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Duelo

Por Alvargonzález; 13 de octubre del 2003

Dos compadres y una historia: Jesús, de origen alteño, comenzó siendo cristero y devino en gasolinero; Salvador, con su raigambre en Unión de Tula, aquí se hizo médico y ya muy adentrado en su carrera se animó a publicar sus escritos. La vinculación entre ambos –Jesús mayor que Salvador– comienza en aquellos días de la guerra imbécil (¿hay alguna que no lo sea?), cuando el papá de Salvador curó clandestinamente al joven Jesús, herido por las balas federales. Andando el tiempo se hicieron compadres y de las pláticas con don Jesús, el de la gasolinera de ‘La Concha’ por Obregón, el Dr. Salvador publicó no hace mucho ese su libro: “Y la tierra alteña se tornó más roja”. Feliz con su ópera prima, heroica publicación de él mismo –“ahora a ver cómo recupero los gastos…”–, con el placer de quien quería compartir sus vivencias y las de don Jesús Padilla, en el atardecer de su médica profesión.

Dos hermanos y una hacienda: Manuel y Joaquín Cuesta fueron privilegiados del régimen de Don Porfirio. Entre sus múltiples haciendas, una próxima a la ciudad: la del Rosario (en la foto), cuyo campo llano fue escenario de más de un suceso relevante. Cuando en la primera década del 20 el tren (tal cual) trajo a la ciudad unos aparatos voladores (aeroplanos les decían), de las tierras del Rosario despegaron para que los ojos tapatíos y atónitos les vieran volar. Las crónicas dicen que eran “dos aviatrices” –una tal Ms. Quimby y otra– y un aviador de apellido Garros, quienes hicieron aquel vuelo inaugural sorprendente

Dos valientes y un duelo: en las páginas de su libro, el Dr. Lazcano recoge aquella sangrienta anécdota que don Jesús le contó con toda naturalidad. La compacto: en tierra alteña los cristeros debían enfrentar una nueva arma: aviones ‘ametrallantes’. En mala mañana de combate un avión se clava para practicar tiro al blanco vs. Cristeros, y pie a tierra Jesús vacía su arma contra el aparato; le ve girar y desaparecer en el horizonte. La base aérea militar estaba allí en El Rosario, a donde casi llegó el avión. Casi, porque el piloto –Cap. Alfonso Cevallos–, quedó desangrado en su aparato enredado en unos cables. ¡El duelo lo ganó el cristero! Andando los años allí funcionó el primer aeropuerto de la ciudad y tuvo ese nombre: “Cap. Alfonso Cevallos” como loa al perdedor… ¡Te digo!

Un doctor y mi duelo: “no acabo de pagar la edición”, me repitió al entregarme unos ejemplares para que les busque yo ojos lectores. “Tenía que ser así su última ocurrencia: se me fue sin despedirse”, me dijo su esposa el miércoles al finalizar la misa. Sin previo aviso, el ginecólogo que aterrizara a mis hijas en el gran aeropuerto de la vida, se marchó. Ese mi duelo y el de su familia: la inesperada muerte del Dr. Salvador Lazcano. ¡Buen vuelo tenga!

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1 comentario en «Duelo»

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