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UBD

PARTE 1

Misteriosas siglas que de inmediato te traduzco: hube de… ¡casarme! O debí de hacerlo y con Auxilio. Es el nombre de la infortunada que con más cariño que realismo me pidió en matrimonio.
Extraña fórmula marital: los padres de ella una buena mañana llegaron a casa a hablar con los míos para -¿así se dice?-, pedir mi mano. Todo un margallate que enteró a mis progenitores de la clase de engendro que tenían, y que a su vez se había puesto por su cuenta y sin medir los riesgos, a jugar a la ruleta genética. ¡UBD! Te digo reiteradamente eso: la vida te da sorpresas, te da sorpresas la vida como dice la cantata de Blades.


Aquello tuvo su grado de comicidad. Yo como que no tenía muchas ganas de dar el ‘sí’, pero ante la insistencia amenazante de los que a poco serían mis suegros puse a prueba su ingenio con un ‘pos ahora o nunca’ que ¡nunca pensé fueran a descifrar! Sucede que era 16 de septiembre y obviamente en fecha tan excelsa las gallinas burocráticas nacionales no ponen; no mueven una pluma y esa es una obviedad kilotónica. Además ellos, mis solicitantes de conjugación, no eran de la ciudad, lo cual estaba a mi favor… supuestamente.


Pos ahitienes que el cuñado de Don Petronio –ese el simpático nombre del solicitante de yugo a nombre de su hija y del honor familiar pueblerino-, era en ese entonces un futbolista de pata conocida; pateador de balones de primera división y tú sabes lo que es eso en una ciudad llamada Guadalajara. Así y luego de mi macha y temeraria afirmación del ‘sí pero ahora o nunca’, fuimos directamente a la casa del patabolista allá por el viento norte de la ciudad. Entramos y más tardaron los anfitriones en decirme ‘siéntáte y qué te tomas que en aparecer en escena un individuo cargando un voluminoso libro. Era el Juez Civil del entonces pueblo de Atemajac. Todo parecía indicar que el hablador iba a tener que sostener lo antesdicho… ¡Gol! ¿Autogol? Ignoro la reglamentación de la FIFA al respecto pero el famoso futbolista habilitó como testigos a algunos amigos –nunca les volví a ver-, y la tribuna familiar hizo la ola en señal de triunfo y balón parado. Ni tiempo le dieron de formarse a barrera defensiva alguna. ¡Gol!


En buen lío me había metido y paradójicamente pues el mero día de la independencia nacional había perdido la mía: de pronto era un hombre casado y los papás de la honorable Auxilio dieron el banderazo de salida: ya váyanse… ¿A dónde? Ahimetienes en el auto con mi esposa y en silencio. Abrumado y mucho que esa era bruma y espesa.


Directo a casa y a enfrentar a mis padres; a notificarles el suceso transformante. ¿Transformante de qué? De toda mi vida y de golpe y porrazo. Llegué, subí –Auxilio mi señora recién contratada pues entiendo que el matrimonio civil es eso, un contrato, aguardaba en el auto- y con pavor y temblor les dije a mis padres que me había casado aquella tarde. Mi madre tan edípica como atónita no acertó a decir nada; a mi padre fue una de las poquísimas veces que le ví llorar en nuestra familiar vida.


La negra noche tendió su manto y era preciso buscar guarida. Ignoro si la Noche Triste del tal Hernán Cortés fue más tristemente desconcertante que aquella primera noche sin luna y sin miel. Mas Auxilio, mucho más inteligente que yo, poseía a pesar de todo, eso que es privilegio de seres inteligentes y que se llama sentido del humor y a pesar del surrealismo conyugal, sonreía. ¡A pesar de mímismo!
A poco ya habíamos conseguido una casa, misma que paramos con mobiliario de segunda mano procedente en su mayor parte del nido paterno. ¿Ingresos? Estrechos y procedentes de la renta de una casa también donada por los donantes que seguro se recriminaban tener un hijo como yo. Era preciso conseguir más. ¿Dónde y cómo? Hasta ya muy avanzado en mi peripecia curricular ‘descubrí’ que era preciso pedir trabajo y más efectivo que esperar que del cielo cayera; de esa misma procedencia que el consabido ‘matrimonio y mortaja ¡bajan, bajan…!’ Terrenalmente era preciso conseguir mayores ingresos porque ya venía la aurora… Mi primera y Aurora hija.


Ándate que soy poco amistoso y  con ello te quiero decir que soy de pocos, poquísimos amigos. Pero también soy intuitivo o creyente de algo etéreamente llamado –insisto-, ‘vocación’  Ignoro si uno la encuentra o ella lo encuentra a uno, pero cuando ese enganche cliqueante se verifica, la vida toma rumbos sorprendentes e insospechados. Por lo que quieras o puedas suponer, un amigo me invitó a participar en un proyecto fabuloso. Felipe iniciaba su carrera como arquitecto y estaba en el taller de un añejo y prestigiado también eso: Salvador de nombre y que resultó serlo más que nominalmente gracias a la complicidad del amigo Felipe. El proyecto consistía en salvar literalmente de la destrucción de la piqueta modernista la puebla-pueblo de procedencia del arquitecto ya prestigiado; y bajo el pomposo nombre de ‘Plan de regulación urbana’  intentar planificar el futuro de un lugar a punto de modernización despatarrada. ¿Mi trabajo? Sería como traductor del idioma especializado de los arquitectos (cada tribu tiene su dialecto) al castilla de los comunes mortales. ¿Cómo?En aquellos remotísimos tiempos pre-tecnológicos era preciso recurrir a las herramientas de época  que no eran otras que la fotografía en transparencias. Se exhibían y más o menos sincronizadamente transcurría una grabación con voz explicante más música de fondo. Eran aquellos audiovisuales una especie de documentales de bajo costo y porque no había sino esa alternativa o la posibilidad de recurrir al cine con sus costos y complejidades añadidas y circunstanciales. Grandes dificultades cinematográficas porque en la quesque gran ciudad de Guadalajara no se procesaba película a colores. Estoy hablando de los setentas y de cuando el video era aún farragoso y primitivo por lo que se recurría a ese sistema de fotos secuenciales con sonido anexo.

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1 comentario en «UBD»

  1. Qué circunstancias tan insospechadas las que Álvar vivió para iniciar su familia.
    Por cuestiones de la época, no quedaba opción a las hoy solteras mamás; tengo la sospecha que como los chavos de su tiempo, nunca imaginaron la futura solución a su paternidad incierta.
    Y vaya que la vocación de Álvar lo llevó a su «elemento», donde conjugó lo que le gustaba hacer, con lo que sabía hacer y el público valoramos y apreciamos, aún cuando las y los tapatíos de las empresas de comunicación privadas y de gobierno estaban en otro tiempo, en el que todo era puro comercial y discos repetidos hasta….
    Lo bueno de hoy es que se cuenta con estos espacios de rescate de lo que no es para enajenar y comerciar.

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