Saltar al contenido

Taxidermia

Y Luego…

Por Alvargonzález; 9 de mayo de 1996

 

Te digo: viéndolas bien, y oyéndolas mejor, las palabras pueden tener o se les puede dar significados insospechados. Allí, por ejemplo, ese término que encabeza nuestra lineal conversación, hoy: Taxidermia.

Ya me dirás que en sentido estricto, significa re­componer para la posteridad las piezas que fueron alcanzadas por las bellas carteras de los cazadores. Claro que eso significó originalmente, y de ello nos ocuparemos un poco. ¿Pero sólo eso significa tan de­susado término? Vamos por partes y del significado tradicional a lo que pudiera ser convencional. Por cierto, ¿qué piensas de los taxis y los taxistas?

Profesión rara esa de los taxidermistas. El ca­zador les entregaba un cuero salado –preservado así del mosquerío corruptor–, y ellos se comprometían a entregar al tal cazador la pieza rediviva; o un paja­rraco vaciado de entrañas que en las manos del res­taurador quedaba listo para posar en cualquier rincón de la residencia del cinégeta (y déjame usar tan elegante término para designar a quienes fusil al hombro se dedicaron a desfaunar la desflorada sua­vepatria. ¿Cazadores? Reminiscencia violenta del ser primitivo que habita oculto en cada uno de nosotros, y que durante millones de años debió perseguir el panuestro, antes de que se inventara la supuesta civilización domesticante de animales proveedores del sustento y la proteína).

Recuerdo al amigo Pancho Cárdenas, petrolero de la Huasteca Oíl Co. antes de la nacionalización, a quien seguro no le faltaron recursos para ir varias veces a África y traerse desde leones hasta jirafas que tuvieron la mala suerte de encontrarse con él y su fusil. Me contaba que más que el propio safari, resultaba aún más caro la taxidermia de las piezas. ¿Taxidermia? En sentido estricto y tradicional, “el reacomodo de la piel”, y por favor no vayas a confundir tan rara profesión con la del cirujano plástico que en no pocas ocasiones devuelve la apariencia de vida a leones(as) muy baleados por el calendario. Profesiones distintas son, si bien –puede ser– con tarifas profesionales similares. Pero volviendo a Pancho Cárdenas, andando el tiempo sus maravillosos trofeos cinégetas (vuelta con lo mismo), se convirtieron en magníficos estorbos. ¿Para qué sirve, o dónde colocar un soberbio tigre con más de 30 años de asesinado y reacondicionado por la taxidermia? Dímelo tú.

Por razones, de laborío salarial, algunos buenos años viví en la monstrua (tal cual) capitalina; en la ciudad luz nacional. En ese entonces el glorioso Colegio de San Ildefonso (quesque prepa y quesque nacional), navegaba entre ser albergue de burócratas universitarios y el no saber qué hacer con tan genial edificación (creo que ya es museo y que afortunadamente no se lo asignaron a Cuevas). Unos salones en la planta alta, fungían como bodega de algún desmantelado y caduco museo de Historia Natural. Cimarrones descornados, alguna cebra con patas carracas, coyotes y lobos que ve a saber cuándo dejaron de aullar en bosques y llanuras mexicanas. Como el edificio estaba casi en el abandono ocupacional, no sé por qué extraña razón iba con frecuencia a gozar la soledad de San Ildefonso y difícilmente resistía la tentación de subir a la tercera planta a asomarme a ese punto fantasmal, y mucho, porque entre todos los bichos secos destacaban un par de momias colgadas de un perchero y gracias a las armellas atornilladas en sus respectivos cráneos; esas si preservadas por la naturaleza y no por el taxidermista.

Quién sabe a dónde echarían todo eso y luego de museografiado San Ildefonso. Si lo sabes dime, que me intriga saber el fin de mis amigas…

Pero esa misma vivencia en la monstrua capitalina, me llevaba frecuentemente a viajar en taxis, y como el silencio no es una virtud que se me haya dado a raudales, inevitablemente acababa conversado con quienes pasaban su vida transportando ciudadanos. De pronto empecé a acumular historias que se me ocurrió agrupar bajo el nombre genérico de –¿adivinas?– “Taxidermia”, que viéndolo bien, puede significar “la piel del taxi”, y si no te molestan los neologismos.

Los puristas etimólogos ya vendrán con que ‘Taxós’ significa “acomodo o clasificación” (por ello los banqueros hablan de Tasas de interés, y los que tienen cuentas en petrodólares saben lo que son los ‘Taxes’, y de los taxidermistas ya hablamos demasiado), pero, y ¿esa palabra rodante que trata de encontrar su acomodo en las ciudades –Taxi–, de dónde viene? Fácil: de los De la Torre y Taxi, aquella familia alemana que en el siglo 19 se las ingenió para establecer a lo largo de Europa su servicio de transportación rápida con cabriolés que llevaban inscrito parte del apellido familiar: Von Turner und Taxi, que en Alemán suena más elegante. Allí el origen del Taxi, que en algunas regiones se les llama CABS por lo de los cabriolés, o carretones rápidos.

Mis conversaciones con taxistas patrios, me llevaron a descubrir una serie de elementos en su personalidad: son consejeros psicológicos, financieros y políticos. Las vidas que ven desfilar al asomarse al asiento trasero por el retrovisor constituyen un mosaico bizarro de humanidad que les nutre de anécdotas que fluctúan desde el donjuanismo al servicio de supuestas ninfómanas, hasta la percepción de hipotéticas vivencias paranormales o mágicas.

Pero más allá de ese anecdotario empolvado y memoria por hoy personal, llegué a preguntarme algo poco serio: ¿existe aquí la vocación de taxista, o es una actividad captadora de individuos derivados por un sistema educativo, un mercado profesional y un sistema, incapaces de ofrecer alternativas de trabajo? Sin ser más allá de un simple conversador, ignorante de ciencias sociales, la percepción a lo largo de años y vueltas y más vueltas en taxis, es que se trata de una especie de vocación de emergencia y supervivencia. Un “pos si no hay más…” resignado y activo.

Imposible que te dijera hoy la gama de profesiones y títulos que encontré manejando taxis en la Lutecia Nacional (¡oh, Ciudad Luz de la provincia…!), y la cantidad de desplazados burocráticos (¡oh, magna cuna de la burocracia!), y ni el espacio ajusta para contarte en extenso lo que me dijo un ex-chofer de altísimo funcionario sexenal (“son iguales que usted y yo; ¿genios? Qué va…”).

Al costo te paso mi inquietud: ¿existe la vocación de taxistas? Todo a propósito de Taxidermia, una palabra un tanto en desuso pero que puede significar mucho, ¿no te parece?

Comparte si te ha gustado

1 comentario en «Taxidermia»

  1. Es una parodia muy buena hecha por El Vallero, pues en estricto sentido meten a su jaula a tanta especie humana e inhumana los solicitan y hasta sin solicitud (léase «secuestro»), y qué decir de la taxonomía de taxistas, los más buscados son los que se prestan para cometer robos y otras bajezas, al Vallero ya no le tocó los «uber», una forma más moderna de zoo citadino a domicilio.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.