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Placeridad (1)

Por Alvargonzález; 26 de agosto del 2002

Plaza de Armas, así, y por favor no caigas en el engaño de los de la Mesa Central que a la plaza principal de toda población le llaman Zócalo con su ignorancia mayúscula. Plaza de Armas y porque a la usanza de los que fundaron pueblas y ciudades en estas tierras, en ese lugar central y convergente de la urbe esplendían las armas o blasones de la ciudad y de los monarcas, junto a la sede de gobierno. Simbolismo y no invitación a fajarse el pistolón para acudir al lugar.

Más en el terreno del simbolismo: en el lenguaje bélico ‘tomar la plaza’ significaba doblegar la bandera de los defensores; rendición de los poderes asentados generalmente en torno a la plaza central.

Y allí la tienes: la Plaza de Armas tomada por el júbilo popular. Festiva y espléndida, con su kiosco placerante. Por favor no me digas que se requiere ser un diestro filólogo para advertir que entre la consonancia de ‘placer’ y ‘plaza’ existe una clara vinculación de raíces. Entonces podemos alcanzar una conclusión primaria y urbanística: la función de las plazas era justamente la de propiciar la placeridad colectiva, el gozo, la placentera convivencia. ¿Te place la Plaza de Armas? Digo, si es que la conoces, porque en una Guadalajara cada vez más monstrificada te aseguro que hay quien vive aquí y nunca ha puesto pie allí. ¿Será?

No siempre fue como ahora es. En 1790 el gobernador Francisco de Aiza inauguró la fuente central que vertía el agua de manantiales aledaños a la urbe y a donde acudirían los aguadores para llevarla a las casas, pues eso de las tuberías y llaves para despilfarrarla es algo reciente en el casi medio milenio que tiene la ciudad.

Allí en el ochentaitantos del siglo 19 mi abuelo Juan González vio encenderse la luz eléctrica por vez primera en la ciudad. Allí el Gobernador Ahumada inauguró en 1909 esa obra realizada en el más puro tono porfiriano de ¡Vive la France!, y escandalizante: ocho cariátides sosteniendo la techumbre y sin sostén… Paradoja estética realizada sobre pedido en los tiempos finales del porfiriato.

“FONDERIES D’ART DU VAL D’OSNE 58 3a. VOLTAIRE PARIS” se lee al pie de algunas columnas; marca indeleble de la empresa fundidora y parisina. ¿De quién fue el diseño? Si lo averiguas me dices, porque no he logrado averiguarlo.

La próxima semana te contaré algo sobre el desplazamiento-de-la-placeridad-placera. Tal cual. Aquí te buscaré y espero acudas a la cita.


Venta de los ‘Cincuenta Recuentos’ con Macartur en la librería ‘El Desván de Don Quijote’ (antes ‘La Berinta’), López Cotilla 813 y con Mario o Fabián en el puesto de periódicos ubicado en Américas y Morelos. Abierto todos los días de 8 A.M. a 9 P.M.

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3 comentarios en «Placeridad (1)»

  1. Partiendo plazas en busca de más placeres el vallero me motiva a continuar aquí con placeridad. Es verdad que las plazas públicas son más escenario de placer que de desconcierto.

  2. el kiosco y todo lo que lo rodea hacen que se convierta en un ambiente tan distinto y tan placentero, las plazas de los pueblos son tan distintas y tan llenas de vida, dence una vuelta los domingos y disfruten del ambiente que existe

  3. Creo que aún sigue siendo un placer estar en la plaza escuchando a la banda del kiosko, pero es cierto que ya muy pocos gozan de eso.

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