Por Alvargonzález; 6 de enero del 2003
¿Qué hora tienes? La pregunta, puesta así tal cual, no resulta extraña e incluso es parte de nuestra cotidianeidad. Pero si te fijas bien ella encierra un elemento muy característico de nuestro ser: la casi puntualidad… ¿Virtud? No creo que sea eso pero así somos, casi impuntuales y ni modo ¿Preguntarte la hora exacta? Me conformo con lo otro: ¿qué hora tienes?
El asombroso reloj de sol que yace en el patio del Museo es así: asombra por su imprecisa puntualidad (?) pero –lo que son las palabras–, si estuviera colocado en la sombra el a-sombrado sería el propio reloj y de nada serviría su pivote horario. Míralo: es una obra de arte funcional propia de su época y que seguro buen servicio dio a una comunidad que no tenía otra forma de saber la hora corriente y pasajera. La imaginería que contiene su carátula es una mezcla de religiosidad y paganismo –los signos del zodíaco, el ángel con la guadaña–… y es un buen recordatorio de los muchos siglos en que no había otra forma de averiguación horaria que el trascurso del sol. ¿Era exacto? ¡Que va!
Con el siglo 18 llegaron los relojes mecánicos y cuyo nombre no era otra cosa que la compacta simplificación de la denominación latina ‘horologios’. Con ellos la posibilidad de marcar las horas durante el día y la noche. De nuevo la misma pregunta; ¿la hora exacta? Más o menos y porque minutos menos o más no afectaban sustancialmente. Pero justo con la aparición de los relojes mecánicos brotó una exigencia: ¿cómo averiguar precisamente qué hora es? Buena cuestión para la normatividad terrestre y con una respuesta en principio astronómica y descifrada en el siglo 17.
No creas que pretendo quitarte tiempo hablando de asuntos tan irrelevantes como el precio o la marca de tu reloj. Sería como preguntarte si tu reloj da barata o cara la hora, lo cual suena ridículo, pero en el proceso de compactación de mecanismos se fabrican para que aparte de ser exactos, marquen con precisión la carátula social de su poseedor. ‘Ca’quien’ que gaste su dinero como en gana le venga, más ahora que cualquier cachivache de bajo costo es más preciso que el mismo péndulo de Huygens del siglo 17, la cuestión fundamental es la misma: la puntualidad ¿tiene alguna razón o es innecesaria?
Ya no es el patrón solar el que norma la hora universal coordinada, sino el Cesio 133; pero en un país en donde incluso diversas estaciones de radio tienen su propia ‘hora exacta’ a donde vayamos como colectividad gracias a nuestra impuntualidad vamos a llegar ¡a destiempo! Qué importa: los mexicanos nos reímos del tiempo y el reloj nomás es adorno. ¿Qué hora tenemos?