifica: construir una sociedad civil-espiritual de inspiración bíblica, mas no Teocracia en cuanto a la forma de elegir a los gobernantes. A esa intención puritana también se le ha llamado Puritanismo Liberal, nacida en las proximidades del más inglés de los puertos norteamericanos: Boston, y que consideraba la elección de gobernantes de acuerdo a un consenso común. ¡Algo impensable en su punto de partida: Inglaterra! Lo cual desemboca en el hecho de que gracias a Squanto, sobrevivió en la tierra trasatlántica más de alguna idea novedosa y puritana. Pero ideas aparte, el guajolote. ¿Te gusta? Indispensable para Navidad, según parece, y con su renovado nombre: pavo.
Casi estoy convencido que se requiere de un espíritu heroico para reconocer virtudes en los competidores. Es el caso de esa ave llevada a Europa por navíos españoles, y la cual fue aceptada en su momento por los rasposos paladares ingleses. Pero ¿reconocer que España pudiera aportar algo a su raquítica gastronomía? Sí, pero inventándole una procedencia extraña y rebautizándola: ‘Turkey’. ¡Como si hubiera llegado de Turquía! Así, todo en paz y a comérselo. Antes que los Pilgrims/Puritans llegaran a estas tierras –un siglo bien sobrado–, ya el guajolote hacía la llamada “rueda” pavoneante en corrales españoles. Los españoles, muy tiesos de lengua, le llamaban “Pavo de Indias”, a fin de diferenciarlo del otro: “Pavo Real”, incomible y de la otra India. Lo de las papas o patatas es cuento aparte, y muy elocuente de lo mismo: Inglaterra vs. España.
Pasó, el jueves, la festividad del guajolote y los Puritanos. ¿Conociste las camisas “Puritan”? En sentido estricto, el llamado “liberalismo” tuvo un origen bien guajolotero en estas tierras continentales.
Ni modo. Táte bien, y luego… te busco.