Por Alvargonzález; 28 de julio del 2003
Por favor que no se te olvide que La Historia –la tuya, la mía, la colectiva–, es un delicado juego de palabras, y dada la anterior recomendación ya podemos empezar a jugar con ellas. ¿Convienes en que lo hagamos?
Eso es: de convenios está hecha la convivencia, y los tales ‘convenios’ no son otra cosa sino el llegar a un punto concordante independientemente de la procedencia. Es como si trazáramos caminos –metáfora pura–, para llegar a un punto de encuentro común. De nuevo te pregunto ¿con-vienes en ello? Con nosotros mismos y con otros vivimos haciendo eso: convenios. De nuevo te pregunto ¿con-vienes en ello?
Ya, no una, sino ‘cientomuchas’ veces he sido acusado de ser alambicado en las pinceladas que aporto al vasto MURAL. No me con-viene aceptarlo pero debo resignarme a que pluma añeja ya no puede afilarse de otra manera y con la única pluma que tengo te escribo porque ya es un poco tarde para cambiarla. Y mira que si seré oblicuo y alambicado porque todo ese preámbulo –o calentamiento antes de echar a andar o antes de ambular–, viene a cuento por la multiplicación que notablemente se dio en Guadalajara a partir del siglo 18 (multiplicación que prosigue en otro tono) de unas edificaciones denominadas ‘conventos’. Dicho eso te reto a que hagas un experimento filológico –en voz alta–, y que repitas dos palabras: ‘convenio’ y ‘convento’. ¿A poco no te suenan parecidas?
Eso fueron y son los tales conventos: por ‘convenir’ a las propias ‘conveniencias’ (así) –ca’quien las suyas respetables y particulares mejor o peor intencionadas–, se aceptaba o ‘convenía’ en vivir comunitaria o conventualmente bajo normas específicas ‘convenientemente’ aceptadas. Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas, y qué se yo, en sus variantes masculinas y femeninas, alojados en distintos edificios y bajo regulaciones, reglas, diferenciantes. El siglo 18 fue el de la hechura de los magníficos edificios conventuales en la ciudad; el 19, el de su ruina o transformación republicana proseguida revolucionariamente en el 20.
Algún día, espero, te contaré del jesuita Feliciano Pimentel a quien con fervor le dio por hacer conventos monjiles en el 18. El de las Agustinas, su mejor obra, lo dejo para otra ocasión y por ahora te muestro el patio del que fuera convento –el segundo de ellas en la ciudad– de las monjas Dominicas. Salvado de la piqueta modernizante allí está por Morelos, y funciona como colegio. En el patio de un convento donde convivían dogmas y conflictos (todo convenio tiene aparejado el conflicto, y todo convento también…), ahora corretean en el recreo los alumnos de la primaria Luis Silva. Prevalece aún en el patio la pila de agua conventual; de esa agua tan mundanamente necesaria y tan divinamente ¡conveniente!
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Si te interesan grabaciones de las conversas de Álvaro González, deja aquí un mensaje y nos pondremos en contacto contigo.
Buen día estoy interesado en las grabaciones de la conversa.
De ante mano muchas gracias.
Nos pondremos en contacto contigo, Rnato. Gracias
Qué tal, me interesan mucho las grabaciones de las conversas de Don Alvar González. Tuve la fortuna de escucharlo en su programa ‘Allá tu’. Eso me bastó para seguirlo para siempre.
Gracias, Rubén. Ya nos pondremos en contacto.